domingo, 31 de octubre de 2010

Capitulo 7


La celebración del otoño había comenzado con una explosión de tonos ocres en todo el bosque. Chispi y Sultán habían llamado a todos los seres que debían estar allí; a los grandes osos antes de su hibernación, los sagrados jabalís…
Ovidia les acompañaría esta vez ya que había decidido quedarse en este bosque para saber algo sobre la piedra mágica. Siempre que aparecía de nuevo traía con ella cambios importantes.
Al ponerse el sol las aves lo recibieron con un trinar acompasado con los graznidos de las aves de rapiña. Los osos elevaron sus patas delanteras levantándose como si fuesen torreones, los jabalís formados en fila hacían una reverencia al unísono, los cisnes representaban la danza de los vientos que sin duda era la más esperada por todos los habitantes del bosque siendo un regalo para la vista. Cada especie tenía su rito ancestral de celebrarlo y todos ellos juntos eran un verdadero espectáculo.

Mientras la fiesta continuaba Malena seguía en su búsqueda de alguna respuesta. Tras quedarse patidifusa al tocar esa piedra tan especial y ver todo lo que había visto, decidió seguir andando.
-¿Me estaré volviendo loca? todo esto no tiene sentido, es como si estuviera soñando. Me gustaría despertar en mi casa, ver mi tienda y estar junto a Fermín. Me siento tan sola. Fermín ¿dónde estás?, te necesito.
Caminaba con la única compañía de sus pensamientos cuando encontró a un lado del sendero una brillante piedra turquesa. Se arrodilló en el suelo y apartó la tierra que la medio escondía para poder contemplarla. Tenía miedo a que podía sentir o ver si la tocaba.
-¡Cógela! No pasa nada. Será tu amuleto.
-¿Quién está ahí?
-Hola, soy Pandora… tranquila, no te asustes.
Se trataba de un hada muy pequeña, del tamaño de una manzana. Vestía con los colores del arco iris y la envolvía una ligera capa de brillantina. Dulce y alegre, muy alegre, revoloteaba curioseando por todos los rincones.
-¿Qué haces aquí sola? ¿No vas a recibir al otoño?
-¿Al otoño dices?
-Si, a la celebración del equinoccio. Me dirijo hacía allí. ¡Vamos! Acompáñame.
-¿Qué puedo perder? pensó.
Así que agarró la piedra turquesa y también la blanca, de la que no quería deshacerse. Tomó rumbo hacia el lago acompañada por la dicharachera Pandora y no quiso pensar demasiado, su piedra blanca le daba tranquilidad.

Al entrar a su despacho Virginia se dirigió inmediatamente a su ordenador. Quería comprobar algunos datos antes de encontrarse con Fermín ya que quedo intrigada con la información recibida. En realidad no conocía nada sobre su pasado, tan solo los últimos cinco años que llevaba residiendo allí. Era muy sospechoso que no hubiese problemas en encontrar informes en estos años y si en los anteriores. Buscó en la red a partir de la información con la que ella contaba; en la cooperativa donde trabajaba por si existía algún curriculum o pista sobre otros trabajos en otros lugares pero, nada de nada. No podía tratarse de un error en la escritura del nombre porque estos cinco años tampoco constarían… y si estaban. Aquí pasaba algo extraño. Marcó su número de teléfono.
-Fermín, estoy en mi despacho. ¿Te puedes acercar por aquí? Tengo problemas para cambiar la titularidad de la tienda.
-Voy para allá, dame quince minutos.
Fermín se puso nervioso… ¿tendría que decirle la verdad? ¿Su secreto celosamente guardado tendría que ver la luz? Pero… ¡un momento!... podría inventar algo.¡Si!... eso es, pensaría camino al despacho algo verosímil para que la inteligente abogada no sospechara y quedara conforme.
El pequeño bufete estaba en la planta superior de la casa, propiedad de la familia Milano, que Virginia utilizaba para su trabajo. La decoración era sofisticada ya que contrató a un artista amigo suyo para que le ayudara. Admiraba el diseño italiano que se reflejaba en puertas y muebles de toda la estancia; maderas nobles, organzas y sedas… Sonó el interfono y accionó el botón de entrada.
-¡Sube! Estoy arriba.
La escalera estaba decorada con cuadros impresionistas que conseguía cuando iba a las subastas.
-¿Qué quieres tomar? Encendí la cafetera.
-Si, está bien, uno solo.
Se sentaron uno frente al otro separados por la robusta mesa de roble.
-Mira Virginia, no me voy a ir con rodeos. Iré directamente al grano.
-Te lo agradezco.
-Cambié mi identidad antes de llegar a Vallelis.
-¿Por qué motivo hiciste tal cosa?
-Fui testigo protegido en un juicio y me la cambiaron para proteger mi integridad física, estaba en peligro.
-Entiendo, ¿qué clase de juicio fue? ¿Criminal?
-Perdóname, pero entiende que no puedo responderte. Pondría en riesgo mi vida y la tuya también.
-Lo entiendo pero no puedo poner los papeles a tu nombre.
-Dejar todo como está, Male tiene que aparecer pronto.
-Pero… y si Malena se ha ido y no vuelve.
-¿Cómo puedes pensar algo así? Ella nunca lo haría, no es así. Me sorprende que digas eso.
-Discúlpame, todos estamos algo nerviosos. No me gusta verte sufrir…
-Si, tienes razón.
-Entonces te sugiero que busques alguna solución por si la desaparición se prolonga demasiado.
-Lo pensaré… y por favor, guárdame el secreto.
-Estate tranquilo, puedes confiar en mi.
-Gracias amiga. Ahora voy a intentar descansar, dormir un poco, no he pegado ojo en estos días. Ya hablaremos más detenidamente.
Virginia no se quedó tan contenta con la conversación como le hizo creer. Era una mujer muy ambiciosa y no le gustaba la idea de que Malena apareciera, acariciaba la idea de acabar sus días con Fermín. Tenía claro que iba a poner todo de su parte para que esta vez saliese bien.

