Tres imaginativas mentes femeninas nos hemos propuesto dar rienda suelta a nuestra imaginación. Escribimos las tres continuando cada una con lo que dejó la anterior sin tener una idea preconcebida del resultado. Semanalmente publicaremos un capítulo. No hay pretensiones... solo ganas de imaginar. Tamara...Laura...Marmota
domingo, 12 de diciembre de 2010
Capítulo 12
Todo volvía a la normalidad tras la tormenta, el pueblo recobraba su actividad diaria; la panaderia ya había horneado los primeros panes y tortas de manteca, la fruteria exponía sus mercancías en la puerta, los primeros sonidos de furgonetas transportando sus artículos se mezclaban con el trino de los ruiseñores que estaban denuevo en los balcones. El sol lucía radiante, parecía como si un gigante hubiera soplado fuerte arrastrando la tormenta para dar paso a un magnífico día.
La señora Teresa ponía al descubierto sus macetas para que se alimentaran de sol. Había una muda competición entre las vecinas de mediana edad por sus macetas, parecían estar en un concurso en el que se valoraba el balcón más bonito adornado por esas macetas tan coloridas. Las cuidaban con esmero y eran colocadas en lugares estrátegicamente calculados para ser vistas con detalle.
Manuel decidió dar una vuelta al pueblo tras cesar la tormenta, quería ver como había quedado todo. Mientras, su amigo y los dos compañeros intentaban solucionar el problema del coche. Tinín se puso manos a la obra otra vez, ya no llovía y querían salir de allí cuanto antes.
El bosque tambien recobraba una cierta normalidad despues de la inexperada visita de la diosa. Malena salió del árbol y contempló los daños ocasionados por la violenta tormenta; ramas rotas, arbustos arrancados. Se había ensañado a conciencia con las flores silvestres, con el cariño que sentía hacía ellas.
Recuerdos de otra vida venían a su mente, recuerdos de batallas, de luchas encarnizadas donde ella era la protagonista. Tambien recordaba la infancia junto a sus padres, desde pequeña adoraba el mundo de las plantas, su padre la llamaba "la pequeña amazona".
Chispi apareció con cara de preocupación, no sabía cuando iba a regresar la malvada destructora.
-Voverá pronto, lo se, debes esconderte.
-Estoy cansada de esconderme, no voy a estar escondida siempre.
-Pero... acabará contigo.
-No si me ayudaís... lo primero necesito armas y coraza de guerrera para luchar.
-Pero, si no estás preparada...
-Lo estaré,... esta piedra me infunde fuerza y valor, encontraré la forma de destruirla o al menos, de mantenerla a raya. Si nos agrupamos seremos fuertes y no podrá acabar con todos.
-¡Cierto, cierto, muy cierto! le contestó Ovidia que hacía aparición apoyada en su bastón junto a Sultán.
-Mira como lo ha dejado todo... hay que pararle los pies, no dejaré que acabe con el mundo de las plantas abusando de sus poderes.
-Dices bien pequeña... esta vieja estará contigo en tu lucha.
-Si, necesitamos estar todos juntos para tener y darme a mi más fuerza. Ahora me toca ayudaros a mi.
El coche estaba preparado para encaminar la marcha. Fermín quería regresar al bosque, tenía curiosidad por ver el lugar en el que el detective vio el fenómeno tan raro en el monte. Asi que como Molina tambien quería, tomaron esa dirección.
Al llegar allí se quedaron sorprendidos, unos cordones de plástico blanco con letras verdes bloqueaba la entrada del sendero. Bajaron del coche y se acercaron a mirar que pasaba. Se trataba de un cordón de la guardia forestal, lo que no entendían era el motivo por el que lo habían puesto, algo pasaba.
La curiosidad pudo con ellos y decidieron saltarlo entrando a hurtadillas para mirar. Anduvieron unos dos metros y se escodieron detrás de unos arbustos. Estaban los forestales con unos hombres vestidos como auténticos exploradores. Manejaban distintas herramientas que no acababan de distinguir con claridad.
-Pero... ¿quien son esos hombres? ¿qué hacen aquí? susurró el detective.
-No lo se pero tenemos que averiguarlo e intentar llegar al hueco del monte, contestó Fermin.
Uno de ellos tenía rasgos asiáticos y llevaba varios recipientes con muestras de tierra en su mochila, el otro les mostraba a los forestales un mapa indicándoles alguna dirección, parecían estar perdidos.
-Se han debido de extraviar, dijo Tinín.
-No lo creo, contestó Fermín frunciendo el ceño.
-Pues lo disimulan muy bien, los forestales les están dando indicaciones, mira...
-Estos vienen buscando algo... mirad la mochila del chino... esas muestras de tierra... son expeculadores.
-No tienen nada que hacer, estos terrenos son propiedad del pueblo, le replicó Tinín.
Allí se mantuvieron a la espera hasta que se despejó el paso. Los exploradores furtivos fueron acompañados por los forestales hasta la salida del bosque explicándoles que necesitaban un permiso del ayuntamiento para hacer excavaciones en aquel terreno.
Los tres compañeros intrigados por lo que habían visto continuaron su marcha, miraban con asombro el estado en el que quedó el bosque; árboles derrumbados por la fuerza del aire, flores silvestres arrasadas, el suelo era un barrizal por el que era difícil caminar.
-Pero ¿qué ha pasado aquí? se preguntaba Fermín. Parece que la tormenta lo hubiera pagado con el bosque.
-Ahora entiendo que no dejaran pasar, hace daño hasta la vista, protestó Tinín dolido al contemplar el paisaje.
-¡Vamos! apresuraros antes de que nos vean y nos obligen a marcharnos, contestó el detective.
Despues de un largo paseo llegaron a los pies del monte, era altísimo, engañaba a la vista desde lejos. Estaban exhaustos de la caminata y descansaron sentándose un rato mientras decidían que hacer. Molina les señalaba el punto donde había apreciado el fenómeno, sin embargo no conseguían ver ningun hueco o cueva que les indicara el lugar exacto.
-¿Seguro que era aquí? le preguntaron.
-Diría que si aunque con el viento y el agua no he podido verlo con claridad.
Patearon a conciencia todo el monte, miraron tras los arbustos, buscaron entre las rocas pero nada encontraron. La maleza había cubierto las rocas y enmarañado todos lo accesos, ni con una excavadora podía descifrar que se escondía tras ellas.
Asi que desistieron en su búsqueda y regresaron al pueblo, Fermín tenía que valorar los daños en los cultivos de la cooperativa.
Molina se dirigía hacia su casa cuando vió a esos dos exploradores entrando en el ayuntamiento.
-¿Qué pasará? Algo no pinta nada bien, pensaba.
Quiso investigar, tenía curiosidad y algo le decía que esos dos hombres se tramaban algo, los iba a seguir por si descubría algo.
Fermín estaba desolado, los daños ocasionados por la tormenta eran muchos...
Virginia tambien tenía mucho trabajo ejercitando su profesión de périto en las fincas. Estaba valorando los destrozos cuando se encontró con su amigo de identidad difusa. Le notó una expresión diferente en el rostro que no sabía muy bien interpretar. Hablaron de los últimos acontecimientos sobre todo él que le contó al detalle lo ocurrido en el bosque pero se guardó muy bien de contarle sus sueños. No confiaba en ella despues de sus ultimas preguntas indagando acerca de su identidad.
Le preguntó como había pasado la noche ya que cuando se despidieron estaba un poco desmejorado.
-¡Uhm! algo de jaqueca, pero bien.
-Te marchaste con tanta precipitación que me dejaste preocupada.
-Ya, me pasé bebiendo. Tinín hizo bien llevándome a casa, estaba que me caía.
Sentía un resquemor hacia el bibliotecario por haberle separado de Fermín la noche anterior pero ademas nunca habían congeniado ya que era un incondicional de Malena.
-Dentro de unos días tengo una convención de enólogos con cata de los diferntes caldos de distintas comunidades. He pensado que como buen catador que eres te gustaría acompañarme... así me recompesas por lo de ayer.
sábado, 27 de noviembre de 2010
Capítulo 11
Entre las nubes o más bien, formando parte de ellas, apareció una silueta femenina. Era una joven de larga melena gris y ojos del mismo tono que elevaba los brazos al cielo invocando con sonidos apenas comprensibles. Los remolinos de lluvia la rodeaban como si fueran parte esencial de su presencia. Dirigía su mirada a todos los rincones y justo después el sitio ojeado recibía una ráfaga de viento y agua. Su sayo plateado la envolvía hasta los pies pareciendo una estatua de platino cuando quedaba inmóvil. Los seres del bosque esquivaban su mirada para no convertirse en frías estatuas de hielo.
Una enredadera de hiedra cubrió el hueco del gran abedul aislándolo de la gélida mirada de la diosa de la tempestad. Seguía elevando los brazos e invocando sus conjuros mientras visionaba toda la verde superficie del bosque, incluso la de la maleza. Tenía una visión perfecta sobre todas las plantas y seres que estaban en la superficie más no podía penetrar bajo la tierra o colarse dentro de los árboles.
Malena permanecía en silencio acompañada por Pandora y un grupo de ninfas que la alumbraban. Sentía algo que no le era desconocido, tenía la sensación de que esta situación ya la había vivido. ¿Es un déjá vu? pensó, parecía como si recuerdos de otra vida volvieran a su mente en estos momentos cruciales. Empezaba a creer que esa reina a la que le adjudicaban su identidad era ella de verdad. No sentía temor, sentía que ya había luchado contra esta diosa en otro tiempo. Se sorprendía de sus propios pensamientos pero a la vez se sentía capaz de coger una espada y luchar como una guerrera.
Amaneció en Vallelis con el cielo gris y enfadado, el sol asomaba tímidamente tras las nubes densas y negras. La niebla cubría los tejados de las casas ocultando todo a su paso. Los más madrugadores se apresuraban a acondicionar sus huertos casas para la tormenta que anunciaba el cielo.
Teresa ya había desplegado su tejadillo de uralita para resguardecer sus cuidadas macetas a las que tanto tiempo dedicaba. En casa de Molina no había jardín pero el sonido de los truenos lo despertó. Estaba cubierto por una manta que sin duda su amigo le colocó al quedar dormido en el sillón. Miró por la ventana y comprobó que los truenos eran reales y el ambiente se había oscurecido. Vió como su amigo dormía placidamente en la habitación y no quiso despertarle porque no sabía a que hora regresó. Le gustaban los días de lluvia pero aquella tormenta apuntaba mal. Aún así iba a salir a al calle, eso si, bien equipado con sus botas y un buen chubasquero.
Algunas guirnaldas del decorado verbenero habían caído al suelo víctimas del azote del viento. Los puestos habían quedado cerrados ya por la noche y las terrazas también. Estaban acostumbrados a las tormentas en esta estación del año.
Parecía una tormenta eléctrica, pensó Molina, mientras contemplaba los rayos que iluminaban el cielo en diferentes compases. Se asemejaba al solo de tambores en una gran orquesta. Paseaba por la calle principal en la que algunos vecinos recogían los tiestos de los balcones y de las puertas de entrada a sus casas. Era una mañana desapacible, ideal para quedarse en casa disfrutando de un suculento desayuno pero el detective prefería pasear y mojarse bajo la lluvia, si es que llegaba a llover. Nunca había visto caer los rayos de esta manera, parecían provenir del bosque hacia las calles y no del cielo hacia el suelo. Como no arrancaba a llover decidió alargar su caminata en dirección al bosque para poder ver mejor el espectáculo meteorológico.
