domingo, 31 de octubre de 2010

Capitulo 7


La celebración del otoño había comenzado con una explosión de tonos ocres en todo el bosque. Chispi y Sultán habían llamado a todos los seres que debían estar allí; a los grandes osos antes de su hibernación, los sagrados jabalís…
Ovidia les acompañaría esta vez ya que había decidido quedarse en este bosque para saber algo sobre la piedra mágica. Siempre que aparecía de nuevo traía con ella cambios importantes.
Al ponerse el sol las aves lo recibieron con un trinar acompasado con los graznidos de las aves de rapiña. Los osos elevaron sus patas delanteras levantándose como si fuesen torreones, los jabalís formados en fila hacían una reverencia al unísono, los cisnes representaban la danza de los vientos que sin duda era la más esperada por todos los habitantes del bosque siendo un regalo para la vista. Cada especie tenía su rito ancestral de celebrarlo y todos ellos juntos eran un verdadero espectáculo.

Mientras la fiesta continuaba Malena seguía en su búsqueda de alguna respuesta. Tras quedarse patidifusa al tocar esa piedra tan especial y ver todo lo que había visto, decidió seguir andando.
-¿Me estaré volviendo loca? todo esto no tiene sentido, es como si estuviera soñando. Me gustaría despertar en mi casa, ver mi tienda y estar junto a Fermín. Me siento tan sola. Fermín ¿dónde estás?, te necesito.
Caminaba con la única compañía de sus pensamientos cuando encontró a un lado del sendero una brillante piedra turquesa. Se arrodilló en el suelo y apartó la tierra que la medio escondía para poder contemplarla. Tenía miedo a que podía sentir o ver si la tocaba.
-¡Cógela! No pasa nada. Será tu amuleto.
-¿Quién está ahí?
-Hola, soy Pandora… tranquila, no te asustes.
Se trataba de un hada muy pequeña, del tamaño de una manzana. Vestía con los colores del arco iris y la envolvía una ligera capa de brillantina. Dulce y alegre, muy alegre, revoloteaba curioseando por todos los rincones.
-¿Qué haces aquí sola? ¿No vas a recibir al otoño?
-¿Al otoño dices?
-Si, a la celebración del equinoccio. Me dirijo hacía allí. ¡Vamos! Acompáñame.
-¿Qué puedo perder? pensó.
Así que agarró la piedra turquesa y también la blanca, de la que no quería deshacerse. Tomó rumbo hacia el lago acompañada por la dicharachera Pandora y no quiso pensar demasiado, su piedra blanca le daba tranquilidad.

Al entrar a su despacho Virginia se dirigió inmediatamente a su ordenador. Quería comprobar algunos datos antes de encontrarse con Fermín ya que quedo intrigada con la información recibida. En realidad no conocía nada sobre su pasado, tan solo los últimos cinco años que llevaba residiendo allí. Era muy sospechoso que no hubiese problemas en encontrar informes en estos años y si en los anteriores. Buscó en la red a partir de la información con la que ella contaba; en la cooperativa donde trabajaba por si existía algún curriculum o pista sobre otros trabajos en otros lugares pero, nada de nada. No podía tratarse de un error en la escritura del nombre porque estos cinco años tampoco constarían… y si estaban. Aquí pasaba algo extraño. Marcó su número de teléfono.
-Fermín, estoy en mi despacho. ¿Te puedes acercar por aquí? Tengo problemas para cambiar la titularidad de la tienda.
-Voy para allá, dame quince minutos.
Fermín se puso nervioso… ¿tendría que decirle la verdad? ¿Su secreto celosamente guardado tendría que ver la luz? Pero… ¡un momento!... podría inventar algo.¡Si!... eso es, pensaría camino al despacho algo verosímil para que la inteligente abogada no sospechara y quedara conforme.
El pequeño bufete estaba en la planta superior de la casa, propiedad de la familia Milano, que Virginia utilizaba para su trabajo. La decoración era sofisticada ya que contrató a un artista amigo suyo para que le ayudara. Admiraba el diseño italiano que se reflejaba en puertas y muebles de toda la estancia; maderas nobles, organzas y sedas… Sonó el interfono y accionó el botón de entrada.
-¡Sube! Estoy arriba.
La escalera estaba decorada con cuadros impresionistas que conseguía cuando iba a las subastas.
-¿Qué quieres tomar? Encendí la cafetera.
-Si, está bien, uno solo.
Se sentaron uno frente al otro separados por la robusta mesa de roble.
-Mira Virginia, no me voy a ir con rodeos. Iré directamente al grano.
-Te lo agradezco.
-Cambié mi identidad antes de llegar a Vallelis.
-¿Por qué motivo hiciste tal cosa?
-Fui testigo protegido en un juicio y me la cambiaron para proteger mi integridad física, estaba en peligro.
-Entiendo, ¿qué clase de juicio fue? ¿Criminal?
-Perdóname, pero entiende que no puedo responderte. Pondría en riesgo mi vida y la tuya también.
-Lo entiendo pero no puedo poner los papeles a tu nombre.
-Dejar todo como está, Male tiene que aparecer pronto.
-Pero… y si Malena se ha ido y no vuelve.
-¿Cómo puedes pensar algo así? Ella nunca lo haría, no es así. Me sorprende que digas eso.
-Discúlpame, todos estamos algo nerviosos. No me gusta verte sufrir…
-Si, tienes razón.
-Entonces te sugiero que busques alguna solución por si la desaparición se prolonga demasiado.
-Lo pensaré… y por favor, guárdame el secreto.
-Estate tranquilo, puedes confiar en mi.
-Gracias amiga. Ahora voy a intentar descansar, dormir un poco, no he pegado ojo en estos días. Ya hablaremos más detenidamente.
Virginia no se quedó tan contenta con la conversación como le hizo creer. Era una mujer muy ambiciosa y no le gustaba la idea de que Malena apareciera, acariciaba la idea de acabar sus días con Fermín. Tenía claro que iba a poner todo de su parte para que esta vez saliese bien.

