domingo, 3 de octubre de 2010

Capítulo 3


Fermín seguía desesperado. Necesitaba una pista, algo que le diese esperanzas. Así que decidió ir a la floristería para intentar encontrar algo ya que fue el último lugar donde fue vista. Entró con sigilo y cautela, no quería tocar, ni pisar nada que fuese una pista. La tienda transmitía paz, el perfume de Malena seguía allí, todo estaba igual. Algo raro les había pasado a las flores, estaban como la rosa que se encontró la señora Teresa. Parecían estar recién cortadas y que el tiempo se hubiese detenido esperando algo o a alguien. Se sentó en la mecedora donde tantas veces leía el periódico mientras la esperaba antes de ir a comer. Allí se quedó dormido.

Amaneció un día soleado y Molina salía del centro meteorológico. Quedó impactado con los datos que obtuvo; tormenta eléctrica en un radio de dos kilómetros, exactamente el territorio que abarcaba Vallelis. El epicentro de la tormenta estaba perfectamente localizado en el cuadrante inferior derecho del mapa apuntando la marca donde se asentaba la floristería. Los técnicos dijeron que era un caso extraño pero no anormal ya que había casos de acumulación energética excesiva en un punto y los rayos convergían en él. Habría que investigar aquella tienda de flores palmo a palmo en búsqueda de fuentes energéticas que explicasen el fenómeno. Marcharía de vuelta rápidamente… podría volver a ocurrir. Para un acontecimiento de este calibre que sucedía, no pudo vivirlo ya que se encontraba con Manuel de escapada campestre. Si volvía a ocurrir no quería perdérselo.

La plaza era una algarabía de sonidos y colores. Los ruiseñores que asomaban tras sus jaulas en los balcones retaban a las cardelinas que volaban libres por los tejados. Las trepadoras erguían sus tallos ante la presencia del sol. Las mesas de la terraza vestían manteles morados e invitaban a los traseuntes a sentarse en aquella soleada mañana. Virginia acababa de llegar, su trabajo de perito la tenía inmersa en los daños producidos en todas las edificaciones. Además era abogada y tenía el despacho allí mismo. Se sentó y pidió a la camarera del mesón una copa de crianza de la tierra con una tabla de ahumados. Conoció a Fermín el mismo día que llegó al pueblo y la química surgió pero luego conoció a Malena y… no tuvo nada que hacer.
Fermín apareció con la misma ropa del día anterior, sin afeitar, pasó la noche en la tienda.
-Gracias por venir Virginia, se lo ocupada que estás estos días.
-No digas tonterías… siéntate y cuéntame como te encuentras.
-Mal…no como…no duermo…quería que me asesoraras acerca de mi situación. ¿Qué hago con la tienda mientras Male no esté?
-Habrá que mantenerla cerrada hasta que esto se esclarezca.
-Pero ¿qué pasará con todas las plantas? Male ha invertido mucho en su negocio.
-Esperaremos a que sufran deterioro. No obstante busca los papeles del seguro, los estudiaré.

Decidió regresar a la tienda para buscar los papeles que Virginia le había pedido. En una pequeña habitación que utilizaba de despacho los encontró. En el mismo cajón había otro papel ennegrecido y arrugado, parecía un mapa. No lo reconocía y decidió guardárselo para mostrárselo a Molina y en su busca fue. Le había telefoneado y quedaron en verse en el bar de Pepa.
-¿Qué noticias tiene Molina?
-Fue impactante se lo aseguro. Necesitaría seguir investigando antes de decirle nada en concreto. Tendré que analizar minuciosamente cada rincón de la tienda. Le llamaré para ir.
- Mire, encontré esto buscando en los cajones donde Male tenía sus documentos. Parece un mapa.
-Traiga,… lo estudiaré.

Molina decidió llamar a su amigo Manuel para enseñarle el mapa misterioso ya que desde pequeño le había interesado el mundo de la cartografía. Se dedicó varios años a estudiar el oficio aunque actualmente se dedicaba a la notaria. En su tiempo libre recorría mercadillos en busca de mapas antiguos.
-Se trata de un pliego antiguo, diría yo que anterior a la revolución industrial. Fíjate en el tipo de escritura e impresión. Pero esta simbología no la reconozco, tendré que analizarla.
-Hazlo Manuel, todas las pistas son valiosas.
-Buscaré en mis viejos libros alguna semejanza y ya te haré saber. ¿Quedamos para este fin de semana? Podríamos repetir la escapada.
-¿Qué dices? No tenía un caso como este hace tiempo. Tengo que dedicarle toda mi atención hasta averiguar algo. La desaparición de Malena Lusón ha conmocionado al pueblo.