Valentín disfrutaba ordenando y reorganizando su extenso número de ejemplares mientras tomaba un aromático te de frambuesas. Recordaba el primer día que llegó y se hizo cargo de la biblioteca. Tuvo que ordenar todos los libros que habían permanecido apilados durante mucho tiempo. Hubo uno lleno de polvo y medio raído por los ratones en el que recordó haber visto una imagen parecida a la de la piedra desaparecida. Lo guardó en una estantería apartada con otros incunables que encontró el mismo día. Pero había vuelto a su memoria al mirar las fotografías devueltas por el museo. Acababa de llegarle la información acerca de las inscripciones que así decía;
“La simbología inscrita en la piedra de la foto que nos envió está relacionada con la cultura celta, mucho antes del cristianismo e incluso de la propia escritura que nosotros conocemos. Las espirales concéntricas equivalen a Tierra, Cielo y Agua. Pero las espigas anexas que las rodean no corresponden a ningún signo conocido por nuestros archivos. Agradeceríamos que nos hiciera llegar esta pieza, sin duda alguna de alto valor informativo, para poder estudiarla más de cerca.”
Todo el mundo parecía tener interés en la piedra blanca, pensó.
Se dirigió a la estantería de sus joyas antiguas y buscó aquel libro de su recuerdo. Los celtas según su conocimiento habitaron en el norte de la península pero no tenía información sobre ellos en la costa mediterránea.
Allí estaba el tomo forrado en tapas de cuero, se hacía nombrar con el título de “Enigmas del pasado” y tenía casi un millar de páginas. Curioso título que catalogó entre sus incunables al no presentar autor que lo firmase ni fecha que lo avalase. Recordaba una imagen muy parecida a la piedra de cuando lo miró por primera vez. Abrió el libro y comenzó a pasar páginas: la lanza del guerrero, la espada de los dioses, pasó más adelante, la sábana sagrada, el manto de Neptuno. Hasta llegar al apartado dedicado a piedras y rocas; el diamante de las cien caras, el zafiro de Cleopatra, la piedra filosofal…
-¡Un momento!
Allí estaba, era la piedra de Molina. Había un dibujo a grafito que se asemejaba mucho a la que él había tenido la oportunidad de ver. Ojeó la leyenda que describía el dibujo:
“Piedra filosofal.- Esta piedra fue tutelada por los filósofos de la antigua Grecia, de ahí su nombre. Le atribuían poderes mágicos describiéndola como un haz de luz que recoge todo el espectro cromático del Universo. En ella se recoge el poder de las estrellas porque de ellas vino cayendo a la Tierra y encontrada por un campesino de aquella época.

Molina se dirigía a casa de su amigo Manuel. Le había llamado para contarle sus descubrimientos acerca del mapa. El detective no quiso relatar por teléfono su experiencia ya que le parecía un medio muy frío e impersonal, prefería el cara a cara.
Cuando llegó a su casa supo que su amigo traía malas noticias, lo conocía muy bien.
-¿Qué pasa Pepe? Te veo mal ¿ha sucedido algo?
-Si Manuel, vamos a sentarnos y hablamos más tranquilos.
-Te preparo un café, espera aquí un momento.
Improvisó una bandeja con la tapa de la caja que contenía las pastas francesas con frutos silvestres y la acompañó con dos cafés bien cargados.
-Veamos viejo amigo, ¿qué ocurre?
-La piedra se ha esfumado.
-¿Cómo dices?
-Que ha desaparecido,… te cuento. La tenía dentro del cofre bien guardada pero decidí abrirlo para contemplarla una vez más. Sin motivo alguno comenzó a iluminarse y salió disparada por la ventana. Bajé corriendo al jardín para seguir su rastro excavando cada palmo de tierra, era fácil porque lo dejaba marcado con tierra quemada, pero no la encontré. Tengo la teoría de que se desplaza gracias a un campo magnético que la atrae pero no puedo demostrarlo ya que no pude seguir porque pasaba a otras propiedades.
-No te preocupes hombre, ya encontraremos una solución a este misterio. Por cierto, he averiguado algunas cosas sobre el papiro. Te confirmo que se trata del bosque de Vallelis pero muy diferente a como lo conocemos hoy. He analizado las escrituras consiguiendo descifrar alguna frase suelta como;”Cuando caigan las hojas del último árbol la elegida regresará”.