Valentín disfrutaba ordenando y reorganizando su extenso número de ejemplares mientras tomaba un aromático te de frambuesas. Recordaba el primer día que llegó y se hizo cargo de la biblioteca. Tuvo que ordenar todos los libros que habían permanecido apilados durante mucho tiempo. Hubo uno lleno de polvo y medio raído por los ratones en el que recordó haber visto una imagen parecida a la de la piedra desaparecida. Lo guardó en una estantería apartada con otros incunables que encontró el mismo día. Pero había vuelto a su memoria al mirar las fotografías devueltas por el museo. Acababa de llegarle la información acerca de las inscripciones que así decía;
“La simbología inscrita en la piedra de la foto que nos envió está relacionada con la cultura celta, mucho antes del cristianismo e incluso de la propia escritura que nosotros conocemos. Las espirales concéntricas equivalen a Tierra, Cielo y Agua. Pero las espigas anexas que las rodean no corresponden a ningún signo conocido por nuestros archivos. Agradeceríamos que nos hiciera llegar esta pieza, sin duda alguna de alto valor informativo, para poder estudiarla más de cerca.”
Todo el mundo parecía tener interés en la piedra blanca, pensó.
Se dirigió a la estantería de sus joyas antiguas y buscó aquel libro de su recuerdo. Los celtas según su conocimiento habitaron en el norte de la península pero no tenía información sobre ellos en la costa mediterránea.
Allí estaba el tomo forrado en tapas de cuero, se hacía nombrar con el título de “Enigmas del pasado” y tenía casi un millar de páginas. Curioso título que catalogó entre sus incunables al no presentar autor que lo firmase ni fecha que lo avalase. Recordaba una imagen muy parecida a la piedra de cuando lo miró por primera vez. Abrió el libro y comenzó a pasar páginas: la lanza del guerrero, la espada de los dioses, pasó más adelante, la sábana sagrada, el manto de Neptuno. Hasta llegar al apartado dedicado a piedras y rocas; el diamante de las cien caras, el zafiro de Cleopatra, la piedra filosofal…
-¡Un momento!
Allí estaba, era la piedra de Molina. Había un dibujo a grafito que se asemejaba mucho a la que él había tenido la oportunidad de ver. Ojeó la leyenda que describía el dibujo:
“Piedra filosofal.- Esta piedra fue tutelada por los filósofos de la antigua Grecia, de ahí su nombre. Le atribuían poderes mágicos describiéndola como un haz de luz que recoge todo el espectro cromático del Universo. En ella se recoge el poder de las estrellas porque de ellas vino cayendo a la Tierra y encontrada por un campesino de aquella época.

Molina se dirigía a casa de su amigo Manuel. Le había llamado para contarle sus descubrimientos acerca del mapa. El detective no quiso relatar por teléfono su experiencia ya que le parecía un medio muy frío e impersonal, prefería el cara a cara.
Cuando llegó a su casa supo que su amigo traía malas noticias, lo conocía muy bien.
-¿Qué pasa Pepe? Te veo mal ¿ha sucedido algo?
-Si Manuel, vamos a sentarnos y hablamos más tranquilos.
-Te preparo un café, espera aquí un momento.
Improvisó una bandeja con la tapa de la caja que contenía las pastas francesas con frutos silvestres y la acompañó con dos cafés bien cargados.
-Veamos viejo amigo, ¿qué ocurre?
-La piedra se ha esfumado.
-¿Cómo dices?
-Que ha desaparecido,… te cuento. La tenía dentro del cofre bien guardada pero decidí abrirlo para contemplarla una vez más. Sin motivo alguno comenzó a iluminarse y salió disparada por la ventana. Bajé corriendo al jardín para seguir su rastro excavando cada palmo de tierra, era fácil porque lo dejaba marcado con tierra quemada, pero no la encontré. Tengo la teoría de que se desplaza gracias a un campo magnético que la atrae pero no puedo demostrarlo ya que no pude seguir porque pasaba a otras propiedades.
-No te preocupes hombre, ya encontraremos una solución a este misterio. Por cierto, he averiguado algunas cosas sobre el papiro. Te confirmo que se trata del bosque de Vallelis pero muy diferente a como lo conocemos hoy. He analizado las escrituras consiguiendo descifrar alguna frase suelta como;”Cuando caigan las hojas del último árbol la elegida regresará”.

Y sin ellos saberlo, eso mismo era lo que estaba ocurriendo.
Malena hacia su aparición en la fiesta del otoño maravillada con el espectáculo que presenciaban sus ojos. La gran cascada era el centro del reencuentro de aves, peces, anfibios y mamíferos que vivían en el bosque. Todos permanecían en un silencio colectivo, las primeras hojas de los árboles caían empujadas por la brisa del Levante. Pandora la dirigía hacia el punto más alto de aquel vergel escondido al mundo. Revoloteaba a su alrededor susurrándole:
-¡Adelante Malena! Ha llegado la hora.
Una anciana de frágil figura apoyada en su bastón le sonreía. A su lado estaba Chispi y otro ser de su mismo tamaño que no conocía. Se acercó hasta ellos ya que la anciana le provocaba ternura.
Ovidia observó que la recién llegada portaba en su mano un trozo de roca blanca.
-¡Ella es la elegida! gritó Chispi. Ha conseguido despertar del sueño invernal y ha llegado hasta aquí. Es ella.
¿Podrías mostrarme que tienes en la mano pequeña? preguntó dulcemente Ovidia.
Malena alzó su mano y mostró su piedra, aquella que le transmitía paz y tranquilidad interna.
-Es ella sin duda. Ha traído la piedra filosofal que la buscó hasta encontrarla ya que solo elige un alma. Este alma pertenece a la reina Boudica.
Malena no sabía por qué pero no estaba ni sorprendida, ni contrariada. A estas alturas de la película ya nada le impactaba y aquella piedra… le transmitía tanta calma.
-¿Boudica? preguntó Sultán ¿la reina guerrera que lucho hasta el final por sus súbditos y su reino?
-Esa misma, la piedra no se equivoca. Siempre desaparece cuando su reina lo hace y emerge de la tierra cuando en otro cuerpo renace. Pero… no temas pequeña ¿Malena es tu nombre?
--Si venerable anciana.
-El mio es Ovidia aunque nuestras almas ya se conocen de otras vidas. Dime ¿cómo te encuentras en esta nueva etapa?
-La verdad es que no entiendo nada. No se porque me ha tocado a mi. Necesito saber de los míos, estarán muy preocupados y necesito saber de ellos.
-Que falta de consideración chicos ¿No le habéis proporcionado ayuda para que contacte con sus seres queridos? ¡Ay!... Escúchame bien pequeña, yo te ayudaré a llegar a ellos.
-Pero si es la reina guerrera ¿qué ayuda podemos ofrecerle? Más bien ella nos puede ayudar a nosotros, refunfuñó Sultán.
Ovidia soltó una carcajada y afirmó que llevaba razón.
-Tu misma puedes hacerlo y te mostraré como. Con la piedra en tu poder, tu pensamiento te conduce a donde quieras.
-Pero… yo quiero hablar con Fermín…
-Y puedes hacerlo. Cuando este dormido puedes introducirte en sus sueños.
-¿Cómo sabré cuando está dormido?
-Querida, busca en tu interior. Sin saberlo tienes muchas respuestas dentro de ti, solo tienes que canalizar tu energía junto con la de la piedra y podrás hacer grandes cosas que irás descubriendo poco a poco.
-Estoy un poco perdida, todo esto es nuevo para mi.
-Calma y tiempo, todo llegará. Y ahora todo el mundo a disfrutar de la fiesta.
-Pero Ovidia ¿no te olvidas de algo? le interrumpió Chispi.
Había olvidado entregarle un precioso vestido confeccionado por las ninfas para el gran día del reencuentro. Se trataba de un vestido blanco en seda natural con toques dorados y adornado con pedrería pulida en tonos naturales. Era largo y ajustado a la figura, ese vestido representaba la belleza y fortaleza de una reina guerrera.
-Si Chispi, tienes razón, la edad no perdona… bromeaba Ovidia.
Malena, querida, tenemos un regalo para ti. Es de todos nosotros con mucho cariño.
¡Adelante! ordenó mirando hacia la cascada.
En ese momento aparecieron dos ninfas portando un paquete envuelto en grandes hojas entrelazadas con cuerdas. Se pararon frente a Ovidia pidiendo permiso para su entrega. Ella asintió con la cabeza y se dirigieron hacia Malena dejando a sus pies ese gran regalo.
-¡Adelante, ábrelo!
Malena se sentía halagada con tanta atención y se emocionó al abrirlo y ver su contenido.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Capítulo 6