Al llegar al apeadero de vehículos sintió que el tiempo cambiaba a vientos furiosos y huracanados. Esto le hizo recelar de continuar con su expedición pero algo le llamó la atención. Había una oquedad en las rocas de la cima del monte por donde estaban saliendo las descargas eléctricas de los rayos de la tormenta.
-Será algún núcleo energético, pensó.
El no lo sabía pero estaba viendo en ese momento la puerta de entrada al otro bosque, al de las ninfas y hadas, al de las sacerdotisas y magos, al del actual bosque en el que Malena habitaba.
Se apresuró en volver, ya que no había ningún refugio donde resguardecerse si la tormenta comenzaba, ya volvería cuando todo esto se calmara para investigar en aquel monte.
De camino al pueblo se cruzó con los dos amigos que tras tanta insistencia de Fermín se dirigían al bosque guiados por un presentimiento.
-¡Detective! ¿De dónde viene?
-De dar un paseo pero ya me volvía, aunque he visto algo rarísimo.
-¿De qué se trata? preguntó Valentín.
-En lo alto del monte, en un hueco que hay, salían como rayos. Me interesaría investigar pero ahora es peligroso.
-Nosotros vamos hacia allí, dijo Fermín.
-¿Estáis locos? La tormenta cada vez se hace más fuerte, lo mejor es volver a casa y esperar a que pase.
-Si Fermín, hazle caso a Molina. Nos volvemos y cuando pase ya regresaremos. Suba Molina, que le llevamos.
Los tres se dirigieron al pueblo, los rayos eran cada vez más ensordecedores, los relámpagos iluminaban intensamente el cielo y el viento soplaba con más fuerza.
Durante el trayecto comenzó a llover poco a poco, Tinín conducía lentamente ya que el camino estaba en mal estado y la lluvia no ayudaba mucho. Faltaba un kilómetro para llegar cuando un perro apareció de la nada cruzando el camino. Tinín solo pudo dar un volantazo para esquivarlo. El coche zarandeó de un lado a otro hasta que consiguió frenarlo. Salieron todos rápidamente del vehículo mirándose entre ellos y ver si estaban bien, después miraron si le había pasado algo al coche, la lluvia empezaba a caer cada vez más fuerte.
-¡Tinín, corre, ven! Esta rueda se ha pinchado ¿tienes de repuesto, no? dijo Fermín.
-Si, no os preocupéis, la cambio en un momento y nos vamos.
Se puso manos a la obra pero cada vez llovía con más fuerza, los relámpagos caían por todos lados y los truenos eran ensordecedores.
Así que se metieron dentro del vehículo hasta ver si paraba de llover al menos, ya que no atinaba a soltar los tornillos de la rueda.
-¡Brrr! Me he calado hasta los huesos… esperaré un poco para ver si escampa.
-Seguramente acabará pronto, son tormentas pasajeras, le confirmó Fermín.
Los tres miraban por las ventanillas la fuerza del torrencial de agua que estaba cayendo en poco tiempo. Las tormentas por esta región acostumbraban a ser fuertes y caudalosas, no les causaba extrañeza el fenómeno.
Virginia salió hacia el trabajo cuando apenas caía un a ligera cortina de lluvia, tenía que acabar con todo lo referente a la hacienda de su familia ya que estos días lo había descuidado. Se puso su gabardina roja y sacó del garaje el utilitario con el que se desplazaba por el pueblo, tenía que acercarse hasta la cooperativa a recoger unos papeles. Al llegar allí se dirigía a las oficinas cuando una de las secretarias la llamó.
-¡Señora Milano! ¿Tiene un momento?
-Si, claro ¿qué ocurre?
-Ha llegado este correo para usted, tiene la dirección de su domicilio pero con lo de la tormenta el cartero estaba muy saturado, le comenté que se iba a pasar por aquí…
-Gracias Carmen.
Comenzó a leer los remitentes y se dio cuenta que era la respuesta a las peticiones de información que había realizado por el extraño caso de la identidad de Fermín. Una a una abrió todas las cartas y las leyó con detenimiento hambrienta de información. Ninguno de los casos de ese año tenían los condicionantes de un juicio con testigos protegidos, ninguno guardaba semejanzas con lo que le contó Fermín. Le parecía todo muy extraño… ¿cómo alguien puede cambiar de identidad y dejar todo un pasado enterrado? Quizá estuviese casado e incluso tuviese hijos…pero no, eso no le cuadraba, no era de los que dejan abandonado a nadie. Decidió darse un tiempo para hablar con él y poco a poco averiguar que ocurría en realidad.
La fuerza de la lluvia terminó despertando a Manuel que tan placidamente dormía soñando con la señora Teresa. Andó medio dormido hacia la ventana para ver lo que ocurría y al comprobarlo se despejó rápidamente. Fue en busca de su amigo y al ver que no estaba en el sillón donde lo encontró a su llegada , se asomó a su habitación pero la cama estaba intacta.
-¿Dónde estará? Con la que está cayendo, pensó.
Se preocupó y decidió telefonearlo.
-¡Pepe! ¿Dónde estás?
-Aquí, con Fermín y su amigo, veníamos del bosque y el coche ha pinchado. No hemos podido cambiar la rueda todavía, ha caído un aguacero.
-¿Voy a buscaros?
-No, no te preocupes, esperaremos a que se pase, por cierto…¿qué tal ayer?¿tu cita?
-Bien, ya te contaré, llámame si tengo que ir.
-Vale, después te veo.
La tormenta se fue apaciguando ya que la diosa de la tempestad había finalizado su ataque furioso. No había conseguido su objetivo, nadie en el bosque le prestó su colaboración para encontrar su deseado tesoro, pero invocó a todos los seres del bosque.
-“A vosotros os digo, habitantes de este bosque. Hoy no me habéis mostrado la piedra mágica, he seguido sus pasos hasta aquí. Espero que lo penséis con calma porque la próxima vez que venga os arrasaré por completo. La piedra o la vida, pensarlo bien, mi paciencia se termina.”
Los habitantes del bosque permanecieron en silencio en sus escondites, temían a la gran diosa y sabían que hablaba en serio. Malena escuchó el discurso protegida en el corazón del abedul.
-Busca mi piedra, pensó mientras la sacaba del fajín del vestido donde la llevaba guardada.
Cuanta importancia tenía, ahora era consciente del valioso trozo de roca que poseía y que según todos era parte de ella.
-Si busca la piedra… ¿también me busca a mi?
-Lo vas entendiendo, le respondió Pandora.
Una nube densa se fue elevando poco a poco y la silueta de la enfadada diosa se desvaneció con ella. Había anunciado volver pronto a recoger su trofeo o aniquilar a todo ser que allí viviera.
domingo, 21 de noviembre de 2010
Capítulo 10
La verbena continuaba con una recena de bocadillos de fiambre. Teresa y Manuel parecían una pareja de jóvenes enamorados. Ella encantadora con su vestido finamente estampado, él elegante con su traje gris marengo y camisa blanca. Paseaban contemplando los puestos de artesanía que los vecinos de otros pueblos habían montado para participar en la fiesta. El de los puestos de mimbre era el favorito de la rejuvenecida Teresa que los miraba con mucho detalle buscando los de las hebras más resistentes. Su apuesto acompañante no dudaba en acercarle los que se encontraban más altos para verlos con detalle. Formaban una bonita estampa, él cediéndole el paso, ella contenta de tener su compañía después de haber quedado segunda en el concurso de tortillas.
-No entiendo como no le han dado el primer premio.
-La tortilla rellena del primer premio estaba muy trabajada.
-Si pero… la presencia de la suya con ese adorno floral de zanahorias y puerros…
-Otra vez será… lo importante es la causa para la que están destinados, el asilo de los indigentes.
-Ojala hubiese más gente con su espíritu solidario.
-No es para tanto…una tortilla no es tanta ayuda…por cierto, puede tutearme si lo desea… mis conocidos me llaman Tere.
-Como quieras Tere, a mi me llaman Manuel. Nunca he consentido que me llamaran Manolo. Por favor, tutéame tu a mi también.
Hablaron de sus historias, de sus vidas. Recordaron momentos del pasado, cuando tenían quince años,… nada que ver con la juventud de hoy, eran otros tiempos.
Valentín acostó a su amigo en una cama de su casa. Decidió llevarlo allí porque estaba muy cerca de la plaza y no estaba para muchos traslados.
-He visto a Male, le repetía a su amigo con voz entrecortada.
-Venga… acuéstate… no estás para hablar.
-Estaba tan guapa…
No le prestó atención y le apagó la luz.
-Está desvariando, pensó.
El bibliotecario decidió quedarse en casa por si Fermín lo necesitara. Se acercó la vieja butaca de leer cerca de la cama y se recostó a leer un libro.
Fermín entró en un profundo sueño después de unas cuantas vueltas en la cama. Y allí estaba su amada tan guapa como siempre, se acercaba a ella lentamente con los brazos estirados intentando alcanzarla y susurrándole palabras de amor. Abrazados los dos se movían al compás.
Valentín le desvistió parcialmente para que estuviese más cómodo. No se atrevió a más porque no dejaba de ser un hombre atractivo además de su amigo y temía que sus impulsos lo empujaran a otras cosas. Le gustaba mucho un tatuaje que llevaba en la espalda y quiso observarlo una vez más. Se trataba de un símbolo tribal que significa “fuerza” situado entre los omoplatos.
Tuvo tentaciones de tocarlo pero se frenó, sabía que era un deseo prohibido. Hacía mucho que se encontraba solo, no tenía a nadie a su lado con quien compartir su vida. Siempre había tenido alguna pareja esporádica, nunca nada serio.
Manuel y Teresa acabaron la velada dando una vuelta al pueblo mientras ella le explicaba sus lugares preferidos y le contaba historias vividas en ellos. Después de la caminata él la acompañó a su casa.
-Me lo he pasado muy bien contigo, hacía días que no me reía tanto con un hombre.
-Me alegro, yo también he disfrutado mucho contigo. El día de hoy ha sido fantástico.
-¿Te apetece venir mañana a casa a tomar el té por la tarde?
-Por supuesto… allí estaré.
Al despedirse se miraron fijamente. Al irse a besar en las mejillas , el nerviosismo y zarandeo de las cabezas hizo que sus labios chocaran fundiéndose en un dulce beso.
Ninguno dijo nada, solo se volvieron a mirar y ella entró en su casa. Manuel marchó hacia la casa de su amigo Pepe. Se quedaría allí esta noche ya que era muy tarde para regresar a su casa, su amigo le había dejado una llave.
Fermín disfrutaba del plácido sueño junto a su amor recorriendo el bosque y disfrutando de la paz que allí reinaba. No era consciente de lo que pasaba a su alrededor ni de la enorme tormenta que se avecinaba. El cielo se puso gris, los pájaros se resguardecieron, el silencio se adueñó de los árboles, las sombras se apoderaron de la tierra. Parecía estar urdiéndose un conjuro maligno sobre sus cabezas.
Asustada se refugió entre los brazos de su amado buscando la serenidad perdida pero… las ramas de dos robles la arrancaron de sus brazos.
Fermín despertó sobresaltado, algo malo estaba ocurriendo y así era… un cúmulo de nubes negras se apoderaron del bosque colándose entre las trepadoras y las azaleas.
