sábado, 25 de septiembre de 2010

Capítulo 2


Tras la tormenta el pueblo había quedado consternado debido a los múltiples desperfectos ocasionados. Vallelis era una localidad rural cercana al Mediterráneo. Sus caldos habían adquirido cierto renombre ya que sus viñedos de garnacha lograron el primer premio de la última feria vinícola. Su estación de tren se asemejaba a un decorado de película antigua. Tenía campana y jefe de estación y un tráfico de trenes turistas, de cercanías y hasta de largo recorrido llegaba alguno. Allí se encontraba el detective Molina comprando un billete, se dirigía al centro meteorológico localizado en el interior de la península. Sus pesquisas en el pueblo no dieron resultados, todos relataban la historia de unos rayos cegadores que sembraron el pánico.
Fermín paseaba en ese momento por los alrededores de la estación. Vió al detective y se acercó rápidamente, tenía que preguntarle sobre algún dato que pudiera darle esperanzas.
-Señor Molina, espere!
-Señor Sanz tengo prisa. El tren va a salir ¿qué quiere?
-Solo preguntarle si tiene alguna noticia.
-No, lo siento. Ahora me dirijo a la estación meteorológica para verificar que ocurrió realmente.
-Tengo algo que decirle, no se si tendrá importancia. En la cafetería sucedió algo, una luz atravesó la ventana dibujando una planta muy parecida al muérdago.
-¿Muérdago dice? ¿Por qué dedujo que era esa planta? No es muy habitual observarla en esta región.
-Eran hojas lanceadas con pequeños frutos blancos, Tuve ocasión de conocerla en mi época estudiantil, estudié horticultura.
-Curioso, curioso… en la cultura celta esta planta tiene un significado especial, protectora mágica.
-Puede ser alguno de sus recuerdos que volvió en estos momentos y quedó plasmado en un holograma debido a la tensión que acumula, se han dado casos. De todos modos quiero averiguar qué tipo de fenómeno atmosférico ocurrió en la tarde de ayer. Volveré mañana y le contaré.
Fermín regentaba la cooperativa de Vallelis en calidad de técnico etnólogo desde que llegó hace cinco años. Era experto catador de vinos, su nariz era capaz de diferenciar los más matizados aromas que existían en la escala olfativa. El muérdago podía haber sido un holograma pero aquel perfume familiar…

En el bosque Chispi guiaba a Malena através de la senda que iba abriéndose a sus pies. Esto es diente de león, estos hongos son beneficiosos para la piel le decía.
-¿Qué hago aquí? de verdad que no entiendo nada.
-Eres la elegida por los magos mayores.
- Pero ¿elegida dices? ¿Por qué yo? ¿Para qué? ¿Magos? Trabajo en mi floristería y llevo una vida de lo más normal.
-Lo entenderás todo dentro de poco. Ahora solo déjate llevar y confía en mi.