Los dos amigos seguían en la terraza junto a Virginia charlando en la espera de recibir una llamada del museo. Un cañón de luz brillante atravesó el cielo acariciándolo y unos instantes después desapareció dejando una estela violácea.
-¿Qué ha sido eso? ¿lo habéis visto? preguntó Fermín exaltado.
-Si, lo he visto ¿de dónde creéis que venía? Respondió Tinín.
Virginia sin dar opción a ninguno contestó:
-Creo que puede ser cerca de la floristería, más bien dentro de ella. Pensaréis que estoy loca pero puede ser la piedra. ¿No le desapareció a Molina? Pues ha podido volver mágicamente allí de la misma forma que se fue. Acuérdate Fermín lo que nos contó cuando la vió por vez primera, se iluminó y desapareció.

Sin embargo nada era lo que parecía ya que el detective había descubierto que viajaba a través de la tierra y no del aire. Su exploración en el terreno del jardín le marcó un rastro quemado orientado hacia el norte. No pudo seguir las excavaciones ya que invadía el suelo de los vecinos adyacentes y necesitaba orden judicial para ello. Tampoco se había propuesto perforar todos los subterráneos de Vallelis, solo quería verificar como se trasladaba la energética roca. Quizá una fuente magnética en algún punto cercano la imantase hacia ella siguiendo los tratados de la física. Ahora había que localizar dicha fuente que no podía estar muy lejos.

Virginia seguía preocupada por la desaparición de su objeto codiciado. Cruzó sus estilizadas piernas bajo la atenta mirada de Fermín. Valentín no le prestó atención ya que a él le inspiraban más las extremidades masculinas.
-Estamos divagando un poco, quizá era un meteorito, dijo Tinín.
Virginia se levantó y decidió marchar hacia la dichosa tienda de flores, quería averiguar si tenía razón.
-Aquí os dejo, tengo cosas pendientes. Ya me llamaréis si tenéis noticias.
Fermín pensó que debía llamar al detective para averiguar si él también había sido testigo del fenómeno luminoso celeste.
-Hola Molina, ha ocurrido algo extraño, ¿ha visto usted esa luz?
-Si señor Sanz, la he visto. Pero no tengo ninguna explicación al respecto. Habrá que investigar la zona que rodea la floristería, ya le explicaré.
-Entonces ¿cree que provenía de allí? ¿piensa que tiene que ver con la piedra?
-No, no es la piedra, estoy seguro. Se desliza por el suelo y deja un rastro tras de si de tierra quemada. Eso que hemos visto tiene que ser otra cosa.

Virginia llegó a la tienda y observó sus rincones detenidamente. Era increíble como todas las flores estaban intactas. Se iba a tomar con calma la exploración ya que conseguir encontrar ese trofeo bien valía dedicarle su tiempo.

En el tapiz pedestre una piedra en especial sobresalía. Era blanca y con inscripciones en su superficie. Malena enseguida le prestó atención y se acercó deslizándose por la pulida superficie. Tenía la sensación de estar patinando sobre un lago helado. Sin embargo al acercarse a ella la temperatura se tornó más cálida y un placentero bienestar se apoderó de su ser. Parecía que la estaban llamando con un sonido que solo ella era capaz de escuchar. Tenía la sensación familiar de que era parte de su vida lo que iba a ver si la cogía. Se inclinó sobre ella acercando la mano y sintió el calor de la madre tierra recorriendo su cuerpo, la paz y tranquilidad se adueñaron de ella. Al recogerla entre sus manos empezó a experimentar algo nuevo, eran visiones. Veía la plaza mayor del pueblo con la terraza del mesón y su fuente generosamente decorada con guirnaldas.
-¿Oh, Dios mio! Exclamó.
Estaba viendo a Fermín sentado con su buen amigo Valentín.
Empezó a llamarles desesperadamente pensando que iban a escucharle. Por un momento se olvidó de donde estaba y solo anhelaba estar a su lado. Tantas emociones juntas hicieron que se derrumbara y comenzará a llorar en ese manto de piedras. Las lágrimas chocaban en el suelo fundiéndose con las piedras formando pequeñas estrellas que brillaban como diamantes puros. Cuando abrió los ojos y vio lo que ocurría paro de llorar y quedó hipnotizada con la maravillosa escena. Las estrellas parecían moverse al son de una música infantil que sonaba levemente. Pensó que no debía llorar más, que no le iba a suceder nada malo, que tenía que buscar la manera de regresar a casa.
Volvió a tocar la piedra, esa piedra blanca que la transportaba a sus lugares queridos, quería ver su tienda. Así que cerró los ojos y empezó a imaginársela, deseó verla con todas sus fuerzas. Su tienda querida, fruto de sus esfuerzos aparecía en su cabeza. Sus plantas, sus troncos, sus flores, todo estaba como lo dejo, intacto e inalterable con el tiempo.
-Pero… ¿qué hace Virginia en mi tienda? ¿qué está buscando con tanto interés? está sola.