Cundió el pánico, nada bueno se estaba acercando y planeando sobre las copas de los árboles. Los viejos robles sabían de lo que se trataba, eran muchos siglos padeciendo los ataques de la diosa de la tempestad. También sabían porque aparecía en este momento y con tanta furia, buscaba la piedra filosofal que en definitiva era el alma de Malena. Consiguieron cobijarla en el hueco del tronco más antiguo perteneciente a un robusto abedul gigante. Malena estaba muy asustada, no sabía que estaba pasando, le habían arrebatado de los brazos de su amado y escondido en un árbol.
-¿Qué pasa? ¿Qué pasa? Que alguien me lo explique, gritaba desesperada.
-¡Chisss! No grites, contestó Pandora que la estaba buscando.
-Pero, ¿qué pasa?
-Vas a tener que estar aquí escondida por un tiempo, no te puede ver.
-Pero ¿Quién?
-La diosa de la tempestad. Ella lleva mucho tiempo buscando la piedra que tú posees y que es tu alma a la vez. Ella sabe que estás aquí y está muy furiosa.
-¿Te puedes quedar aquí conmigo? Estoy muy asustada.
-Si me quedaré aunque no tienes de que preocuparte, el bosque entero está contigo y nadie dejará que te pase nada malo.
Fermín al despertarse bruscamente no paraba de gritar
-¡Male! ¡Male!...
En ese momento despertó a Valentín que había estado durmiendo en la butaca.
-¿Qué pasa? Tranquilo, tranquilo, has tenido una pesadilla, le dijo intentando calmarlo.
-No… una pesadilla no…pasa algo malo…mi Male está en peligro.
-No entiendo… tranquilo. Ayer te pasaste de beber y te sentó mal, puede que tuvieses una mala jugada al quedarte dormido.
-No, he visto a Male. La veo, la siento, la toco, la beso, la huelo cada vez que me duermo.
-Claro que si. Los sueños a veces parecen reales, yo también la he visto en sueños.
-No Tinín, no es un sueño, es real, ella se encuentra en un bosque. Está bien y dice que pronto estaremos juntos. Pero hoy… ha pasado algo. Te lo quería contar pero sabía que ibas a pensar que estoy loco.
-No se que decirte.
-Tinín… tenemos que ir a buscarla al bosque.
-Descansa que aun estamos de madrugada. Cuando amanezca iremos donde quieras.
Valentín intentó convencerle de que no podía ir a ningún sitio a esas horas pero él se vistió dirigiéndose hacia la calle. Al salir vieron como una gran tormenta se acercaba. El cielo estaba negro, soplaba un aire lleno de rabia, los relámpagos eran intensos, brillantes y el silencio de la calle atemorizaba. La tormenta se concentró en el bosque pero se extendía rápidamente.
-¡Entra, vamos!, así no se puede ir a ningún lado, esperaremos tomando algo caliente.
Fermín no paraba quieto, estaba nervioso de no poder hacer nada. Agarraba fuertemente la piedra turquesa en su mano derecha esperando a que eso le ayudara a calmarse y pensar claramente. Valentín preparaba una tila mientras lo vigilaba por lo que pudiera hacer.
sábado, 13 de noviembre de 2010
Capítulo 9
Amaneció un día soleado en Vallelis. La señora Teresa había madrugado como muchas otras veces para regar sus plantas expuestas en la fachada de forma artística. Desde el fallecimiento de su esposo dedicó mucho tiempo a aquel jardín que le regaló tan buenos momentos. Tenía especial cuidado con las flores de temporada ya que solo poseían ese aspecto fantástico durante unos pocos días al año. Observó que al otro lado de la calle, frente a la floristería, un señor de mediana edad muy bien vestido miraba a un lado y a otro. No lo conocía y eso que lo miró de arriba a abajo unas cuantas veces.
-Este no es del pueblo, pensó.
Sin embargo tenía un aspecto muy agradable y solo observaba sin tocar nada.
Si es verdad que las miradas se clavan y la persona que las recibe lo nota, es exactamente lo que sintió Manuel. Miraba a una señora de mediana edad que le observaba mientras manejaba una regadera. Sus miradas se cruzaron sin disimulo... cosas que tiene pertenecer a la mediana edad. Se acercó a la señora de pelo recogido y guantes de jardinera.
-¡Buenos días! Me llamo Manuel Cifuentes ¿Podría hacerle unas preguntas?
-Buenos días tenga usted. Soy Teresa. Usted no es de por aquí ¿verdad?
-No soy de aquí, no. Soy de la capital. Sin embargo tengo un amigo que vive aquí... Pepe... disculpe, José Molina ¿lo conoce?
-Claro... aunque no para mucho por aquí. Cuando era policía hace años si lo veía a menudo en vida de mi difunto esposo. Pero desde que cambió a lo de investigador ya no se le ve el pelo por aquí.
-Entiendo... ahora investiga la desaparición de una chica del pueblo.
-Si, si, de Malena... ande, pase a mi jardín... ¿ha desayunado?... le preparo unas tortitas que tengo en el horno... pase, pase, siéntese en el banco que ahora salgo y me cuenta.
-Pero... no se moleste.
-Calle, calle... se agradece un poco de conversación. Siéntese que ya salgo.
Manuel se sentó en el banco de piedra observando aquel magnífico jardín tan cuidado hasta el último detalle. Teresa preparaba un desayuno bastante generoso ya que tenía pocas visitas y le gustaba que se fuesen con buen sabor de boca. El olor de las tortitas se extendía por toda la casa, acompañado por el aroma a café y las mermeladas de frutas naturales que con tanto cariño hacía.
Manuel no dudo ni un momento en levantarse al oler esos aromas para echarle una mano a sacar ese magnífico desayuno. Al entrar a la cocina se quedó parado contemplando a esa mujer que tanto disfrutaba preparando una comilona. Su cara reflejaba alegría y su cuerpo se movía al compás de la música que sonaba en la vieja radio de la cocina. Se acercó a recoger la bandeja y sus manos se rozaron suavemente, se miraron fijamente sonriendo unos segundos y salieron al jardín a disfrutar se los manjares.
Pasaron un buen rato charlando de todo para conocerse mejor.
-Bueno, me lo he pasado muy bien. Este desayuno es el mejor que he probado en años. Muchas gracias por todo.
-De nada, gracias a usted. Hacía mucho que no disfrutaba tanto… tendríamos que repetir.
-Por supuesto, podríamos quedar esta noche si no tiene ningún plan…
-Pues si que lo tengo pero no importa, puede acompañarme si lo desea…
-Será un placer, pasaré a buscarla…hasta la noche.
Salió ilusionado de aquella casa, le gustaba mucho esa mujer. Pensó que iría poco a poco, quería estar seguro de lo que hacía.
Teresa quedó impresionada con la galantería y educación de este caballero.
Volvería otra vez a casa de Molina donde antes no le había contestado. Tampoco contestaba al teléfono y sospechaba que se olvidó que hoy mismo quedaron para ir de pesca.
-Probablemente le habría surgido algo referente al caso, pensó.
Lo telefoneó una vez más.
-¿Si? Hola Manuel, te iba a llamar en este momento.
-Te has olvidado ¿no?
-No, no es eso. Es que he pasado la noche en el bosque rastreándolo. Aquí estoy con la pareja y un amigo de la desaparecida.
-Entonces ¿lo dejamos para otro día?
-No, no. Acércate por aquí y te traes las cañas. Un rato en el lago me hará bien, no tengo sueño.
Los tres exploradores quedaron exhaustos después de toda una noche buscando pistas. Fermín tomó muestras de tierra en el margen del lago para analizar su composición que no acababa de descifrar. Valentín con las primeras horas del día realizó fotografías panorámicas desde diferentes ángulos. Molina rastreó con su detector sin encontrar ninguna energía subterránea. Todos dedicaron su tiempo sin descanso a la investigación. Ahora que había amanecido los dos amigos se fueron a casa dejando al detective esperando a su amigo allí en el bosque.
Manuel llegó en media hora y lo encontró sentado en una roca con su maletín de instrumental detectivesco.
-Ya veo que trajiste botas, te traje unas por si acaso.
Abrió el maletero y allí mismo se cambió la vestimenta antes de abandonar la explanada donde se aparcaban los vehículos. También cogió las cañas y se dirigió a Molina.
-Venga… como en los viejos tiempos, señalándole la bota de vino que se colgó al cuello.
-¿Has traído para almorzar?
-Pues claro… aunque yo ya vengo desayunado. Una vecina tuya muy agradable me ha invitado.
-¡Ah, si! y ¿Quién es esa vecina?
-Teresa se llama y me comentó que era viuda.
-¡Ah! Ya se, la viuda de Alfonso Luján… y ¿cómo es que la has conocido?
-Paseaba por el pueblo buscándote y coincidí con ella mientras regaba su jardín.
-¿No te parece un poco parlanchina?
-Al contrario, me resultó muy agradable su compañía, más te digo, hemos quedado para esta noche… algo referente a un concurso de tortillas donde ella participa.
-¿De tortillas dices?...será por las celebraciones de estos días con la vendimia.
-Seguramente…pienso asistir.
¡Uhm!...tú sabrás.
Así se fueron charlando hacía el lago con sus cañas al hombro.
Fermín llegó a casa apresuradamente, quería dormir. ¿Quién sabe? Quizá se repitiese lo del día anterior. Primero fue una ducha y seguido se deslizó en la cama donde en instantes de segundo el sueño le invadió.
Y si, estaba allí, volvió a pasar, su querida Male estaba frente a él. Se acercó sin perder un instante, la besó, la estrechó entre sus brazos mientras ella acariciaba su pelo hundiendo en él sus interminables dedos. Le susurraba al oído palabras secretas de su idioma personal y al mismo tiempo le aseguraba que pronto se iban a ver. El solo le suplicaba que le dijese donde buscar, por donde empezar. Ella solo repetía que no lo sabía pero que pronto lo encontraría ya que al ser almas gemelas estaban predispuestos a estar juntos.
-Ahora descansa cariño, yo te voy a estar esperando.
Malena alargó su mano y le mostró una piedra azul turquesa, era su talismán que había encontrado.
-Toma… con ella te sentirás más cerca de mi y te ayudará en la búsqueda.
-Pero… espera… no te vallas, te echo mucho de menos.
-Pronto estaremos juntos y no nos volveremos a separar.
El abrazo de despedida fue intenso, los besos apasionados y las miradas se fundieron en una. Se tenían que despedir y no querían separarse.
Despertó sobresaltado y confuso. Por un momento no sabía donde estaba, hasta pasados unos segundos no se centró.
- ¿Qué me ha pasado? Me ha sucedido lo mismo que ayer.
Al incorporarse sonó como algo que se caía, miró hacia el suelo y encontró una piedra de color turquesa brillante. La cogió mirándola fijamente.
-¡No me lo puedo creer! Es la piedra que me ha dado Male en el sueño…ahora si que no creo que sean sueños… ¡es todo real!
Emocionado, animado, fue a dar una vuelta por el pueblo para despejarse. Hacía mucho que no daba un paseo disfrutando del paisaje.
-¡Ay! Como echo de menos a mi Fermín, pensaba Malena después del encuentro en sueños. Tenía que seguir adelante así que emprendió la marcha dando un paseo. Pandora revoloteaba por allí.
-¡Hola! ¿Cómo te encuentras?
-Bien Pandora, voy asimilando poco a poco lo que soy ahora.
