miércoles, 27 de octubre de 2010

Capítulo 6


Los dos amigos seguían en la terraza junto a Virginia charlando en la espera de recibir una llamada del museo. Un cañón de luz brillante atravesó el cielo acariciándolo y unos instantes después desapareció dejando una estela violácea.
-¿Qué ha sido eso? ¿lo habéis visto? preguntó Fermín exaltado.
-Si, lo he visto ¿de dónde creéis que venía? Respondió Tinín.
Virginia sin dar opción a ninguno contestó:
-Creo que puede ser cerca de la floristería, más bien dentro de ella. Pensaréis que estoy loca pero puede ser la piedra. ¿No le desapareció a Molina? Pues ha podido volver mágicamente allí de la misma forma que se fue. Acuérdate Fermín lo que nos contó cuando la vió por vez primera, se iluminó y desapareció.

Sin embargo nada era lo que parecía ya que el detective había descubierto que viajaba a través de la tierra y no del aire. Su exploración en el terreno del jardín le marcó un rastro quemado orientado hacia el norte. No pudo seguir las excavaciones ya que invadía el suelo de los vecinos adyacentes y necesitaba orden judicial para ello. Tampoco se había propuesto perforar todos los subterráneos de Vallelis, solo quería verificar como se trasladaba la energética roca. Quizá una fuente magnética en algún punto cercano la imantase hacia ella siguiendo los tratados de la física. Ahora había que localizar dicha fuente que no podía estar muy lejos.

Virginia seguía preocupada por la desaparición de su objeto codiciado. Cruzó sus estilizadas piernas bajo la atenta mirada de Fermín. Valentín no le prestó atención ya que a él le inspiraban más las extremidades masculinas.
-Estamos divagando un poco, quizá era un meteorito, dijo Tinín.
Virginia se levantó y decidió marchar hacia la dichosa tienda de flores, quería averiguar si tenía razón.
-Aquí os dejo, tengo cosas pendientes. Ya me llamaréis si tenéis noticias.
Fermín pensó que debía llamar al detective para averiguar si él también había sido testigo del fenómeno luminoso celeste.
-Hola Molina, ha ocurrido algo extraño, ¿ha visto usted esa luz?
-Si señor Sanz, la he visto. Pero no tengo ninguna explicación al respecto. Habrá que investigar la zona que rodea la floristería, ya le explicaré.
-Entonces ¿cree que provenía de allí? ¿piensa que tiene que ver con la piedra?
-No, no es la piedra, estoy seguro. Se desliza por el suelo y deja un rastro tras de si de tierra quemada. Eso que hemos visto tiene que ser otra cosa.

Virginia llegó a la tienda y observó sus rincones detenidamente. Era increíble como todas las flores estaban intactas. Se iba a tomar con calma la exploración ya que conseguir encontrar ese trofeo bien valía dedicarle su tiempo.

En el tapiz pedestre una piedra en especial sobresalía. Era blanca y con inscripciones en su superficie. Malena enseguida le prestó atención y se acercó deslizándose por la pulida superficie. Tenía la sensación de estar patinando sobre un lago helado. Sin embargo al acercarse a ella la temperatura se tornó más cálida y un placentero bienestar se apoderó de su ser. Parecía que la estaban llamando con un sonido que solo ella era capaz de escuchar. Tenía la sensación familiar de que era parte de su vida lo que iba a ver si la cogía. Se inclinó sobre ella acercando la mano y sintió el calor de la madre tierra recorriendo su cuerpo, la paz y tranquilidad se adueñaron de ella. Al recogerla entre sus manos empezó a experimentar algo nuevo, eran visiones. Veía la plaza mayor del pueblo con la terraza del mesón y su fuente generosamente decorada con guirnaldas.
-¿Oh, Dios mio! Exclamó.
Estaba viendo a Fermín sentado con su buen amigo Valentín.
Empezó a llamarles desesperadamente pensando que iban a escucharle. Por un momento se olvidó de donde estaba y solo anhelaba estar a su lado. Tantas emociones juntas hicieron que se derrumbara y comenzará a llorar en ese manto de piedras. Las lágrimas chocaban en el suelo fundiéndose con las piedras formando pequeñas estrellas que brillaban como diamantes puros. Cuando abrió los ojos y vio lo que ocurría paro de llorar y quedó hipnotizada con la maravillosa escena. Las estrellas parecían moverse al son de una música infantil que sonaba levemente. Pensó que no debía llorar más, que no le iba a suceder nada malo, que tenía que buscar la manera de regresar a casa.
Volvió a tocar la piedra, esa piedra blanca que la transportaba a sus lugares queridos, quería ver su tienda. Así que cerró los ojos y empezó a imaginársela, deseó verla con todas sus fuerzas. Su tienda querida, fruto de sus esfuerzos aparecía en su cabeza. Sus plantas, sus troncos, sus flores, todo estaba como lo dejo, intacto e inalterable con el tiempo.
-Pero… ¿qué hace Virginia en mi tienda? ¿qué está buscando con tanto interés? está sola.

Virginia había conseguido entrar gracias a la llave que vió como escondía Fermín sobre el altillo de la puerta. Estaba inspeccionando el hueco dejado tras quitar la cerámica cuando le sonó el teléfono.
-¡Dígame!
-¿Doña Virginia Milano?
-Si, ¿con quien hablo?
-Le llamo desde el juzgado a propósito de los certificados que demandó acerca de don Fermín Sanz.
-¡Ah si! Recuerdo, para un traspaso de titularidad eventual de un comercio.
-Si, así consta. Debo informarle que no hemos encontrado ningún dato de referencia que nos confirme la identidad de este señor.
-¿Cómo dice? Debe tratarse de un error. Yo doy fe de que existe.
-No lo dudo señora Milano pero solo le informo que no hay datos antiguos referentes a esta identidad concretamente hace cinco años.
-Pero, no lo entiendo.
-Las identidades están registradas bajo estricto orden número lógico, este señor no sale en las listas. Compruebe bien los datos y los apellidos y remítanoslos.
-Entiendo, ya les informaré, gracias por su atención.
La perspicaz abogada quedó intrigada con la llamada.
-Hace cinco años no hay datos sobre él, exactamente los que hace que lo conozco…
Decidió telefonear al protagonista de este misterio para contrastar sus datos por si hubiese un fallo en la escritura. Fermín quedó perplejo con su llamada y quiso quedar con ella para hablarlo directamente.

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