Virginia había conseguido entrar gracias a la llave que vió como escondía Fermín sobre el altillo de la puerta. Estaba inspeccionando el hueco dejado tras quitar la cerámica cuando le sonó el teléfono.
-¡Dígame!
-¿Doña Virginia Milano?
-Si, ¿con quien hablo?
-Le llamo desde el juzgado a propósito de los certificados que demandó acerca de don Fermín Sanz.
-¡Ah si! Recuerdo, para un traspaso de titularidad eventual de un comercio.
-Si, así consta. Debo informarle que no hemos encontrado ningún dato de referencia que nos confirme la identidad de este señor.
-¿Cómo dice? Debe tratarse de un error. Yo doy fe de que existe.
-No lo dudo señora Milano pero solo le informo que no hay datos antiguos referentes a esta identidad concretamente hace cinco años.
-Pero, no lo entiendo.
-Las identidades están registradas bajo estricto orden número lógico, este señor no sale en las listas. Compruebe bien los datos y los apellidos y remítanoslos.
-Entiendo, ya les informaré, gracias por su atención.
La perspicaz abogada quedó intrigada con la llamada.
-Hace cinco años no hay datos sobre él, exactamente los que hace que lo conozco…
Decidió telefonear al protagonista de este misterio para contrastar sus datos por si hubiese un fallo en la escritura. Fermín quedó perplejo con su llamada y quiso quedar con ella para hablarlo directamente.

sábado, 16 de octubre de 2010

Capítulo 5


Aquel forzado aislamiento era bello pero Malena no soportaba el encierro y pensó;
-Si he sido elegida por algo, tengo que descubrir el por qué.
Se acercó a la salida de la gruta y comprobó que los setos la cerraban por abajo y los robles por arriba. Intentó abrirse paso entre ellos apartando con sus manos la espesa capa del verde manto. Una vez y otra vez la capa se recomponía cerrando su escapatoria. Arañó sus manos y de pura rabia comenzó a llorar desconsoladamente. Sus lágrimas humedecieron las hojas y las ramas que al reconocer la esencia de esa agua salada se rindieron a sus pies abriendo el codiciado escape. No lo dudó un momento, secó sus sollozos con los brazos y salió al exterior apoyándose en el tronco de sus guardianes con ramas.
Llovía afuera y las finas gotas se mezclaron en su melena rizada, como si de un bautismo se tratara. Quizá no era el mejor momento, mejor esperaría a que la lluvia cesara.

Molina en su despacho contemplaba el cuarzo sobre la mesa cuando comenzó a iluminarse e irradiar destellos con un aura violácea.
-¡Oh, Dios mio! Otra vez no, exclamó resignado.
La roca adquirió vida y gravitó hasta la ventana abierta, hundiéndose en la tierra mojada. Había intentado cogerla pero quemaba, la temperatura le subió sin motivos aparentes. Ahora pudo entender que la otra vez no pudo hacer nada. Saltó por la ventana, eran dos metros de nada. Se tiró al suelo, escarbó con sus uñas el césped de la entrada y nada de nada. Se había evaporado, desintegrado, fusionado con la madre tierra.

Fermín y Tinín seguían esperando la llamada tan importante mientras disfrutaban de un día espectacular. En la plaza continuaba la fiesta con sus espectáculos de danzas tradicionales. Eran una mezcla de baile folclórico y moderno. Los mozos del pueblo vestían sus trajes de gala que consistían en calzones morados, camisa blanca y una faja de lana en amarillo mostaza. En la cabeza lucían un sombrero de felpa, estilo campesino, de color blanco y manoletinas de piel negras en sus pies.
La plaza se alborotaba y llenaba de alegría al verlos actuar. Era un acontecimiento que unía al pueblo haciendo que olvidaran sus problemas. Esta función artística comenzaba en la plaza y recorría algunas calles para acabar en la ermita situada en la parte alta de Vallelis.
Fermín y Tinín asombrados disfrutaban del buen hacer de los danzantes, les llenaba de orgullo y disfrutaban como niños. Sin embargo no les siguieron ya que esperaban la llamada del museo y no querían despistarse ni un momento.
Sin más, sonó el teléfono de Fermín, pero no eran buenas noticias. Molina le contó lo sucedido con la piedra.

Por la esquina del mesón apareció Virginia vistiendo traje entallado color pistacho con falda hasta la rodilla. Llevaba siempre tacón fino y medias de seda. Su melena negra recogida parcialmente con un pasador de madera dejaba ver su rostro moreno y su mirada serena. Era mediterránea por los cuatro costados, su familia era de allí desde tiempos de lejanos antepasados en los que razas árabes se mezclaron con hispanas. Tenía el paso firme y las ideas claras, sabía lo que quería y ante ella apareció sentado en la terraza.
Fermín se levantó de la silla al verla y la invitó a compartir mesa.
-Estamos tomando unos finos, tú ¿qué deseas? preguntó Fermín.
-Lo mismo estará bien. ¿Qué tal Valentín? ¿Mucho trabajo con la feria?
-Todo controlado, llevo varias semanas preparándolo. Ahora lo importante es Malena.
-¿Sabéis algo ya de la piedra?
-Si sabemos… sabemos que se ha evaporado como el agua.
-¡Cómo dices!… pero… no la tenía Molina custodiada.
-Me acaba de telefonear… la piedra desapareció otra vez bajo la tierra.
Virginia quedó pensativa, dudaba de que hubiese desaparecido.
-Este Molina la habrá escondido, pensó, con lo protegida que la tenía.
-Y ahora ¿qué?
-Tomamos fotos y el museo nos va a mandar información sobre ella, tengo conocidos allí, le replicó Valentín.
-¿Cómo es posible? Ni que tuviera poderes un trozo de roca…
-Poderes o no, va y viene cuando quiere.
Fermín estaba entre lo real y lo abstracto. Su visión de la cafetería le había abierto una puerta a lo desconocido.