-Me alegro, estamos todos muy contentos de que estés aquí ¿Vienes a la despedida de Ovidia?
-¿La despedida? ¿Es que ella no vive aquí?
-No. Es la sacerdotisa del otoño. Viene para anunciar la llegada y fin de estación.
-¡Ah! entiendo… te sigo entonces.
Marcharon a la despedida que se celebraba en el mismo lago mágico. Al llegar se reencontraron con Chispi, Sultán y muchos más seres del bosque que se estaban despidiendo de la anfitriona de la estación.
Ovidia reparó de inmediato en su llegada.
-¿Cómo te encuentras querida después de tantas emociones?
-Supongo que bien, dentro de lo que cabe…
-Me voy por unos días pero pronto nos veremos, quiero estar a tu lado en estos primeros momentos.
-Gracias señora, la necesitaré, tengo tantas dudas… vuelva pronto.
La sabia anciana se despidió de todos pero no por mucho tiempo. Pronto volvería para acompañar a Malena ya que se pueden producir cambios importantes y no se los quiere perder.
Los amigos pescadores pensaron que era hora de volver al pueblo. Manuel tenía su cita con la señora Teresa, quería asearse y ponerse elegante. Molina necesitaba descansar ya que llevaba toda la noche sin dormir y tenía bastante cansancio acumulado. Durante el trayecto hacia el coche Molina bromeaba con su amigo sobre su cita con Teresa., le parecía extraño que su amigo sintiera algo hacia ella. Sin embargo a Manuel no le parecía bien como se lo había tomado, parecía que Pepe no lo considerara nada serio.
-¿No te apetece lo de las tortillas?
-Otra vez será, quiero leer un poco sobre la literatura celta.
-Como quieras… voy contigo y me enseñas tus nuevas adquisiciones literarias.
Y allí, en casa del detective, pasaron las horas de la sobremesa.
Molina se quedó dormido mientras leía “las batallas de los icenos” y Manuel ordenó su ropa en unos colgadores. Tenía que estar sin arrugas para la noche, era importante la buena presencia.
En la calle principal comenzaba el alboroto y trajín de las gentes. La noche prometía ser alegre por la verbena organizada en la plaza y los diferentes concursos culinarios. Se iban a evaluar las dotes preparando platos de los vecinos que cada año se apuntaban. Había distintas modalidades; tortillas, canapés, cocidos caseros,…y todos ellos una vez calificados eran donados a una organización solidaria.
Fermín caminaba por ella mirando sus aceras adornadas con grandes tiestos de cerámica. Regresaba de la cooperativa donde había analizado las muestras recogidas por la noche. Quedó impresionado con el resultado porque contenían muchos elementos de la tabla periódica que normalmente están muy diluidos en la naturaleza y no en estas altas concentraciones. Su composición se asemejaba a lo que se conoce como “tierras raras”, muy buscadas por los especuladores ya que su escasez les da alta riqueza al ser explotadas. Era curioso al menos que nadie hubiese reparado en ellas.
Se encontró con unos vecinos que acababan de ser padres. Paseaban a su bebé en un carrito y se detuvieron al verlo.
-¿Qué tal Fermín? Ya nos hemos enterado.
-Pues… lo voy llevando… esperando noticias.
La novel mamá acunaba el carrito enérgicamente para calmar el llanto del pequeño. Fermín intentó rescatar a la mamá del agobio en este momento sacando un llavero del bolsillo y chasqueándolo frente al niño. Pero al sacarlo, sacó también la piedra turquesa cayendo a los pies del infante. Surgió la calma, el llanto cesó, más aun, comenzó a balbucear con una gran sonrisa. Al darse cuenta de su torpeza rápidamente recogió la piedra y al mismo tiempo volvió el llanto. Los padres no se percataron de este fenómeno pero tampoco les dio tiempo para preguntar y siguió su camino alegando que había quedado.
Y no era del todo falso ya que había visto a Virginia en la destilería y le comentó que estaría por aquí.
Esta noche estaba especialmente bella. Tras dejar en orden la documentación en la destilería se había acercado a su casa para arreglarse; vestido de seda y raso en tonos magenta, echarpe en tonos más oscuros y tacón fino para sus zapatos de salón. Se había soltado la brillante melena cubriendo parte de su espalda desnuda, maquillaje suave para enmarcar los rasgados ojos verdes y labios perfilados en un sinuoso rojo cristal.
El todavía conmocionado con el suceso de la piedra turquesa quedó todavía más al verla llegar a su encuentro. La suave brisa movía la negra melena de esta belleza mediterránea.
-Al fin te has decidido… bien, hay que continuar con una pequeña normalidad.
-¡Uf!... estás…¡impresionante!
Virginia agradeció con una sonrisa el cumplido.
-Venga… tampoco es para tanto. Me han pedido que de un discurso para los veteranos.
-Pues se van a poner cardiacos…
-Acompáñame… será cosa de unos minutos y así verás a los ancianos que hicieron grande nuestra tierra.
Accedió a su invitación y no lo lamentó. Acudieron familias de hasta la quinta generación de amantes vinateros. Toda la historia de Vallelis , de sus gentes, estaba en aquel salón acondicionado con imágenes y cuadros del pasado. Se emocionó con el discurso, no conocía esta faceta de la abogada.
Al terminar el acto, Virginia lo agarró por el brazo.
-Y ahora, vamos a cenar.
-Uf… pero… no tengo hambre.
-Hay que comer… sino te quedarás sin fuerzas para seguir buscando.
Sin mucho insistir consiguió llevarlo hasta la plaza donde mesas dispersas contenían ricos platos acompañados por la sangre de la tierra que servían los jóvenes en anchas copas. Se perdieron entre el gentío degustando las viandas y calmando su sed con los caldos de la tierra.
Por allí estaba la señora Teresa acompañada de un distinguido señor. También compañeros del trabajo disfrutaban de la verbena. Parecía estar todo el pueblo allí reunido, unos comiendo, otros bailando. La música despertó a las tristes miradas y alejó a los malos sentimientos, todos querían pasar una noche agradable.
Como experimentado catador, saboreaba cada sorbo abandonándose a sus matices pero…hoy se iba a pasar. Si embriagaba su cabeza conseguiría que el sueño llegase con más rapidez y con él su amada. En poco tiempo había consumido el vino que en una semana se tomaba. Su seductora acompañante le susurró al oido.
-¿Te encuentras bien?
Volvió la cara para contestarle y los labios se rozaron por la proximidad de sus cuerpos. En esa milésima de segundo sintieron el calor del uno y del otro provocando en ella un escalofrío que recorría su estilizado cuerpo, impulsándola a seguir en contacto con esos labios que tanto deseaba. El quedó paralizado, tras tanta ingesta de vino se quedó sin poder reaccionar en el momento. Al separarse el silencio se hizo intenso. Ella sentía algo más que amistad y hacía que lo que había ocurrido le llenara de fuerzas para seguir tras él.
Valentín también estaba disfrutando de la fiesta y fue testigo de lo ocurrido entre ellos. Como buen amigo de Male se dispuso a ir hacia ellos para alejar a su amigo de esa mujer por la que se dejaba enredar.
Prefirió no comentar nada de lo presenciado, mejor cuando estuvieran a solas.
-¡Hola1¿qué hacéis aquí?
--¡Hola Valentín! Me alegro de verte. Pues que nos encontramos y aprovechamos para dar una vuelta y cenar.
-¡Hooooola Tiniiiiín! Amigooo...
-No te veo muy bien amigo. Será mejor que te lleve a casa y te acuestas.
-No te preocupes, ya lo llevo yo. Tú sigue disfrutando de la fiesta, dijo Virginia.
-No, insisto, lo llevo yo dando una vuelta para que le de el aire que lo necesita.
-Vale, de acuerdo….Fermín, ya hablaremos…
Valentín cogió a su amigo por el hombro ayudándole a tenerse en pie y fueron caminando para despejar un poco los efectos etílicos.
Virginia se quedó pasmada viendo como se lo llevaba sin poder hacer nada y llena de rabia porque le había estropeado su oportunidad. Pero no se daba por vencida tan rápidamente… surgirían nuevas ocasiones.
sábado, 6 de noviembre de 2010
Capítulo 8
Las instalaciones de la cooperativa vinícola lindaban con el extenso bosque situado al norte del pueblo. Tras la desaparición de su amada, Fermín solicitó unos días de permiso que le concedieron sin ningún problema. Había intentado ir a casa a descansar pero eran demasiados recuerdos. Optó por volver al trabajo y darse una vuelta por los viñedos.
La vendimia había terminado y los sarmientos reposaban en sus lechos después de haber dado sus frutos. Visitó el laboratorio saludando a los técnicos que hacían los controles de acidez y el nivel de taninos de las primeras uvas. Todos le mostraron su pesar por la desaparición y le animaron a tener esperanza en que todo se resolvería satisfactoriamente. Se refugió en una sala habilitada para el descanso sentándose en un sillón próximo a la ventana. Conectó el teléfono al cargador, levantó los pies sobre una butaca y la relajación se adueñó de su ser conduciéndole ese repentino sopor aun profundo sueño donde los recuerdos y la realidad se mezclaban… Allí estaba su querida Male, rodeada por sus flores, preparando los pedidos de la semana. Lo miraba con sus grandes ojos avellana y le pedía con una sonrisa que se acercara. Estaba más guapa que de costumbre y eso era difícil ya que llevaba un vestido blanco que no conocía pareciendo un ángel.
Al aproximarse, la sintió muy cerca. Su aroma, su pelo rojo, su piel aterciopelada, sus dedos interminables, su cintura seductora.
¡Cómo la echaba de menos!
Lo que no podía imaginar es que todo era verdad ya que Malena había establecido comunicación con él tal y como le explicó Ovidia. Al dormirse generaba un sentimiento tan grande hacia ella que conseguía llegar hasta su corazón que a su vez sentía un impulso sabiendo que era el momento. La tomaba de la mano y su cuerpo se estremecía de tanta alegría. Juntos caminaban entre hierba fresca y aromáticas flores dirigiéndose miradas sin articular una palabra, era un lenguaje que muchas veces utilizaban.
Sonó una alarma y se despertó sobresaltado y confuso por todo lo soñado. ¿Tan solo fue un sueño? se preguntó. Creía haber interpretado su mirada y él también le había contestado preguntándole donde estaba. Ella le confirmó que algo había pasado, algo que había cambiado su vida. Iba a volver, le aseguró y también que estuviera atento a las señales. Qué rabia sintió cuando le despertó el teléfono. Fue tan real el sueño que estuvo aturdido los primeros momentos hasta que acertó a pulsar el botón para contestar.
-¿Si…diga?
-¿Estás ahí? no te escucho bien.
-Me acabo de despertar… ¿Me oyes ahora?
-Escucha… estoy aquí con Molina. Hemos hablado acerca del mapa y yo también tengo información. ¿Por qué no te pasas por aquí?
-¿Dónde estáis?
-En la biblioteca. Aquí te esperamos. Hemos pensado que podíamos hacer una visita al bosque… ya te contaré.
-Voy para allá.
Atento a las señales, atento a las señales se decía. Se guardaría el sueño e iba a estar atento a todo lo que le rodeaba. Estaba seguro que aquello había sido algo más que una ensoñación.
Se apresuró en llegar, las ganas de saber que averiguaciones habían conseguido le motivaba. Encontró a Molina y Tinín sentados frente a la mesa de roble, pensó que mejor no contarles lo que acababa de ocurrir en sus sueños.
