domingo, 12 de diciembre de 2010

Capítulo 12


Todo volvía a la normalidad tras la tormenta, el pueblo recobraba su actividad diaria; la panaderia ya había horneado los primeros panes y tortas de manteca, la fruteria exponía sus mercancías en la puerta, los primeros sonidos de furgonetas transportando sus artículos se mezclaban con el trino de los ruiseñores que estaban denuevo en los balcones. El sol lucía radiante, parecía como si un gigante hubiera soplado fuerte arrastrando la tormenta para dar paso a un magnífico día.
La señora Teresa ponía al descubierto sus macetas para que se alimentaran de sol. Había una muda competición entre las vecinas de mediana edad por sus macetas, parecían estar en un concurso en el que se valoraba el balcón más bonito adornado por esas macetas tan coloridas. Las cuidaban con esmero y eran colocadas en lugares estrátegicamente calculados para ser vistas con detalle.
Manuel decidió dar una vuelta al pueblo tras cesar la tormenta, quería ver como había quedado todo. Mientras, su amigo y los dos compañeros intentaban solucionar el problema del coche. Tinín se puso manos a la obra otra vez, ya no llovía y querían salir de allí cuanto antes.

El bosque tambien recobraba una cierta normalidad despues de la inexperada visita de la diosa. Malena salió del árbol y contempló los daños ocasionados por la violenta tormenta; ramas rotas, arbustos arrancados. Se había ensañado a conciencia con las flores silvestres, con el cariño que sentía hacía ellas.
Recuerdos de otra vida venían a su mente, recuerdos de batallas, de luchas encarnizadas donde ella era la protagonista. Tambien recordaba la infancia junto a sus padres, desde pequeña adoraba el mundo de las plantas, su padre la llamaba "la pequeña amazona".
Chispi apareció con cara de preocupación, no sabía cuando iba a regresar la malvada destructora.
-Voverá pronto, lo se, debes esconderte.
-Estoy cansada de esconderme, no voy a estar escondida siempre.
-Pero... acabará contigo.
-No si me ayudaís... lo primero necesito armas y coraza de guerrera para luchar.
-Pero, si no estás preparada...
-Lo estaré,... esta piedra me infunde fuerza y valor, encontraré la forma de destruirla o al menos, de mantenerla a raya. Si nos agrupamos seremos fuertes y no podrá acabar con todos.
-¡Cierto, cierto, muy cierto! le contestó Ovidia que hacía aparición apoyada en su bastón junto a Sultán.
-Mira como lo ha dejado todo... hay que pararle los pies, no dejaré que acabe con el mundo de las plantas abusando de sus poderes.
-Dices bien pequeña... esta vieja estará contigo en tu lucha.
-Si, necesitamos estar todos juntos para tener y darme a mi más fuerza. Ahora me toca ayudaros a mi.