Dejó de llover en el bosque y Malena se armó de valor y salió de su escondite. No sabía por donde empezar, así que siguió el sendero que le marcaban las hermosas flores esperanzada en conseguir respuestas. Mientras andaba se escuchaban murmullos tras la espesa vegetación. Estaba un poco asustada porque no sabía que podía encontrarse y no paraba de oír ¡es ella, es ella!
De repente en el camino vio una ardilla que le miraba con curiosidad. Malena decidió preguntarle si sabía darle una pista hacia donde ir.
-Hola bonita, me podrías ayudar, no se donde estoy.
-Hola Malena, ¿qué haces fuera de tu refugio? No es bueno que andes sola, deberías volver.
-Pero… ¿cómo sabes mi nombre? No entiendo nada, voy a volverme loca.
-No puedo contestarte, pero confía en mi.
-¿Estoy alucinando? Se preguntó.
¡Había estado hablando con una ardilla!
Todo esto debía ser un sueño. Esperaría a que pronto acabara.
Siguió el camino sin hacerle caso hasta encontrarse con una bifurcación. Dos senderos distintos aparecieron frente a ella. Uno de ellos bordeado por grandes abedules que desprendían su fragancia junto a los grandes fresnos con sus hermosas hojas. El otro con piedras en el suelo de diferentes tonos; rosáceas, azuladas, blanqueadas… todas ellas finamente pulidas y perfectamente encajadas.
Se decidió por este último, algo le atraía a pisarlas. Eran de tacto suave y líneas redondeadas. Caminó deslizándose sobre ellas como si de una pista de baile se tratara. Era un maravilloso tapiz natural, pensó, cogeré una de ellas. Se inclinó hacia el suelo, alargó sus brazos y un escalofrío recorrió su cuerpo cuando su piel entró en contacto con el mosaico. No quiso volver a tocar pero lo intentó de nuevo. Tocó una azulada y su cuerpo comenzó percibir sueños pasados en el bosque. Se asustó tanto que la soltó inmediatamente. Pero algo le decía que tenía que probar otro color, parecía que aquellas piedras contenían las respuestas. Así que decidió tocar la blanqueada. El tiempo se paró, todo comenzó a girar a su alrededor y a mezclarse los colores… ¡uf! Aquello era alucinante.

Molina cogió su detector de energías y con una pala levantó toda la tierra de su jardín durante toda la noche. Rastreó palmo a palmo, metro a metro, su lógica le decía que las cosas no desaparecen como si nada. Todas son parte de un espacio que las contiene y que através de otro espacio se transportan. Esa piedra no tenía que estar lejos, iba a encontrarla. Habría dejado un rastro de tierra quemada. Nada desaparecía sin dejar pistas y él iba a encontrarlas.

domingo, 10 de octubre de 2010

Capítulo 4


La piedra filosofal yacía en un cofre que Virginia recogió en la sección de regalos que había en la tienda. Guardaron el hallazgo y seguidamente marcharon a su despacho de abogada para analizar la situación. Molina no se separaba del cofre y lo abría de vez en cuando para comprobar que seguía allí. Esta vez no le perdería la pista.
-Deberíamos consultar con un experto en la materia, ¿no creen? comentó Virginia.
-Si, Tinín podría darnos información de donde encontrarlo, sugirió Fermín.
-Primero me gustaría que Manuel echase un vistazo a estos símbolos grabados. Molina no quería separarse de la piedra.
-Muy bien señores, hagan lo que crean oportuno. Yo debo regresar a mis tareas, tengo que acercarme por las viñas para administrar las parcelas. Con la vendimia encima hay mucho trabajo pendiente, si me disculpan.
-De acuerdo. Llamé a su amigo y muéstreselo. Después se lo llevaremos a Tintín.

Molina fue en busca de su amigo con su pequeño tesoro.
-No te lo vas a creer Manuel, lo que hemos encontrado…
-Tranquilo Pepe, cuenta, cuenta.
-¿Recuerdas aquel episodio de mi vida que me cambió por completo?, aquel que me ocurrió en los viñedos donde encontré una piedra.
-Claro que lo recuerdo, como para olvidarlo. Casi te volvió loco aquel suceso. ¿Qué ha ocurrido?
-¡Mírala! la tengo aquí. No se cómo ni por qué pero estaba en la floristería de la chica desaparecida a dos metros bajo el suelo.
-Pero… ¿cómo es posible? Estás seguro que es la misma que encontraste tú.
-Si, segurísimo. Mira las inscripciones que tiene, son las mismas que entonces vi. ¿Sabrías interpretarlas?
-Déjame ver… espera un momento que traigo el pliego… ¡Mira Pepe! es increíble, se trata de la misma grafía.
-Entonces ¿sabes algo ya de esta simbología?
-No, necesitaré más tiempo. Aunque encuentro semejanzas entre los símbolos de la piedra y el emblema del pliego. Algunos son insignias de la cultura celta.

La biblioteca era un paraíso de sensaciones. No era la típica de un pueblo sino una combinación de estilos y decorados. Valentín consideraba que un espacio de lectura como aquel tenía que servir también para abrir las mentes. Por esa razón fue creando rincones especiales donde estabas obligado a imaginar y evadirte de la realidad; el rincón exótico con alfombra y pared tapizada desprendía aromas a esencias milenarias, el rincón francés estaba acondicionado con una gramola y cortinas de encaje, el rincón pirata tenía mapa del tesoro y espadas cruzadas. Siempre que lo visitaba Fermín se sentaban en el rincón del misterio. Tenía una mesa maciza con grandes butacas, lupa y carpeta de cuero sobre ella con un juego de estilográficas reservadas para las firmas importantes.
Allí estaban sentados tomándose dos cafés que Valentín había preparado en su cafetera italiana. Le relató todo lo ocurrido en la tienda y la existencia de la piedra misteriosa grabada con signos especiales.
-No me lo puedo creer… ¿seguro que este Molina no tiene alucinaciones….?
-Mira, no se si las tiene o no, pero hay muchas coincidencias entre su relato y todo lo que rodea a la desaparición de Male.
-El museo de las civilizaciones tienes manuscritos con diferentes tipos de escritura. Además tiene especialistas en lenguas muertas. Si me proporcionas la piedra podría llevársela para que la compararan con lo que allí tienen.
-No se cuando podré traerla, Molina no se separa de ella.
.No importa, hazle una foto o grábala incluso, eso de momento serviría.

Era extraño como habían sufrido desperfectos los tejados de las casas y sin embargo los viñedos estaban intactos, pensó Virginia. Sería verdad la historia que contó Molina, se preguntaba. Desde el año en que dijo le había ocurrido el magnífico suceso, las vides se habían fortalecido sin atacarles plagas ni afectarles heladas. Las uvas tomaron renombre por su calidad, hasta los mostos eran codiciados por las grandes marcas comerciales. Si esa piedra tenía el poder de garantizar unas viñas sanas y sin problemas, esa piedra era un tesoro.