-¡Hola! Ya estoy aquí.
-¿Qué careto traes? En fin… veamos. Hemos estado hablando y consideramos de importancia acercarnos al bosque e inspeccionar por allí.
-De acuerdo pero… ¿qué novedades hay?
Los tres hablaron un buen rato ya que tenían que ponerle al corriente de los descubrimientos de cada uno de ellos. Después se aprovisionaron de útiles y herramientas, montaron en el coche de Tinin, un todoterreno que les facilitaría el acceso al camino. Estaba en mal estado y era complicado con otro tipo de vehículo. Durante el trayecto se notaba el nerviosismo por lo que allí pudiesen encontrar. Aparcaron a la sombra de los primeros árboles y sacaron las herramientas del maletero. El detective había llevado su detector de energías y su brújula, los dos amigos cargaron con una pala, un pico, una linterna y un machete. Entraron por un camino de piedras cerca de donde estaba la cadena que prohibía entrar vehículos.
Se habían aprovisionado de botas y vestuario de campo, siempre era agradable un buen paseo en contacto directo con la naturaleza. El detective traía consigo el mapa encontrado en la tienda, plastificado para que no sufriera desperfectos. Estaba emocionado con esta aventura exploradora que le motivaba en su denostada profesión paranormal. Si conseguía resolver este caso sería la culminación de su carrera profesional sin ninguna duda.
Todos tenían un motivo especial para estar allí; Fermín buscaba señales y Valentín estaba preocupado por su queridísima amiga que tanta ayuda le prestó en los momentos difíciles. Formaban un excelente equipo en búsqueda de misterios impenetrables.
-Según el mapa datado hace unos cientos de años hay una superficie marcada con tintes verdes y abarca toda esta zona, dijo Molina señalando el mapa.
-Si pero el lago se ha desplazado hacia el este, comentó Valentín.
Fermín les explicó que debido a los desplazamientos de las capas tectónicas, la superficie através de los siglos experimentaba cambios.
-Entonces… ¿esta zona puede encontrarse bajo el lago?
-Puede e incluso ha podido quedar cubierta por capas de tierra debido a los cambios meteorológicos y el movimiento subterráneo de las aguas.
Molina les interrumpió
-Veamos señores, deberíamos ir en busca de alguna pista que nos indique la antigua posición del mapa. Aquí parados hablando no vamos a solucionar nada.
-Tiene razón, pongámonos en marcha, dijo Fermín.
-Creo que deberíamos empezar por el lago. Si allí no encontramos nada ya decidiremos que hacer, corroboró Tinín.
Los tres exploradores encaminaron su marcha hacia el lago atravesando senderos bordeados de grandes árboles que parecían rozar las nubes con sus largas ramas. Observaban a su paso, no querían perderse ni un mínimo detalle. Fermín lo hacía de un modo especial, estaba seguro que podía encontrar alguna señal.
Virginia seguía con su investigación acerca de lo ocurrido hacía cinco años, le picaba la curiosidad al no conocer los detalles del suceso que le hizo cambiar de identidad. Pensó que podría indagar por medio de sus contactos en la policía y quizá por ahí…
Le costaba mantener los pies en la tierra debido a los acontecimientos vividos en los últimos días. Por un lado la misteriosa desaparición, seguidamente la de la piedra valiosa y por último la identidad de Fermín. Ella que siempre había mantenido el control de la situación se veía desbordada por los acontecimientos. Así que iba a centrarse en lo que ella dominaba que era el papeleo y por ahí encontrar alguna respuesta. Comenzó a escribir cartas a diferentes destinatarios solicitando información acerca de los juicios efectuados en territorio español hace cinco años y sobre todo, aquellos con testigos protegidos. También envió correos electrónicos a los principales juzgados para conocer los juicios por lo penal efectuados en le mismo tiempo.
Malena era la reina guerrera pero seguía siendo también la chica de la floristería. Estaba contenta porque había conseguido meterse en los sueños de su amado y había comprobado cuanto la echaba de menos. Poder hablar con él por este medio le daba muchas esperanzas en que todo acabaría pronto, que no estaba loca, que no era un sueño… pensando, pensando, se quedó dormida en el hueco de un roble que la abrigaba y la recogía.
La vendimia había terminado y los sarmientos reposaban en sus lechos después de haber dado sus frutos. Visitó el laboratorio saludando a los técnicos que hacían los controles de acidez y el nivel de taninos de las primeras uvas. Todos le mostraron su pesar por la desaparición y le animaron a tener esperanza en que todo se resolvería satisfactoriamente. Se refugió en una sala habilitada para el descanso sentándose en un sillón próximo a la ventana. Conectó el teléfono al cargador, levantó los pies sobre una butaca y la relajación se adueñó de su ser conduciéndole ese repentino sopor aun profundo sueño donde los recuerdos y la realidad se mezclaban… Allí estaba su querida Male, rodeada por sus flores, preparando los pedidos de la semana. Lo miraba con sus grandes ojos avellana y le pedía con una sonrisa que se acercara. Estaba más guapa que de costumbre y eso era difícil ya que llevaba un vestido blanco que no conocía pareciendo un ángel.
Al aproximarse, la sintió muy cerca. Su aroma, su pelo rojo, su piel aterciopelada, sus dedos interminables, su cintura seductora.
¡Cómo la echaba de menos!
Lo que no podía imaginar es que todo era verdad ya que Malena había establecido comunicación con él tal y como le explicó Ovidia. Al dormirse generaba un sentimiento tan grande hacia ella que conseguía llegar hasta su corazón que a su vez sentía un impulso sabiendo que era el momento. La tomaba de la mano y su cuerpo se estremecía de tanta alegría. Juntos caminaban entre hierba fresca y aromáticas flores dirigiéndose miradas sin articular una palabra, era un lenguaje que muchas veces utilizaban.
Sonó una alarma y se despertó sobresaltado y confuso por todo lo soñado. ¿Tan solo fue un sueño? se preguntó. Creía haber interpretado su mirada y él también le había contestado preguntándole donde estaba. Ella le confirmó que algo había pasado, algo que había cambiado su vida. Iba a volver, le aseguró y también que estuviera atento a las señales. Qué rabia sintió cuando le despertó el teléfono. Fue tan real el sueño que estuvo aturdido los primeros momentos hasta que acertó a pulsar el botón para contestar.
-¿Si…diga?
-¿Estás ahí? no te escucho bien.
-Me acabo de despertar… ¿Me oyes ahora?
-Escucha… estoy aquí con Molina. Hemos hablado acerca del mapa y yo también tengo información. ¿Por qué no te pasas por aquí?
-¿Dónde estáis?
-En la biblioteca. Aquí te esperamos. Hemos pensado que podíamos hacer una visita al bosque… ya te contaré.
-Voy para allá.
Atento a las señales, atento a las señales se decía. Se guardaría el sueño e iba a estar atento a todo lo que le rodeaba. Estaba seguro que aquello había sido algo más que una ensoñación.
Se apresuró en llegar, las ganas de saber que averiguaciones habían conseguido le motivaba. Encontró a Molina y Tinín sentados frente a la mesa de roble, pensó que mejor no contarles lo que acababa de ocurrir en sus sueños.
-¡Hola! Ya estoy aquí.
-¿Qué careto traes? En fin… veamos. Hemos estado hablando y consideramos de importancia acercarnos al bosque e inspeccionar por allí.
-De acuerdo pero… ¿qué novedades hay?
Los tres hablaron un buen rato ya que tenían que ponerle al corriente de los descubrimientos de cada uno de ellos. Después se aprovisionaron de útiles y herramientas, montaron en el coche de Tinin, un todoterreno que les facilitaría el acceso al camino. Estaba en mal estado y era complicado con otro tipo de vehículo. Durante el trayecto se notaba el nerviosismo por lo que allí pudiesen encontrar. Aparcaron a la sombra de los primeros árboles y sacaron las herramientas del maletero. El detective había llevado su detector de energías y su brújula, los dos amigos cargaron con una pala, un pico, una linterna y un machete. Entraron por un camino de piedras cerca de donde estaba la cadena que prohibía entrar vehículos.
Se habían aprovisionado de botas y vestuario de campo, siempre era agradable un buen paseo en contacto directo con la naturaleza. El detective traía consigo el mapa encontrado en la tienda, plastificado para que no sufriera desperfectos. Estaba emocionado con esta aventura exploradora que le motivaba en su denostada profesión paranormal. Si conseguía resolver este caso sería la culminación de su carrera profesional sin ninguna duda.
Todos tenían un motivo especial para estar allí; Fermín buscaba señales y Valentín estaba preocupado por su queridísima amiga que tanta ayuda le prestó en los momentos difíciles. Formaban un excelente equipo en búsqueda de misterios impenetrables.
-Según el mapa datado hace unos cientos de años hay una superficie marcada con tintes verdes y abarca toda esta zona, dijo Molina señalando el mapa.
-Si pero el lago se ha desplazado hacia el este, comentó Valentín.
Fermín les explicó que debido a los desplazamientos de las capas tectónicas, la superficie através de los siglos experimentaba cambios.
-Entonces… ¿esta zona puede encontrarse bajo el lago?
-Puede e incluso ha podido quedar cubierta por capas de tierra debido a los cambios meteorológicos y el movimiento subterráneo de las aguas.
Molina les interrumpió
-Veamos señores, deberíamos ir en busca de alguna pista que nos indique la antigua posición del mapa. Aquí parados hablando no vamos a solucionar nada.
-Tiene razón, pongámonos en marcha, dijo Fermín.
-Creo que deberíamos empezar por el lago. Si allí no encontramos nada ya decidiremos que hacer, corroboró Tinín.
Los tres exploradores encaminaron su marcha hacia el lago atravesando senderos bordeados de grandes árboles que parecían rozar las nubes con sus largas ramas. Observaban a su paso, no querían perderse ni un mínimo detalle. Fermín lo hacía de un modo especial, estaba seguro que podía encontrar alguna señal.
Virginia seguía con su investigación acerca de lo ocurrido hacía cinco años, le picaba la curiosidad al no conocer los detalles del suceso que le hizo cambiar de identidad. Pensó que podría indagar por medio de sus contactos en la policía y quizá por ahí…
Le costaba mantener los pies en la tierra debido a los acontecimientos vividos en los últimos días. Por un lado la misteriosa desaparición, seguidamente la de la piedra valiosa y por último la identidad de Fermín. Ella que siempre había mantenido el control de la situación se veía desbordada por los acontecimientos. Así que iba a centrarse en lo que ella dominaba que era el papeleo y por ahí encontrar alguna respuesta. Comenzó a escribir cartas a diferentes destinatarios solicitando información acerca de los juicios efectuados en territorio español hace cinco años y sobre todo, aquellos con testigos protegidos. También envió correos electrónicos a los principales juzgados para conocer los juicios por lo penal efectuados en le mismo tiempo.
Malena era la reina guerrera pero seguía siendo también la chica de la floristería. Estaba contenta porque había conseguido meterse en los sueños de su amado y había comprobado cuanto la echaba de menos. Poder hablar con él por este medio le daba muchas esperanzas en que todo acabaría pronto, que no estaba loca, que no era un sueño… pensando, pensando, se quedó dormida en el hueco de un roble que la abrigaba y la recogía.
domingo, 31 de octubre de 2010
Capitulo 7
La celebración del otoño había comenzado con una explosión de tonos ocres en todo el bosque. Chispi y Sultán habían llamado a todos los seres que debían estar allí; a los grandes osos antes de su hibernación, los sagrados jabalís…
Ovidia les acompañaría esta vez ya que había decidido quedarse en este bosque para saber algo sobre la piedra mágica. Siempre que aparecía de nuevo traía con ella cambios importantes.