Virginia escondía sus ojos verdes tras unas gafas de diseño. Su traje de chaqueta entallado dibujaba una silueta de proporcionadas dimensiones. Siempre vestía elegantemente incluso cuando realizaba los peritajes. Había nacido allí y solo abandonó Vallelis para realizar sus estudios universitarios. Viajaba por motivos profesionales pero siempre regresaba, se sentía segura y protegida. Su familia poseía una finca que abarcaba el cincuenta por ciento de la producción vinícola. Ella se encargaba de las gestiones administrativas.
Estaba valorando los daños ocasionados en las viviendas cuando le tocó la casa de la señora Teresa. Uno de los rayos había alcanzado su jardín y destrozado su coqueto merendero que tanto dinero le costó.
-Entra Virginia, en la parte de atrás lo verás mejor. ¿Crees que me lo pagará el seguro?
-Su seguro es muy modesto Teresa, no creo que entren los daños por agentes atmosféricos.
-No me digas eso… ¡Ay! Si mi pobre Alfonso levantara la cabeza…lo construyó con sus propias manos.
-Trataré de enfocarlo de otro modo para que resulte un fallo en los materiales de construcción… quizá por ahí…
-Gracias hija, por cierto ¿sabes algo nuevo sobre Malena?
-Mire Teresa, todos se han empeñado en que ha desaparecido misteriosamente y nadie ha dado por hecho que simplemente se ha marchado.
-¿Por qué dices eso? Estaba muy a gusto con su tienda.
-Eso pensamos pero ¿quién sabe? podría tener sus razones.
-No, no, yo la vi desaparecer en una nube de humo.

Manuel estudió el mapa durante horas, le fascinaba. Pasó la noche en vela buscando entre sus libros. Encontró uno que tenía planos antiguos de Vallelis y uno de ellos se asemejaba bastante al pliego. Se trataba del bosque que se encontraba al otro lado del pueblo. La escritura que llevaba impresa seguía sin reconocerla, tenía que seguir investigando. Llamó a su amigo para contarle su descubrimiento.

Molina se sentó en una mesa bajo la sombra de un árbol y esperó a que apareciera Fermín, le había telefoneado. Y, apareció, tenía un aspecto desolador.
-Señor Sanz, tiene que cuidarse. Si no descansa no me servirá de ayuda.
-Fácil es decirlo pero poder cumplirlo…
-Tengo noticias sobre el pliego antiguo. Mi buen amigo Manuel, conocedor de esta materia me ha comentado que se trata de un mapa del bosque. Este bosque parece ser el encontrado en las afueras de Vallelis..
-¿Para que querría Malena el mapa del bosque?
- No se decirle pero me gustaría visitar la tienda ahora. Tengo aquí mismo el coche y podemos acercarnos.
Se dirigieron a la floristería con las ventanillas bajadas acompañados por la música de violines y guirnaldas doradas. Sonaba la pequeña serenata nocturna de Mozart y el pueblo se había reunido en aquel aforo para brindar por las cepas madre, tradición antigua que conservaban desde los ancestros.
Al entrar en la tienda no percibieron olores extraños, todo seguía igual; las orquídeas espectacularmente bellas, los helechos vigorosamente erguidos, las margaritas dulcemente predispuestas. Molina portaba un maletín que abrió en el suelo sacando un desplegable compuesto por una vara y un aparato anexo en su extremo.
-Se trata de un sonar electromagnético. Mide las posibles acumulaciones de energía.
-¿Qué espera encontrar?
-Todavía no lo se… una fuente de calor o algún tipo de magnetismo.
Comenzó a rastrear por el centro de la estancia. Un piloto se encendió tímidamente.
-¡Atención! Aquí hay algo.
Incidió en los rincones y bordeó la habitación. En el rincón de la ventana era donde el rojo del piloto era más intenso.
-¡Aquí hay algo! Necesito permiso judicial para levantar las baldosas.
-Espere… llamaré a Virginia. Quizá ella pueda conseguírmelo aunque… el precinto judicial solo rodea el jardín. No creo que haga falta.
-Llame, llame… no demos pasos en falso.
Virginia contestó al teléfono.
-Dígame.
-Soy Fermín, me encuentro con Molina en la floristería y necesitamos hacer una obra en búsqueda de pistas. ¿Puedo hacerla sin autorización judicial?
-Veamos, ¿qué tipo de obra?
-Levantar unas baldosas del suelo.
-¿Baldosas?¿qué esperáis encontrar?
-Algo que nos oriente, estamos muy perdidos.
-Me dirijo en este momento hacia allí. No toquéis nada hasta que llegue.
Pasó por su despacho para recoger un formulario donde Fermín pudiese firmar como responsable de obra. Sentía curiosidad y se apresuró en llegar.
-Aquí traigo esta documentación. Fírmala como responsable en la ausencia de Malena.
Molina sacó un cortafrío y un mazo del maletero de su coche y comenzó a levantar el suelo. La señal era más potente ahora. Siguió picando en el cemento hasta tocar tierra. Excavó, excavó, el piloto parecía que iba a estallar. Entonces apareció.
-¡Dios mío! , era su piedra.
Aquella que tuvo entre sus manos años atrás y que desapareció bajo sus pies.
Estaba muy emocionado y apenas articuló palabra.
-¿Qué ocurre Molina?, ¿Ha encontrado algo importante?, preguntó Fermín.
-No se lo van a creer, le contestó.
Les relató su aventura con la misteriosa piedra y como durante años no había conseguido dar respuesta para aquel acontecimiento.