Fermín seguía en la biblioteca cuando le llamó Molina.
-Dígame Molina.
-¿Dónde se encuentra? Podemos quedar ahora para enseñarle la piedra a ese amigo suyo que mencionó.
-Ahora mismo me encuentro con él en la biblioteca, le esperamos aquí.
-¡Tinín! ¡Tinín!
-¿Qué pasa? ¿Quien te ha llamado?¿Eran buenas noticias?
-Si, viene hacía aquí Molina con la piedra.
-¡Genial! Prepararé otro café mientras esperamos.

Chispi seguía contándole lo de la piedra a su amigo Sultan cuando sin más la cascada que se rompía en el lago desapareció. En ese momento el silencio se hizo en todo el lugar, se paralizaron los pajarillos, los cisnes, el tiempo… Al momento, por donde antes bajaba la cascada apareció una mariposa. Era luminosa y de colores alegres como el arco iris. A su paso dejaba una estela de brillantes estrellas.
La magnífica mariposa se posó en uno de los cerezos y tras un minuto en reposo levantó el vuelo y desapareció por donde había llegado. La cascada volvió a su cauce y todo volvió a la normalidad.
Chispi y Sultan no articulaban palabra.
Se levantó una suave brisa y la sacerdotisa del otoño hizo su aparición. Al cambiar la estación siempre anunciaba su llegada de forma simbólica. Las mariposas daban la bienvenida y la despedida del verano. En realidad eran pequeñas ninfas que acompañaban a las sacerdotisas en el cumplimiento de los pasos estacionales.
Una capa tejida con un entrelazado de hilos de seda y hojas secas envolvían su estilizada silueta. Su pálida tez combinada con el blanco arrugado de sus manos alargadas. Se acercó a los dos sorprendidos espectadores que admiraban el momento y les dijo:
-Las estrellas me han guiado, el viento me ha empujado, las plantas me han llamado y hasta aquí he llegado. Saludos amigos del bosque, el cambió de estación llegó.
Sultan se apresuró a prestarle ayuda ya que se ayudaba de un bastón para mantener el equilibrio. Los años pasaban y ya eran muchas las estaciones vividas.
-Aquí está el pequeño Sultan siempre dispuesto a ayudar. No temas pequeña. Me llamo Ovidia y traigo la serena calma después del ajetreado verano.
-Había oído hablar de ti, pero nunca te vi. Mi nombre es Chispi y soy la guía y guardiana del bosque.
Mientras conversaban bandadas de aves volaban en retirada hacia la estación pasada. Le relataron la historia de Malena y la piedra filosofal. Ovidia quedó pensativa…
-Lleva tiempo desaparecida aquella piedra. Mandé a la lluvia para buscarla entre las rocas perdidas, bajo el suelo, sobre las plantas y… nada de nada. Desde que la diosa del la tempestad se la arrebató al árbol sagrado, la piedra buscará el alma de su árbol que migró tras quedarse sin ella… e intuyo que Malena posee ese alma.
-SI, ¡eso es!... gritó Chispi con alegría. Los robles la coronaron como su reina y la protegen día y noche.
-Entonces hay que encontrarla lo antes posible para que vuelvan a estar juntas, dijo Sultan.
-Si, pero no es tan fácil. No sabemos donde está, ese es el problema. Tendremos que esperar a que la propia naturaleza nos deje pistas o la misma piedra encuentre su alma guiándose por la energía que las une, contestó Chispi.
-No os preocupéis pequeños, todo llegará a su debido momento. Seguid con los preparativos y tranquilos.

Empezó a llover y Molina metió el cofre con la piedra en su bolsa. Como le gustaban esos días de lluvia. El olor de la tierra mojada le transportaba a aquellos inolvidables momentos paseando por el campo con su padre. Era un niño entonces y recogía caracoles cuando les salían al paso… pero había pasado tanto tiempo.
En la biblioteca lo recibieron con entusiasmo. Valentín estaba impaciente por ver el magnífico hallazgo. Su excelsa imaginación le proporcionaba mil respuestas para la resolución del misterio pero trataba de dar una imagen pragmática para que lo consideraran más en serio.
-Encantado Molina, no había tenido ocasión de conocerle, no para mucho por aquí.
-Había oído hablar de la original biblioteca con muchos elogios pero veo que se han quedado cortos.
-Pase, pase y siéntese. Cuéntenos que ha descubierto.
Molina abrió su bolso y colocó el cofre sobre la mesa maciza. Toda la atención se centró en aquel recipiente de madera forrado con terciopelo azul que el investigador había custodiado desde su descubrimiento. Despegó el cierre adhesivo y mostró su interior a la pareja de amigos.
-¡Uy! Parece una pieza valiosa. Se asemeja al cuarzo blanco con inscripciones plateadas, me atrevería a decir que se han realizado con algún tipo de aleación fuerte para poder adherirse a la piedra.
-Si Tinín, este tipo de roca no es muy común y tiene un alto grado de dureza.
-Compruebo señores que no son profanos en estos temas pero les tengo que decir que lo importante es lo inscrito en su superficie.
-Propongo hacerle una foto uy mandarla por fax al museo, seguro les interesa comentó Tinín.
Acordaron hacer la foto y mandarla para tener noticias lo antes posible. Molina recogió el tesoro y se marchó a su despacho para seguir investigando pero con la piedra a su recaudo.
La pareja de amigos se fueron al bar de Pepa, necesitaban que el tiempo pasase rápido hasta que lo s del museo les llamasen. Se sentaron en la mesa más cercana a la fuente que transmitía calma con el suave sonido del flujo de limpias aguas.

domingo, 3 de octubre de 2010

Capítulo 3


Fermín seguía desesperado. Necesitaba una pista, algo que le diese esperanzas. Así que decidió ir a la floristería para intentar encontrar algo ya que fue el último lugar donde fue vista. Entró con sigilo y cautela, no quería tocar, ni pisar nada que fuese una pista. La tienda transmitía paz, el perfume de Malena seguía allí, todo estaba igual. Algo raro les había pasado a las flores, estaban como la rosa que se encontró la señora Teresa. Parecían estar recién cortadas y que el tiempo se hubiese detenido esperando algo o a alguien. Se sentó en la mecedora donde tantas veces leía el periódico mientras la esperaba antes de ir a comer. Allí se quedó dormido.