Al ponerse el sol las aves lo recibieron con un trinar acompasado con los graznidos de las aves de rapiña. Los osos elevaron sus patas delanteras levantándose como si fuesen torreones, los jabalís formados en fila hacían una reverencia al unísono, los cisnes representaban la danza de los vientos que sin duda era la más esperada por todos los habitantes del bosque siendo un regalo para la vista. Cada especie tenía su rito ancestral de celebrarlo y todos ellos juntos eran un verdadero espectáculo.
Mientras la fiesta continuaba Malena seguía en su búsqueda de alguna respuesta. Tras quedarse patidifusa al tocar esa piedra tan especial y ver todo lo que había visto, decidió seguir andando.
-¿Me estaré volviendo loca? todo esto no tiene sentido, es como si estuviera soñando. Me gustaría despertar en mi casa, ver mi tienda y estar junto a Fermín. Me siento tan sola. Fermín ¿dónde estás?, te necesito.
Caminaba con la única compañía de sus pensamientos cuando encontró a un lado del sendero una brillante piedra turquesa. Se arrodilló en el suelo y apartó la tierra que la medio escondía para poder contemplarla. Tenía miedo a que podía sentir o ver si la tocaba.
-¡Cógela! No pasa nada. Será tu amuleto.
-¿Quién está ahí?
-Hola, soy Pandora… tranquila, no te asustes.
Se trataba de un hada muy pequeña, del tamaño de una manzana. Vestía con los colores del arco iris y la envolvía una ligera capa de brillantina. Dulce y alegre, muy alegre, revoloteaba curioseando por todos los rincones.
-¿Qué haces aquí sola? ¿No vas a recibir al otoño?
-¿Al otoño dices?
-Si, a la celebración del equinoccio. Me dirijo hacía allí. ¡Vamos! Acompáñame.
-¿Qué puedo perder? pensó.
Así que agarró la piedra turquesa y también la blanca, de la que no quería deshacerse. Tomó rumbo hacia el lago acompañada por la dicharachera Pandora y no quiso pensar demasiado, su piedra blanca le daba tranquilidad.
Al entrar a su despacho Virginia se dirigió inmediatamente a su ordenador. Quería comprobar algunos datos antes de encontrarse con Fermín ya que quedo intrigada con la información recibida. En realidad no conocía nada sobre su pasado, tan solo los últimos cinco años que llevaba residiendo allí. Era muy sospechoso que no hubiese problemas en encontrar informes en estos años y si en los anteriores. Buscó en la red a partir de la información con la que ella contaba; en la cooperativa donde trabajaba por si existía algún curriculum o pista sobre otros trabajos en otros lugares pero, nada de nada. No podía tratarse de un error en la escritura del nombre porque estos cinco años tampoco constarían… y si estaban. Aquí pasaba algo extraño. Marcó su número de teléfono.
-Fermín, estoy en mi despacho. ¿Te puedes acercar por aquí? Tengo problemas para cambiar la titularidad de la tienda.
-Voy para allá, dame quince minutos.
Fermín se puso nervioso… ¿tendría que decirle la verdad? ¿Su secreto celosamente guardado tendría que ver la luz? Pero… ¡un momento!... podría inventar algo.¡Si!... eso es, pensaría camino al despacho algo verosímil para que la inteligente abogada no sospechara y quedara conforme.
El pequeño bufete estaba en la planta superior de la casa, propiedad de la familia Milano, que Virginia utilizaba para su trabajo. La decoración era sofisticada ya que contrató a un artista amigo suyo para que le ayudara. Admiraba el diseño italiano que se reflejaba en puertas y muebles de toda la estancia; maderas nobles, organzas y sedas… Sonó el interfono y accionó el botón de entrada.
-¡Sube! Estoy arriba.
La escalera estaba decorada con cuadros impresionistas que conseguía cuando iba a las subastas.
-¿Qué quieres tomar? Encendí la cafetera.
-Si, está bien, uno solo.
Se sentaron uno frente al otro separados por la robusta mesa de roble.
-Mira Virginia, no me voy a ir con rodeos. Iré directamente al grano.
-Te lo agradezco.
-Cambié mi identidad antes de llegar a Vallelis.
-¿Por qué motivo hiciste tal cosa?
-Fui testigo protegido en un juicio y me la cambiaron para proteger mi integridad física, estaba en peligro.
-Entiendo, ¿qué clase de juicio fue? ¿Criminal?
-Perdóname, pero entiende que no puedo responderte. Pondría en riesgo mi vida y la tuya también.
-Lo entiendo pero no puedo poner los papeles a tu nombre.
-Dejar todo como está, Male tiene que aparecer pronto.
-Pero… y si Malena se ha ido y no vuelve.
-¿Cómo puedes pensar algo así? Ella nunca lo haría, no es así. Me sorprende que digas eso.
-Discúlpame, todos estamos algo nerviosos. No me gusta verte sufrir…
-Si, tienes razón.
-Entonces te sugiero que busques alguna solución por si la desaparición se prolonga demasiado.
-Lo pensaré… y por favor, guárdame el secreto.
-Estate tranquilo, puedes confiar en mi.
-Gracias amiga. Ahora voy a intentar descansar, dormir un poco, no he pegado ojo en estos días. Ya hablaremos más detenidamente.
Virginia no se quedó tan contenta con la conversación como le hizo creer. Era una mujer muy ambiciosa y no le gustaba la idea de que Malena apareciera, acariciaba la idea de acabar sus días con Fermín. Tenía claro que iba a poner todo de su parte para que esta vez saliese bien.
Valentín disfrutaba ordenando y reorganizando su extenso número de ejemplares mientras tomaba un aromático te de frambuesas. Recordaba el primer día que llegó y se hizo cargo de la biblioteca. Tuvo que ordenar todos los libros que habían permanecido apilados durante mucho tiempo. Hubo uno lleno de polvo y medio raído por los ratones en el que recordó haber visto una imagen parecida a la de la piedra desaparecida. Lo guardó en una estantería apartada con otros incunables que encontró el mismo día. Pero había vuelto a su memoria al mirar las fotografías devueltas por el museo. Acababa de llegarle la información acerca de las inscripciones que así decía;
“La simbología inscrita en la piedra de la foto que nos envió está relacionada con la cultura celta, mucho antes del cristianismo e incluso de la propia escritura que nosotros conocemos. Las espirales concéntricas equivalen a Tierra, Cielo y Agua. Pero las espigas anexas que las rodean no corresponden a ningún signo conocido por nuestros archivos. Agradeceríamos que nos hiciera llegar esta pieza, sin duda alguna de alto valor informativo, para poder estudiarla más de cerca.”
Todo el mundo parecía tener interés en la piedra blanca, pensó.
Se dirigió a la estantería de sus joyas antiguas y buscó aquel libro de su recuerdo. Los celtas según su conocimiento habitaron en el norte de la península pero no tenía información sobre ellos en la costa mediterránea.
Allí estaba el tomo forrado en tapas de cuero, se hacía nombrar con el título de “Enigmas del pasado” y tenía casi un millar de páginas. Curioso título que catalogó entre sus incunables al no presentar autor que lo firmase ni fecha que lo avalase. Recordaba una imagen muy parecida a la piedra de cuando lo miró por primera vez. Abrió el libro y comenzó a pasar páginas: la lanza del guerrero, la espada de los dioses, pasó más adelante, la sábana sagrada, el manto de Neptuno. Hasta llegar al apartado dedicado a piedras y rocas; el diamante de las cien caras, el zafiro de Cleopatra, la piedra filosofal…
-¡Un momento!
Allí estaba, era la piedra de Molina. Había un dibujo a grafito que se asemejaba mucho a la que él había tenido la oportunidad de ver. Ojeó la leyenda que describía el dibujo:
“Piedra filosofal.- Esta piedra fue tutelada por los filósofos de la antigua Grecia, de ahí su nombre. Le atribuían poderes mágicos describiéndola como un haz de luz que recoge todo el espectro cromático del Universo. En ella se recoge el poder de las estrellas porque de ellas vino cayendo a la Tierra y encontrada por un campesino de aquella época.
Molina se dirigía a casa de su amigo Manuel. Le había llamado para contarle sus descubrimientos acerca del mapa. El detective no quiso relatar por teléfono su experiencia ya que le parecía un medio muy frío e impersonal, prefería el cara a cara.
Cuando llegó a su casa supo que su amigo traía malas noticias, lo conocía muy bien.
-¿Qué pasa Pepe? Te veo mal ¿ha sucedido algo?
-Si Manuel, vamos a sentarnos y hablamos más tranquilos.
-Te preparo un café, espera aquí un momento.
Improvisó una bandeja con la tapa de la caja que contenía las pastas francesas con frutos silvestres y la acompañó con dos cafés bien cargados.
-Veamos viejo amigo, ¿qué ocurre?
-La piedra se ha esfumado.
-¿Cómo dices?
-Que ha desaparecido,… te cuento. La tenía dentro del cofre bien guardada pero decidí abrirlo para contemplarla una vez más. Sin motivo alguno comenzó a iluminarse y salió disparada por la ventana. Bajé corriendo al jardín para seguir su rastro excavando cada palmo de tierra, era fácil porque lo dejaba marcado con tierra quemada, pero no la encontré. Tengo la teoría de que se desplaza gracias a un campo magnético que la atrae pero no puedo demostrarlo ya que no pude seguir porque pasaba a otras propiedades.
-No te preocupes hombre, ya encontraremos una solución a este misterio. Por cierto, he averiguado algunas cosas sobre el papiro. Te confirmo que se trata del bosque de Vallelis pero muy diferente a como lo conocemos hoy. He analizado las escrituras consiguiendo descifrar alguna frase suelta como;”Cuando caigan las hojas del último árbol la elegida regresará”.
Y sin ellos saberlo, eso mismo era lo que estaba ocurriendo.
Malena hacia su aparición en la fiesta del otoño maravillada con el espectáculo que presenciaban sus ojos. La gran cascada era el centro del reencuentro de aves, peces, anfibios y mamíferos que vivían en el bosque. Todos permanecían en un silencio colectivo, las primeras hojas de los árboles caían empujadas por la brisa del Levante. Pandora la dirigía hacia el punto más alto de aquel vergel escondido al mundo. Revoloteaba a su alrededor susurrándole:
-¡Adelante Malena! Ha llegado la hora.
Una anciana de frágil figura apoyada en su bastón le sonreía. A su lado estaba Chispi y otro ser de su mismo tamaño que no conocía. Se acercó hasta ellos ya que la anciana le provocaba ternura.
Ovidia observó que la recién llegada portaba en su mano un trozo de roca blanca.
-¡Ella es la elegida! gritó Chispi. Ha conseguido despertar del sueño invernal y ha llegado hasta aquí. Es ella.
¿Podrías mostrarme que tienes en la mano pequeña? preguntó dulcemente Ovidia.
Malena alzó su mano y mostró su piedra, aquella que le transmitía paz y tranquilidad interna.
-Es ella sin duda. Ha traído la piedra filosofal que la buscó hasta encontrarla ya que solo elige un alma. Este alma pertenece a la reina Boudica.