Malena estaba rodeada de todo tipo de atenciones para su protección. Los robles custodiaban la entrada y una espesa capa de seto cubría su recogido aislamiento. Los jilgueros se colaban y le piaban al oído contándole los secretos en la música de las aves. Chispi entretanto se dirigía a la llamada de los magos mayores. Allí se reunían todos los guías… el del mar, el del río, el del aire,…Fue en esta reunión donde le informaron del motivo de escoger a Malena.
Sin embargo y ante cualquier pronóstico, la bella durmiente despertó de su letargo. Los mentoles no habían producido el resultado esperado. Despertó lentamente apreciando la decoración del que era su lecho. Se incorporó y siete mariposas revolotearon a su alrededor para extender el aroma del heno. Chispi llegó y quedó sorprendida del espectáculo.
-¡Despertaste¡… pero ¿cómo te sientes?
-¿Qué?, ¿quien eres?, ¿dónde estoy?
-¿No me recuerdas Malena? Soy Chispi, tu guía.
Creo que me pasé un poco con la dosis de dulces sueños pensó.
-Voy recordando ¿me diste algo que me dio mucho sueño?
-Si Malena, estabas muy nerviosa ¿te encuentras mejor?
-Me encuentro bien,… creo.
-Puedo darte ya alguna respuesta. Los magos mayores creen que tienes una maldición. Mientras la tengas atraerás a las tormentas eléctricas. Nosotros solo tratamos de protegerte.
-Pero ¿qué me cuentas?, ¿cómo me ha llegado precisamente a mi?
-Eso tratan de averiguar, creen que has sido elegida por algún motivo especial.
-No puedo creer lo que me está pasando.
-Los magos me comunicaron que el antídoto existe. Se trata de la piedra filosofal.
-Y ¿dónde está la piedra esa?, ¿habrá que buscarla?
-Tranquila, no corras tanto. Tendrás que quedarte por tu seguridad aquí un tiempo.
-Pero tú no lo entiendes, estoy desando volver a Vallelis con la gente y mi pobre Fermín que estará muy preocupado.
-No te preocupes, las señales van llegando y nos marcarán el camino.

Malena se quedó en la cueva pensativa, con deseos de salir y que todo se solucionase lo antes posible. Aunque no se quedó muy tranquila con lo que le contó Chispi. Había algo que le decía que esa no era toda la verdad, que le ocultaba algo más pero ¿el qué? Mientras le daba vueltas a la cabeza no podía apartar su vista de aquellas maravillosas guirnaldas de flores que adornaban aquel lugar. El perfume que desprendían era el mejor ambientador natural. El suelo estaba cubierto de heno fresco que transmitía tranquilidad y bienestar. Los animalillos entraban y salían a su antojo, todos revolucionados por su presencia. Querían verla porque en el bosque no se hablaba de otra cosa.

Chispi se dispuso a ir al lago encantado, tenía muchas cosas que hacer. El día de la fiesta se acercaba y tenía que estar todo preparado. En este lago era donde celebraban los acontecimientos más importantes. Parecía el de un cuento de princesas. Estaba rodeado de largas praderas verdes, cerezos en flor y una cascada salida de unas rocas que rompía el agua cristalina de color celeste. El cielo siempre lucía claro con su sol radiante reflejándose en el agua. Los cisnes blancos como perlas se paseaban con elegancia entre las aguas. El fondo musical lo marcaban los ruiseñores. Allí encontró a Sultan, su fiel amigo desde hace muchas primaveras. Era un duende de las estaciones y al igual que ella tenía orejas puntiagudas hacia arriba. Estuvo contándole la necesidad de encontrar la piedra filosofal que tanto tiempo llevaba desaparecida.

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