Amaneció un día soleado y Molina salía del centro meteorológico. Quedó impactado con los datos que obtuvo; tormenta eléctrica en un radio de dos kilómetros, exactamente el territorio que abarcaba Vallelis. El epicentro de la tormenta estaba perfectamente localizado en el cuadrante inferior derecho del mapa apuntando la marca donde se asentaba la floristería. Los técnicos dijeron que era un caso extraño pero no anormal ya que había casos de acumulación energética excesiva en un punto y los rayos convergían en él. Habría que investigar aquella tienda de flores palmo a palmo en búsqueda de fuentes energéticas que explicasen el fenómeno. Marcharía de vuelta rápidamente… podría volver a ocurrir. Para un acontecimiento de este calibre que sucedía, no pudo vivirlo ya que se encontraba con Manuel de escapada campestre. Si volvía a ocurrir no quería perdérselo.

La plaza era una algarabía de sonidos y colores. Los ruiseñores que asomaban tras sus jaulas en los balcones retaban a las cardelinas que volaban libres por los tejados. Las trepadoras erguían sus tallos ante la presencia del sol. Las mesas de la terraza vestían manteles morados e invitaban a los traseuntes a sentarse en aquella soleada mañana. Virginia acababa de llegar, su trabajo de perito la tenía inmersa en los daños producidos en todas las edificaciones. Además era abogada y tenía el despacho allí mismo. Se sentó y pidió a la camarera del mesón una copa de crianza de la tierra con una tabla de ahumados. Conoció a Fermín el mismo día que llegó al pueblo y la química surgió pero luego conoció a Malena y… no tuvo nada que hacer.
Fermín apareció con la misma ropa del día anterior, sin afeitar, pasó la noche en la tienda.
-Gracias por venir Virginia, se lo ocupada que estás estos días.
-No digas tonterías… siéntate y cuéntame como te encuentras.
-Mal…no como…no duermo…quería que me asesoraras acerca de mi situación. ¿Qué hago con la tienda mientras Male no esté?
-Habrá que mantenerla cerrada hasta que esto se esclarezca.
-Pero ¿qué pasará con todas las plantas? Male ha invertido mucho en su negocio.
-Esperaremos a que sufran deterioro. No obstante busca los papeles del seguro, los estudiaré.

Decidió regresar a la tienda para buscar los papeles que Virginia le había pedido. En una pequeña habitación que utilizaba de despacho los encontró. En el mismo cajón había otro papel ennegrecido y arrugado, parecía un mapa. No lo reconocía y decidió guardárselo para mostrárselo a Molina y en su busca fue. Le había telefoneado y quedaron en verse en el bar de Pepa.
-¿Qué noticias tiene Molina?
-Fue impactante se lo aseguro. Necesitaría seguir investigando antes de decirle nada en concreto. Tendré que analizar minuciosamente cada rincón de la tienda. Le llamaré para ir.
- Mire, encontré esto buscando en los cajones donde Male tenía sus documentos. Parece un mapa.
-Traiga,… lo estudiaré.

Molina decidió llamar a su amigo Manuel para enseñarle el mapa misterioso ya que desde pequeño le había interesado el mundo de la cartografía. Se dedicó varios años a estudiar el oficio aunque actualmente se dedicaba a la notaria. En su tiempo libre recorría mercadillos en busca de mapas antiguos.
-Se trata de un pliego antiguo, diría yo que anterior a la revolución industrial. Fíjate en el tipo de escritura e impresión. Pero esta simbología no la reconozco, tendré que analizarla.
-Hazlo Manuel, todas las pistas son valiosas.
-Buscaré en mis viejos libros alguna semejanza y ya te haré saber. ¿Quedamos para este fin de semana? Podríamos repetir la escapada.
-¿Qué dices? No tenía un caso como este hace tiempo. Tengo que dedicarle toda mi atención hasta averiguar algo. La desaparición de Malena Lusón ha conmocionado al pueblo.

Virginia escondía sus ojos verdes tras unas gafas de diseño. Su traje de chaqueta entallado dibujaba una silueta de proporcionadas dimensiones. Siempre vestía elegantemente incluso cuando realizaba los peritajes. Había nacido allí y solo abandonó Vallelis para realizar sus estudios universitarios. Viajaba por motivos profesionales pero siempre regresaba, se sentía segura y protegida. Su familia poseía una finca que abarcaba el cincuenta por ciento de la producción vinícola. Ella se encargaba de las gestiones administrativas.
Estaba valorando los daños ocasionados en las viviendas cuando le tocó la casa de la señora Teresa. Uno de los rayos había alcanzado su jardín y destrozado su coqueto merendero que tanto dinero le costó.
-Entra Virginia, en la parte de atrás lo verás mejor. ¿Crees que me lo pagará el seguro?
-Su seguro es muy modesto Teresa, no creo que entren los daños por agentes atmosféricos.
-No me digas eso… ¡Ay! Si mi pobre Alfonso levantara la cabeza…lo construyó con sus propias manos.
-Trataré de enfocarlo de otro modo para que resulte un fallo en los materiales de construcción… quizá por ahí…
-Gracias hija, por cierto ¿sabes algo nuevo sobre Malena?
-Mire Teresa, todos se han empeñado en que ha desaparecido misteriosamente y nadie ha dado por hecho que simplemente se ha marchado.
-¿Por qué dices eso? Estaba muy a gusto con su tienda.
-Eso pensamos pero ¿quién sabe? podría tener sus razones.
-No, no, yo la vi desaparecer en una nube de humo.

Manuel estudió el mapa durante horas, le fascinaba. Pasó la noche en vela buscando entre sus libros. Encontró uno que tenía planos antiguos de Vallelis y uno de ellos se asemejaba bastante al pliego. Se trataba del bosque que se encontraba al otro lado del pueblo. La escritura que llevaba impresa seguía sin reconocerla, tenía que seguir investigando. Llamó a su amigo para contarle su descubrimiento.