Malena no sabía por qué pero no estaba ni sorprendida, ni contrariada. A estas alturas de la película ya nada le impactaba y aquella piedra… le transmitía tanta calma.
-¿Boudica? preguntó Sultán ¿la reina guerrera que lucho hasta el final por sus súbditos y su reino?
-Esa misma, la piedra no se equivoca. Siempre desaparece cuando su reina lo hace y emerge de la tierra cuando en otro cuerpo renace. Pero… no temas pequeña ¿Malena es tu nombre?
--Si venerable anciana.
-El mio es Ovidia aunque nuestras almas ya se conocen de otras vidas. Dime ¿cómo te encuentras en esta nueva etapa?
-La verdad es que no entiendo nada. No se porque me ha tocado a mi. Necesito saber de los míos, estarán muy preocupados y necesito saber de ellos.
-Que falta de consideración chicos ¿No le habéis proporcionado ayuda para que contacte con sus seres queridos? ¡Ay!... Escúchame bien pequeña, yo te ayudaré a llegar a ellos.
-Pero si es la reina guerrera ¿qué ayuda podemos ofrecerle? Más bien ella nos puede ayudar a nosotros, refunfuñó Sultán.
Ovidia soltó una carcajada y afirmó que llevaba razón.
-Tu misma puedes hacerlo y te mostraré como. Con la piedra en tu poder, tu pensamiento te conduce a donde quieras.
-Pero… yo quiero hablar con Fermín…
-Y puedes hacerlo. Cuando este dormido puedes introducirte en sus sueños.
-¿Cómo sabré cuando está dormido?
-Querida, busca en tu interior. Sin saberlo tienes muchas respuestas dentro de ti, solo tienes que canalizar tu energía junto con la de la piedra y podrás hacer grandes cosas que irás descubriendo poco a poco.
-Estoy un poco perdida, todo esto es nuevo para mi.
-Calma y tiempo, todo llegará. Y ahora todo el mundo a disfrutar de la fiesta.
-Pero Ovidia ¿no te olvidas de algo? le interrumpió Chispi.
Había olvidado entregarle un precioso vestido confeccionado por las ninfas para el gran día del reencuentro. Se trataba de un vestido blanco en seda natural con toques dorados y adornado con pedrería pulida en tonos naturales. Era largo y ajustado a la figura, ese vestido representaba la belleza y fortaleza de una reina guerrera.
-Si Chispi, tienes razón, la edad no perdona… bromeaba Ovidia.
Malena, querida, tenemos un regalo para ti. Es de todos nosotros con mucho cariño.
¡Adelante! ordenó mirando hacia la cascada.
En ese momento aparecieron dos ninfas portando un paquete envuelto en grandes hojas entrelazadas con cuerdas. Se pararon frente a Ovidia pidiendo permiso para su entrega. Ella asintió con la cabeza y se dirigieron hacia Malena dejando a sus pies ese gran regalo.
-¡Adelante, ábrelo!
Malena se sentía halagada con tanta atención y se emocionó al abrirlo y ver su contenido.
miércoles, 27 de octubre de 2010
Capítulo 6
Los dos amigos seguían en la terraza junto a Virginia charlando en la espera de recibir una llamada del museo. Un cañón de luz brillante atravesó el cielo acariciándolo y unos instantes después desapareció dejando una estela violácea.
-¿Qué ha sido eso? ¿lo habéis visto? preguntó Fermín exaltado.
-Si, lo he visto ¿de dónde creéis que venía? Respondió Tinín.
Virginia sin dar opción a ninguno contestó:
-Creo que puede ser cerca de la floristería, más bien dentro de ella. Pensaréis que estoy loca pero puede ser la piedra. ¿No le desapareció a Molina? Pues ha podido volver mágicamente allí de la misma forma que se fue. Acuérdate Fermín lo que nos contó cuando la vió por vez primera, se iluminó y desapareció.
Sin embargo nada era lo que parecía ya que el detective había descubierto que viajaba a través de la tierra y no del aire. Su exploración en el terreno del jardín le marcó un rastro quemado orientado hacia el norte. No pudo seguir las excavaciones ya que invadía el suelo de los vecinos adyacentes y necesitaba orden judicial para ello. Tampoco se había propuesto perforar todos los subterráneos de Vallelis, solo quería verificar como se trasladaba la energética roca. Quizá una fuente magnética en algún punto cercano la imantase hacia ella siguiendo los tratados de la física. Ahora había que localizar dicha fuente que no podía estar muy lejos.
Virginia seguía preocupada por la desaparición de su objeto codiciado. Cruzó sus estilizadas piernas bajo la atenta mirada de Fermín. Valentín no le prestó atención ya que a él le inspiraban más las extremidades masculinas.
-Estamos divagando un poco, quizá era un meteorito, dijo Tinín.
Virginia se levantó y decidió marchar hacia la dichosa tienda de flores, quería averiguar si tenía razón.
-Aquí os dejo, tengo cosas pendientes. Ya me llamaréis si tenéis noticias.
Fermín pensó que debía llamar al detective para averiguar si él también había sido testigo del fenómeno luminoso celeste.
-Hola Molina, ha ocurrido algo extraño, ¿ha visto usted esa luz?
-Si señor Sanz, la he visto. Pero no tengo ninguna explicación al respecto. Habrá que investigar la zona que rodea la floristería, ya le explicaré.
-Entonces ¿cree que provenía de allí? ¿piensa que tiene que ver con la piedra?
-No, no es la piedra, estoy seguro. Se desliza por el suelo y deja un rastro tras de si de tierra quemada. Eso que hemos visto tiene que ser otra cosa.
Virginia llegó a la tienda y observó sus rincones detenidamente. Era increíble como todas las flores estaban intactas. Se iba a tomar con calma la exploración ya que conseguir encontrar ese trofeo bien valía dedicarle su tiempo.
En el tapiz pedestre una piedra en especial sobresalía. Era blanca y con inscripciones en su superficie. Malena enseguida le prestó atención y se acercó deslizándose por la pulida superficie. Tenía la sensación de estar patinando sobre un lago helado. Sin embargo al acercarse a ella la temperatura se tornó más cálida y un placentero bienestar se apoderó de su ser. Parecía que la estaban llamando con un sonido que solo ella era capaz de escuchar. Tenía la sensación familiar de que era parte de su vida lo que iba a ver si la cogía. Se inclinó sobre ella acercando la mano y sintió el calor de la madre tierra recorriendo su cuerpo, la paz y tranquilidad se adueñaron de ella. Al recogerla entre sus manos empezó a experimentar algo nuevo, eran visiones. Veía la plaza mayor del pueblo con la terraza del mesón y su fuente generosamente decorada con guirnaldas.
-¿Oh, Dios mio! Exclamó.
Estaba viendo a Fermín sentado con su buen amigo Valentín.
Empezó a llamarles desesperadamente pensando que iban a escucharle. Por un momento se olvidó de donde estaba y solo anhelaba estar a su lado. Tantas emociones juntas hicieron que se derrumbara y comenzará a llorar en ese manto de piedras. Las lágrimas chocaban en el suelo fundiéndose con las piedras formando pequeñas estrellas que brillaban como diamantes puros. Cuando abrió los ojos y vio lo que ocurría paro de llorar y quedó hipnotizada con la maravillosa escena. Las estrellas parecían moverse al son de una música infantil que sonaba levemente. Pensó que no debía llorar más, que no le iba a suceder nada malo, que tenía que buscar la manera de regresar a casa.
Volvió a tocar la piedra, esa piedra blanca que la transportaba a sus lugares queridos, quería ver su tienda. Así que cerró los ojos y empezó a imaginársela, deseó verla con todas sus fuerzas. Su tienda querida, fruto de sus esfuerzos aparecía en su cabeza. Sus plantas, sus troncos, sus flores, todo estaba como lo dejo, intacto e inalterable con el tiempo.
-Pero… ¿qué hace Virginia en mi tienda? ¿qué está buscando con tanto interés? está sola.
Virginia había conseguido entrar gracias a la llave que vió como escondía Fermín sobre el altillo de la puerta. Estaba inspeccionando el hueco dejado tras quitar la cerámica cuando le sonó el teléfono.
-¡Dígame!
-¿Doña Virginia Milano?
-Si, ¿con quien hablo?
-Le llamo desde el juzgado a propósito de los certificados que demandó acerca de don Fermín Sanz.
-¡Ah si! Recuerdo, para un traspaso de titularidad eventual de un comercio.
-Si, así consta. Debo informarle que no hemos encontrado ningún dato de referencia que nos confirme la identidad de este señor.
-¿Cómo dice? Debe tratarse de un error. Yo doy fe de que existe.
-No lo dudo señora Milano pero solo le informo que no hay datos antiguos referentes a esta identidad concretamente hace cinco años.
-Pero, no lo entiendo.
-Las identidades están registradas bajo estricto orden número lógico, este señor no sale en las listas. Compruebe bien los datos y los apellidos y remítanoslos.
-Entiendo, ya les informaré, gracias por su atención.
La perspicaz abogada quedó intrigada con la llamada.
-Hace cinco años no hay datos sobre él, exactamente los que hace que lo conozco…
Decidió telefonear al protagonista de este misterio para contrastar sus datos por si hubiese un fallo en la escritura. Fermín quedó perplejo con su llamada y quiso quedar con ella para hablarlo directamente.
sábado, 16 de octubre de 2010
Capítulo 5
Aquel forzado aislamiento era bello pero Malena no soportaba el encierro y pensó;
-Si he sido elegida por algo, tengo que descubrir el por qué.
Se acercó a la salida de la gruta y comprobó que los setos la cerraban por abajo y los robles por arriba. Intentó abrirse paso entre ellos apartando con sus manos la espesa capa del verde manto. Una vez y otra vez la capa se recomponía cerrando su escapatoria. Arañó sus manos y de pura rabia comenzó a llorar desconsoladamente. Sus lágrimas humedecieron las hojas y las ramas que al reconocer la esencia de esa agua salada se rindieron a sus pies abriendo el codiciado escape. No lo dudó un momento, secó sus sollozos con los brazos y salió al exterior apoyándose en el tronco de sus guardianes con ramas.
Llovía afuera y las finas gotas se mezclaron en su melena rizada, como si de un bautismo se tratara. Quizá no era el mejor momento, mejor esperaría a que la lluvia cesara.
Molina en su despacho contemplaba el cuarzo sobre la mesa cuando comenzó a iluminarse e irradiar destellos con un aura violácea.
-¡Oh, Dios mio! Otra vez no, exclamó resignado.
La roca adquirió vida y gravitó hasta la ventana abierta, hundiéndose en la tierra mojada. Había intentado cogerla pero quemaba, la temperatura le subió sin motivos aparentes. Ahora pudo entender que la otra vez no pudo hacer nada. Saltó por la ventana, eran dos metros de nada. Se tiró al suelo, escarbó con sus uñas el césped de la entrada y nada de nada. Se había evaporado, desintegrado, fusionado con la madre tierra.
Fermín y Tinín seguían esperando la llamada tan importante mientras disfrutaban de un día espectacular. En la plaza continuaba la fiesta con sus espectáculos de danzas tradicionales. Eran una mezcla de baile folclórico y moderno. Los mozos del pueblo vestían sus trajes de gala que consistían en calzones morados, camisa blanca y una faja de lana en amarillo mostaza. En la cabeza lucían un sombrero de felpa, estilo campesino, de color blanco y manoletinas de piel negras en sus pies.