Y sin ellos saberlo, eso mismo era lo que estaba ocurriendo.
Malena hacia su aparición en la fiesta del otoño maravillada con el espectáculo que presenciaban sus ojos. La gran cascada era el centro del reencuentro de aves, peces, anfibios y mamíferos que vivían en el bosque. Todos permanecían en un silencio colectivo, las primeras hojas de los árboles caían empujadas por la brisa del Levante. Pandora la dirigía hacia el punto más alto de aquel vergel escondido al mundo. Revoloteaba a su alrededor susurrándole:
-¡Adelante Malena! Ha llegado la hora.
Una anciana de frágil figura apoyada en su bastón le sonreía. A su lado estaba Chispi y otro ser de su mismo tamaño que no conocía. Se acercó hasta ellos ya que la anciana le provocaba ternura.
Ovidia observó que la recién llegada portaba en su mano un trozo de roca blanca.
-¡Ella es la elegida! gritó Chispi. Ha conseguido despertar del sueño invernal y ha llegado hasta aquí. Es ella.
¿Podrías mostrarme que tienes en la mano pequeña? preguntó dulcemente Ovidia.
Malena alzó su mano y mostró su piedra, aquella que le transmitía paz y tranquilidad interna.
-Es ella sin duda. Ha traído la piedra filosofal que la buscó hasta encontrarla ya que solo elige un alma. Este alma pertenece a la reina Boudica.
Malena no sabía por qué pero no estaba ni sorprendida, ni contrariada. A estas alturas de la película ya nada le impactaba y aquella piedra… le transmitía tanta calma.
-¿Boudica? preguntó Sultán ¿la reina guerrera que lucho hasta el final por sus súbditos y su reino?
-Esa misma, la piedra no se equivoca. Siempre desaparece cuando su reina lo hace y emerge de la tierra cuando en otro cuerpo renace. Pero… no temas pequeña ¿Malena es tu nombre?
--Si venerable anciana.
-El mio es Ovidia aunque nuestras almas ya se conocen de otras vidas. Dime ¿cómo te encuentras en esta nueva etapa?
-La verdad es que no entiendo nada. No se porque me ha tocado a mi. Necesito saber de los míos, estarán muy preocupados y necesito saber de ellos.
-Que falta de consideración chicos ¿No le habéis proporcionado ayuda para que contacte con sus seres queridos? ¡Ay!... Escúchame bien pequeña, yo te ayudaré a llegar a ellos.
-Pero si es la reina guerrera ¿qué ayuda podemos ofrecerle? Más bien ella nos puede ayudar a nosotros, refunfuñó Sultán.
Ovidia soltó una carcajada y afirmó que llevaba razón.
-Tu misma puedes hacerlo y te mostraré como. Con la piedra en tu poder, tu pensamiento te conduce a donde quieras.
-Pero… yo quiero hablar con Fermín…
-Y puedes hacerlo. Cuando este dormido puedes introducirte en sus sueños.
-¿Cómo sabré cuando está dormido?
-Querida, busca en tu interior. Sin saberlo tienes muchas respuestas dentro de ti, solo tienes que canalizar tu energía junto con la de la piedra y podrás hacer grandes cosas que irás descubriendo poco a poco.
-Estoy un poco perdida, todo esto es nuevo para mi.
-Calma y tiempo, todo llegará. Y ahora todo el mundo a disfrutar de la fiesta.
-Pero Ovidia ¿no te olvidas de algo? le interrumpió Chispi.
Había olvidado entregarle un precioso vestido confeccionado por las ninfas para el gran día del reencuentro. Se trataba de un vestido blanco en seda natural con toques dorados y adornado con pedrería pulida en tonos naturales. Era largo y ajustado a la figura, ese vestido representaba la belleza y fortaleza de una reina guerrera.
-Si Chispi, tienes razón, la edad no perdona… bromeaba Ovidia.
Malena, querida, tenemos un regalo para ti. Es de todos nosotros con mucho cariño.
¡Adelante! ordenó mirando hacia la cascada.
En ese momento aparecieron dos ninfas portando un paquete envuelto en grandes hojas entrelazadas con cuerdas. Se pararon frente a Ovidia pidiendo permiso para su entrega. Ella asintió con la cabeza y se dirigieron hacia Malena dejando a sus pies ese gran regalo.
-¡Adelante, ábrelo!
Malena se sentía halagada con tanta atención y se emocionó al abrirlo y ver su contenido.

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