Molina se sentó en una mesa bajo la sombra de un árbol y esperó a que apareciera Fermín, le había telefoneado. Y, apareció, tenía un aspecto desolador.
-Señor Sanz, tiene que cuidarse. Si no descansa no me servirá de ayuda.
-Fácil es decirlo pero poder cumplirlo…
-Tengo noticias sobre el pliego antiguo. Mi buen amigo Manuel, conocedor de esta materia me ha comentado que se trata de un mapa del bosque. Este bosque parece ser el encontrado en las afueras de Vallelis..
-¿Para que querría Malena el mapa del bosque?
- No se decirle pero me gustaría visitar la tienda ahora. Tengo aquí mismo el coche y podemos acercarnos.
Se dirigieron a la floristería con las ventanillas bajadas acompañados por la música de violines y guirnaldas doradas. Sonaba la pequeña serenata nocturna de Mozart y el pueblo se había reunido en aquel aforo para brindar por las cepas madre, tradición antigua que conservaban desde los ancestros.
Al entrar en la tienda no percibieron olores extraños, todo seguía igual; las orquídeas espectacularmente bellas, los helechos vigorosamente erguidos, las margaritas dulcemente predispuestas. Molina portaba un maletín que abrió en el suelo sacando un desplegable compuesto por una vara y un aparato anexo en su extremo.
-Se trata de un sonar electromagnético. Mide las posibles acumulaciones de energía.
-¿Qué espera encontrar?
-Todavía no lo se… una fuente de calor o algún tipo de magnetismo.
Comenzó a rastrear por el centro de la estancia. Un piloto se encendió tímidamente.
-¡Atención! Aquí hay algo.
Incidió en los rincones y bordeó la habitación. En el rincón de la ventana era donde el rojo del piloto era más intenso.
-¡Aquí hay algo! Necesito permiso judicial para levantar las baldosas.
-Espere… llamaré a Virginia. Quizá ella pueda conseguírmelo aunque… el precinto judicial solo rodea el jardín. No creo que haga falta.
-Llame, llame… no demos pasos en falso.
Virginia contestó al teléfono.
-Dígame.
-Soy Fermín, me encuentro con Molina en la floristería y necesitamos hacer una obra en búsqueda de pistas. ¿Puedo hacerla sin autorización judicial?
-Veamos, ¿qué tipo de obra?
-Levantar unas baldosas del suelo.
-¿Baldosas?¿qué esperáis encontrar?
-Algo que nos oriente, estamos muy perdidos.
-Me dirijo en este momento hacia allí. No toquéis nada hasta que llegue.
Pasó por su despacho para recoger un formulario donde Fermín pudiese firmar como responsable de obra. Sentía curiosidad y se apresuró en llegar.
-Aquí traigo esta documentación. Fírmala como responsable en la ausencia de Malena.
Molina sacó un cortafrío y un mazo del maletero de su coche y comenzó a levantar el suelo. La señal era más potente ahora. Siguió picando en el cemento hasta tocar tierra. Excavó, excavó, el piloto parecía que iba a estallar. Entonces apareció.
-¡Dios mío! , era su piedra.
Aquella que tuvo entre sus manos años atrás y que desapareció bajo sus pies.
Estaba muy emocionado y apenas articuló palabra.
-¿Qué ocurre Molina?, ¿Ha encontrado algo importante?, preguntó Fermín.
-No se lo van a creer, le contestó.
Les relató su aventura con la misteriosa piedra y como durante años no había conseguido dar respuesta para aquel acontecimiento.

Malena estaba rodeada de todo tipo de atenciones para su protección. Los robles custodiaban la entrada y una espesa capa de seto cubría su recogido aislamiento. Los jilgueros se colaban y le piaban al oído contándole los secretos en la música de las aves. Chispi entretanto se dirigía a la llamada de los magos mayores. Allí se reunían todos los guías… el del mar, el del río, el del aire,…Fue en esta reunión donde le informaron del motivo de escoger a Malena.
Sin embargo y ante cualquier pronóstico, la bella durmiente despertó de su letargo. Los mentoles no habían producido el resultado esperado. Despertó lentamente apreciando la decoración del que era su lecho. Se incorporó y siete mariposas revolotearon a su alrededor para extender el aroma del heno. Chispi llegó y quedó sorprendida del espectáculo.
-¡Despertaste¡… pero ¿cómo te sientes?
-¿Qué?, ¿quien eres?, ¿dónde estoy?
-¿No me recuerdas Malena? Soy Chispi, tu guía.
Creo que me pasé un poco con la dosis de dulces sueños pensó.
-Voy recordando ¿me diste algo que me dio mucho sueño?
-Si Malena, estabas muy nerviosa ¿te encuentras mejor?
-Me encuentro bien,… creo.
-Puedo darte ya alguna respuesta. Los magos mayores creen que tienes una maldición. Mientras la tengas atraerás a las tormentas eléctricas. Nosotros solo tratamos de protegerte.
-Pero ¿qué me cuentas?, ¿cómo me ha llegado precisamente a mi?
-Eso tratan de averiguar, creen que has sido elegida por algún motivo especial.
-No puedo creer lo que me está pasando.
-Los magos me comunicaron que el antídoto existe. Se trata de la piedra filosofal.
-Y ¿dónde está la piedra esa?, ¿habrá que buscarla?
-Tranquila, no corras tanto. Tendrás que quedarte por tu seguridad aquí un tiempo.
-Pero tú no lo entiendes, estoy desando volver a Vallelis con la gente y mi pobre Fermín que estará muy preocupado.
-No te preocupes, las señales van llegando y nos marcarán el camino.

Malena se quedó en la cueva pensativa, con deseos de salir y que todo se solucionase lo antes posible. Aunque no se quedó muy tranquila con lo que le contó Chispi. Había algo que le decía que esa no era toda la verdad, que le ocultaba algo más pero ¿el qué? Mientras le daba vueltas a la cabeza no podía apartar su vista de aquellas maravillosas guirnaldas de flores que adornaban aquel lugar. El perfume que desprendían era el mejor ambientador natural. El suelo estaba cubierto de heno fresco que transmitía tranquilidad y bienestar. Los animalillos entraban y salían a su antojo, todos revolucionados por su presencia. Querían verla porque en el bosque no se hablaba de otra cosa.

Chispi se dispuso a ir al lago encantado, tenía muchas cosas que hacer. El día de la fiesta se acercaba y tenía que estar todo preparado. En este lago era donde celebraban los acontecimientos más importantes. Parecía el de un cuento de princesas. Estaba rodeado de largas praderas verdes, cerezos en flor y una cascada salida de unas rocas que rompía el agua cristalina de color celeste. El cielo siempre lucía claro con su sol radiante reflejándose en el agua. Los cisnes blancos como perlas se paseaban con elegancia entre las aguas. El fondo musical lo marcaban los ruiseñores. Allí encontró a Sultan, su fiel amigo desde hace muchas primaveras. Era un duende de las estaciones y al igual que ella tenía orejas puntiagudas hacia arriba. Estuvo contándole la necesidad de encontrar la piedra filosofal que tanto tiempo llevaba desaparecida.