Fermín contrató a alguien con conocimientos paranormales y no a un detective normal por el comentario que le hizo la señora Teresa.
-Mira hijo, estaba yo en la ventana mirando a la calle cuando vi salir a Malena de su tienda. Se adentró en una nube de humo y desapareció. Salí para ver que había ocurrido pero no la encontré. Fue como si el humo la hubiese desintegrado.
-¿No encontró nada en el suelo? Algún objeto, algo fuera de lo normal.
-Pues ahora que me lo dices, si. En el suelo quedaron marcadas unas manchas con forma de huellas grandes, pero al rato desaparecieron como si nada…. ¡ah! Espera un momento. Toma hijo… esta rosa la llevaba Malena cuando salió a la calle, mira como se ha quedado. Parece estar congelada. La encontré en el suelo y desde entonces no se ha marchitado. Sigue hermosa como si estuviese recién cortada.
-Gracias Teresa. Me la llevaré para ver que opina Molina.
La señora Teresa era una mujer de mediana edad, de cabello oscuro y aguda mirada con la que escudriñaba todos los acontecimientos tras su ventana. Era buena vecina y mejor relatora de cuchicheos.
En el pueblo vestían sus mejores galas ya que celebraban la fiesta de la vendimia. Las calles se adornaban con guirnaldas tejidas con hojas de parra entrelazadas. Los balcones se llenaban de flores y verdes trepadoras que invitaban al visitante a sumergirse en un camino de colores y fragancias. Este año era diferente. La misteriosa desaparición de la florista había causado un hondo pesar.
Valentín era el bibliotecario y además el organizador de los festejos. Disfrutaba reuniendo a los vecinos en sus verbenas y pasacalles. Se dirigía al bar de Pepa cuando encontró a Fermín.
-¿Cómo estás? Me acabo de enterar de lo ocurrido ¿sabes algo nuevo?
-No Tinín, estoy en un sinvivir.
-Estuve ayer mismo en su tienda encargándole los centros florales para el pabellón. Tenía muchas ganas de que llegará el día del baile.
-Si, estaba muy ilusionada. Por eso no puedo entender donde está.
-No te preocupes, cuando menos te lo esperes aparecerá, seguro.
-Gracias por tu apoyo. Si puedo ayudarte en algo, dímelo. Me ayudará a distraerme un poco y no volverme loco.
-Ahora voy a recoger un pedido. Ven conmigo y me ayudas a llevarlo a la plaza mayor.
La plaza mayor era el centro neurálgico de donde partían todas las calles principales. Era de los lugares más bonitos con sus bancos de madera envejecida, su romántica fuente y sus jardineras de madera talladas llenas de flores multicolores. Juntos llegaron a la plaza cargados con bolsas de mimbre y pararon a descansar. Allí se encontraba Virginia, vecina del pueblo que Fermín conocía desde que llegó. Al verla le brillaron los ojos, hace tiempo se fijó en ella de un modo especial. Se acercó a ella y la saludó.
-Buenos días Virginia.
-Hola Fermín,
-Podría invitarte a tomar algo ¿qué me dices? Necesito hablar de todo lo que está pasando… de la desaparición de Malena.
-Claro Fermín, me parece bien. Ahora estoy un poco ocupada pero mañana podemos quedar.
-De acuerdo, mañana sobre las doce aquí mismo.
-Hasta mañana entonces, nos vemos.

Chispi tuvo que engañar a Malena. Se ganó su confianza y entonces la embaucó. Le mostró una planta comestible con sabor a menta, estaba muy buena.
-Prueba esta planta, sabe a menta, te gustará.
-Gracias Chispi, si que está buena.
Tras probar el mentol se desmayó. Rápidamente la trasladó a una especie de cueva donde moraba habitualmente. Era de reducido espacio y poca luz.

En el tren había servicio de cafetería y el detective estaba haciendo copioso aprecio de sus viandas. Leía con atención las notas de su malgastada agenda, eso si, era muy detallada y minuciosa. Cuando decidió trabajar en la investigación paranormal se la regaló su amigo Manuel que siempre estaba en los momentos más duros. Recordaba aquel día en que su vida cambió. Estaba cubriendo un servicio de inspección rutinaria en los viñedos asentados en la ladera del monte cuando encontró una piedra tallada con incrustaciones metálicas. La recogió del suelo y la observó intentando descifrar los símbolos que llevaba grabados. Notó que el pulido cuarzo se calentaba y los símbolos se iluminaban e irradiaban un aura violácea. Se asustó y soltó con rapidez ese pequeño haz de luz. Este se hundió en el terreno y todas las vides de aquel viñedo se iluminaron por unos momentos. Nunca supo dar respuesta a aquel acontecimiento. Buscó la piedra excavando en el suelo hasta dos metros de profundidad pero se había evaporado.

Malena se entregó a un profundo sueño. Su cuerpo inerte yacía sobre un lecho de heno fresco. Chispi se encargó de acondicionar la cueva confortablemente aislándola del exterior. No quería que sufriese ningún daño, así la protegía de alimañas y de sus propios miedos y ansiedades. Al inducirla a un letargo otoñal tendría tiempo suficiente para que los acontecimientos siguieran su curso.

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