El coche estaba preparado para encaminar la marcha. Fermín quería regresar al bosque, tenía curiosidad por ver el lugar en el que el detective vio el fenómeno tan raro en el monte. Asi que como Molina tambien quería, tomaron esa dirección.
Al llegar allí se quedaron sorprendidos, unos cordones de plástico blanco con letras verdes bloqueaba la entrada del sendero. Bajaron del coche y se acercaron a mirar que pasaba. Se trataba de un cordón de la guardia forestal, lo que no entendían era el motivo por el que lo habían puesto, algo pasaba.
La curiosidad pudo con ellos y decidieron saltarlo entrando a hurtadillas para mirar. Anduvieron unos dos metros y se escodieron detrás de unos arbustos. Estaban los forestales con unos hombres vestidos como auténticos exploradores. Manejaban distintas herramientas que no acababan de distinguir con claridad.
-Pero... ¿quien son esos hombres? ¿qué hacen aquí? susurró el detective.
-No lo se pero tenemos que averiguarlo e intentar llegar al hueco del monte, contestó Fermin.
Uno de ellos tenía rasgos asiáticos y llevaba varios recipientes con muestras de tierra en su mochila, el otro les mostraba a los forestales un mapa indicándoles alguna dirección, parecían estar perdidos.
-Se han debido de extraviar, dijo Tinín.
-No lo creo, contestó Fermín frunciendo el ceño.
-Pues lo disimulan muy bien, los forestales les están dando indicaciones, mira...
-Estos vienen buscando algo... mirad la mochila del chino... esas muestras de tierra... son expeculadores.
-No tienen nada que hacer, estos terrenos son propiedad del pueblo, le replicó Tinín.
Allí se mantuvieron a la espera hasta que se despejó el paso. Los exploradores furtivos fueron acompañados por los forestales hasta la salida del bosque explicándoles que necesitaban un permiso del ayuntamiento para hacer excavaciones en aquel terreno.
Los tres compañeros intrigados por lo que habían visto continuaron su marcha, miraban con asombro el estado en el que quedó el bosque; árboles derrumbados por la fuerza del aire, flores silvestres arrasadas, el suelo era un barrizal por el que era difícil caminar.
-Pero ¿qué ha pasado aquí? se preguntaba Fermín. Parece que la tormenta lo hubiera pagado con el bosque.
-Ahora entiendo que no dejaran pasar, hace daño hasta la vista, protestó Tinín dolido al contemplar el paisaje.
-¡Vamos! apresuraros antes de que nos vean y nos obligen a marcharnos, contestó el detective.
Despues de un largo paseo llegaron a los pies del monte, era altísimo, engañaba a la vista desde lejos. Estaban exhaustos de la caminata y descansaron sentándose un rato mientras decidían que hacer. Molina les señalaba el punto donde había apreciado el fenómeno, sin embargo no conseguían ver ningun hueco o cueva que les indicara el lugar exacto.
-¿Seguro que era aquí? le preguntaron.
-Diría que si aunque con el viento y el agua no he podido verlo con claridad.
Patearon a conciencia todo el monte, miraron tras los arbustos, buscaron entre las rocas pero nada encontraron. La maleza había cubierto las rocas y enmarañado todos lo accesos, ni con una excavadora podía descifrar que se escondía tras ellas.
Asi que desistieron en su búsqueda y regresaron al pueblo, Fermín tenía que valorar los daños en los cultivos de la cooperativa.
Molina se dirigía hacia su casa cuando vió a esos dos exploradores entrando en el ayuntamiento.
-¿Qué pasará? Algo no pinta nada bien, pensaba.
Quiso investigar, tenía curiosidad y algo le decía que esos dos hombres se tramaban algo, los iba a seguir por si descubría algo.

Fermín estaba desolado, los daños ocasionados por la tormenta eran muchos...
Virginia tambien tenía mucho trabajo ejercitando su profesión de périto en las fincas. Estaba valorando los destrozos cuando se encontró con su amigo de identidad difusa. Le notó una expresión diferente en el rostro que no sabía muy bien interpretar. Hablaron de los últimos acontecimientos sobre todo él que le contó al detalle lo ocurrido en el bosque pero se guardó muy bien de contarle sus sueños. No confiaba en ella despues de sus ultimas preguntas indagando acerca de su identidad.
Le preguntó como había pasado la noche ya que cuando se despidieron estaba un poco desmejorado.
-¡Uhm! algo de jaqueca, pero bien.
-Te marchaste con tanta precipitación que me dejaste preocupada.
-Ya, me pasé bebiendo. Tinín hizo bien llevándome a casa, estaba que me caía.
Sentía un resquemor hacia el bibliotecario por haberle separado de Fermín la noche anterior pero ademas nunca habían congeniado ya que era un incondicional de Malena.
-Dentro de unos días tengo una convención de enólogos con cata de los diferntes caldos de distintas comunidades. He pensado que como buen catador que eres te gustaría acompañarme... así me recompesas por lo de ayer.