La plaza se alborotaba y llenaba de alegría al verlos actuar. Era un acontecimiento que unía al pueblo haciendo que olvidaran sus problemas. Esta función artística comenzaba en la plaza y recorría algunas calles para acabar en la ermita situada en la parte alta de Vallelis.
Fermín y Tinín asombrados disfrutaban del buen hacer de los danzantes, les llenaba de orgullo y disfrutaban como niños. Sin embargo no les siguieron ya que esperaban la llamada del museo y no querían despistarse ni un momento.
Sin más, sonó el teléfono de Fermín, pero no eran buenas noticias. Molina le contó lo sucedido con la piedra.
Por la esquina del mesón apareció Virginia vistiendo traje entallado color pistacho con falda hasta la rodilla. Llevaba siempre tacón fino y medias de seda. Su melena negra recogida parcialmente con un pasador de madera dejaba ver su rostro moreno y su mirada serena. Era mediterránea por los cuatro costados, su familia era de allí desde tiempos de lejanos antepasados en los que razas árabes se mezclaron con hispanas. Tenía el paso firme y las ideas claras, sabía lo que quería y ante ella apareció sentado en la terraza.
Fermín se levantó de la silla al verla y la invitó a compartir mesa.
-Estamos tomando unos finos, tú ¿qué deseas? preguntó Fermín.
-Lo mismo estará bien. ¿Qué tal Valentín? ¿Mucho trabajo con la feria?
-Todo controlado, llevo varias semanas preparándolo. Ahora lo importante es Malena.
-¿Sabéis algo ya de la piedra?
-Si sabemos… sabemos que se ha evaporado como el agua.
-¡Cómo dices!… pero… no la tenía Molina custodiada.
-Me acaba de telefonear… la piedra desapareció otra vez bajo la tierra.
Virginia quedó pensativa, dudaba de que hubiese desaparecido.
-Este Molina la habrá escondido, pensó, con lo protegida que la tenía.
-Y ahora ¿qué?
-Tomamos fotos y el museo nos va a mandar información sobre ella, tengo conocidos allí, le replicó Valentín.
-¿Cómo es posible? Ni que tuviera poderes un trozo de roca…
-Poderes o no, va y viene cuando quiere.
Fermín estaba entre lo real y lo abstracto. Su visión de la cafetería le había abierto una puerta a lo desconocido.
Dejó de llover en el bosque y Malena se armó de valor y salió de su escondite. No sabía por donde empezar, así que siguió el sendero que le marcaban las hermosas flores esperanzada en conseguir respuestas. Mientras andaba se escuchaban murmullos tras la espesa vegetación. Estaba un poco asustada porque no sabía que podía encontrarse y no paraba de oír ¡es ella, es ella!
De repente en el camino vio una ardilla que le miraba con curiosidad. Malena decidió preguntarle si sabía darle una pista hacia donde ir.
-Hola bonita, me podrías ayudar, no se donde estoy.
-Hola Malena, ¿qué haces fuera de tu refugio? No es bueno que andes sola, deberías volver.
-Pero… ¿cómo sabes mi nombre? No entiendo nada, voy a volverme loca.
-No puedo contestarte, pero confía en mi.
-¿Estoy alucinando? Se preguntó.
¡Había estado hablando con una ardilla!
Todo esto debía ser un sueño. Esperaría a que pronto acabara.
Siguió el camino sin hacerle caso hasta encontrarse con una bifurcación. Dos senderos distintos aparecieron frente a ella. Uno de ellos bordeado por grandes abedules que desprendían su fragancia junto a los grandes fresnos con sus hermosas hojas. El otro con piedras en el suelo de diferentes tonos; rosáceas, azuladas, blanqueadas… todas ellas finamente pulidas y perfectamente encajadas.
Se decidió por este último, algo le atraía a pisarlas. Eran de tacto suave y líneas redondeadas. Caminó deslizándose sobre ellas como si de una pista de baile se tratara. Era un maravilloso tapiz natural, pensó, cogeré una de ellas. Se inclinó hacia el suelo, alargó sus brazos y un escalofrío recorrió su cuerpo cuando su piel entró en contacto con el mosaico. No quiso volver a tocar pero lo intentó de nuevo. Tocó una azulada y su cuerpo comenzó percibir sueños pasados en el bosque. Se asustó tanto que la soltó inmediatamente. Pero algo le decía que tenía que probar otro color, parecía que aquellas piedras contenían las respuestas. Así que decidió tocar la blanqueada. El tiempo se paró, todo comenzó a girar a su alrededor y a mezclarse los colores… ¡uf! Aquello era alucinante.
Molina cogió su detector de energías y con una pala levantó toda la tierra de su jardín durante toda la noche. Rastreó palmo a palmo, metro a metro, su lógica le decía que las cosas no desaparecen como si nada. Todas son parte de un espacio que las contiene y que através de otro espacio se transportan. Esa piedra no tenía que estar lejos, iba a encontrarla. Habría dejado un rastro de tierra quemada. Nada desaparecía sin dejar pistas y él iba a encontrarlas.
domingo, 10 de octubre de 2010
Capítulo 4
La piedra filosofal yacía en un cofre que Virginia recogió en la sección de regalos que había en la tienda. Guardaron el hallazgo y seguidamente marcharon a su despacho de abogada para analizar la situación. Molina no se separaba del cofre y lo abría de vez en cuando para comprobar que seguía allí. Esta vez no le perdería la pista.
-Deberíamos consultar con un experto en la materia, ¿no creen? comentó Virginia.
-Si, Tinín podría darnos información de donde encontrarlo, sugirió Fermín.
-Primero me gustaría que Manuel echase un vistazo a estos símbolos grabados. Molina no quería separarse de la piedra.
-Muy bien señores, hagan lo que crean oportuno. Yo debo regresar a mis tareas, tengo que acercarme por las viñas para administrar las parcelas. Con la vendimia encima hay mucho trabajo pendiente, si me disculpan.
-De acuerdo. Llamé a su amigo y muéstreselo. Después se lo llevaremos a Tintín.
Molina fue en busca de su amigo con su pequeño tesoro.
-No te lo vas a creer Manuel, lo que hemos encontrado…
-Tranquilo Pepe, cuenta, cuenta.
-¿Recuerdas aquel episodio de mi vida que me cambió por completo?, aquel que me ocurrió en los viñedos donde encontré una piedra.
-Claro que lo recuerdo, como para olvidarlo. Casi te volvió loco aquel suceso. ¿Qué ha ocurrido?
-¡Mírala! la tengo aquí. No se cómo ni por qué pero estaba en la floristería de la chica desaparecida a dos metros bajo el suelo.
-Pero… ¿cómo es posible? Estás seguro que es la misma que encontraste tú.
-Si, segurísimo. Mira las inscripciones que tiene, son las mismas que entonces vi. ¿Sabrías interpretarlas?
-Déjame ver… espera un momento que traigo el pliego… ¡Mira Pepe! es increíble, se trata de la misma grafía.
-Entonces ¿sabes algo ya de esta simbología?
-No, necesitaré más tiempo. Aunque encuentro semejanzas entre los símbolos de la piedra y el emblema del pliego. Algunos son insignias de la cultura celta.
La biblioteca era un paraíso de sensaciones. No era la típica de un pueblo sino una combinación de estilos y decorados. Valentín consideraba que un espacio de lectura como aquel tenía que servir también para abrir las mentes. Por esa razón fue creando rincones especiales donde estabas obligado a imaginar y evadirte de la realidad; el rincón exótico con alfombra y pared tapizada desprendía aromas a esencias milenarias, el rincón francés estaba acondicionado con una gramola y cortinas de encaje, el rincón pirata tenía mapa del tesoro y espadas cruzadas. Siempre que lo visitaba Fermín se sentaban en el rincón del misterio. Tenía una mesa maciza con grandes butacas, lupa y carpeta de cuero sobre ella con un juego de estilográficas reservadas para las firmas importantes.
Allí estaban sentados tomándose dos cafés que Valentín había preparado en su cafetera italiana. Le relató todo lo ocurrido en la tienda y la existencia de la piedra misteriosa grabada con signos especiales.
-No me lo puedo creer… ¿seguro que este Molina no tiene alucinaciones….?
-Mira, no se si las tiene o no, pero hay muchas coincidencias entre su relato y todo lo que rodea a la desaparición de Male.
-El museo de las civilizaciones tienes manuscritos con diferentes tipos de escritura. Además tiene especialistas en lenguas muertas. Si me proporcionas la piedra podría llevársela para que la compararan con lo que allí tienen.
-No se cuando podré traerla, Molina no se separa de ella.
.No importa, hazle una foto o grábala incluso, eso de momento serviría.
Era extraño como habían sufrido desperfectos los tejados de las casas y sin embargo los viñedos estaban intactos, pensó Virginia. Sería verdad la historia que contó Molina, se preguntaba. Desde el año en que dijo le había ocurrido el magnífico suceso, las vides se habían fortalecido sin atacarles plagas ni afectarles heladas. Las uvas tomaron renombre por su calidad, hasta los mostos eran codiciados por las grandes marcas comerciales. Si esa piedra tenía el poder de garantizar unas viñas sanas y sin problemas, esa piedra era un tesoro.
Fermín seguía en la biblioteca cuando le llamó Molina.
-Dígame Molina.
-¿Dónde se encuentra? Podemos quedar ahora para enseñarle la piedra a ese amigo suyo que mencionó.
-Ahora mismo me encuentro con él en la biblioteca, le esperamos aquí.
-¡Tinín! ¡Tinín!
-¿Qué pasa? ¿Quien te ha llamado?¿Eran buenas noticias?
-Si, viene hacía aquí Molina con la piedra.
-¡Genial! Prepararé otro café mientras esperamos.
Chispi seguía contándole lo de la piedra a su amigo Sultan cuando sin más la cascada que se rompía en el lago desapareció. En ese momento el silencio se hizo en todo el lugar, se paralizaron los pajarillos, los cisnes, el tiempo… Al momento, por donde antes bajaba la cascada apareció una mariposa. Era luminosa y de colores alegres como el arco iris. A su paso dejaba una estela de brillantes estrellas.
La magnífica mariposa se posó en uno de los cerezos y tras un minuto en reposo levantó el vuelo y desapareció por donde había llegado. La cascada volvió a su cauce y todo volvió a la normalidad.
Chispi y Sultan no articulaban palabra.
Se levantó una suave brisa y la sacerdotisa del otoño hizo su aparición. Al cambiar la estación siempre anunciaba su llegada de forma simbólica. Las mariposas daban la bienvenida y la despedida del verano. En realidad eran pequeñas ninfas que acompañaban a las sacerdotisas en el cumplimiento de los pasos estacionales.
Una capa tejida con un entrelazado de hilos de seda y hojas secas envolvían su estilizada silueta. Su pálida tez combinada con el blanco arrugado de sus manos alargadas. Se acercó a los dos sorprendidos espectadores que admiraban el momento y les dijo:
-Las estrellas me han guiado, el viento me ha empujado, las plantas me han llamado y hasta aquí he llegado. Saludos amigos del bosque, el cambió de estación llegó.
Sultan se apresuró a prestarle ayuda ya que se ayudaba de un bastón para mantener el equilibrio. Los años pasaban y ya eran muchas las estaciones vividas.
-Aquí está el pequeño Sultan siempre dispuesto a ayudar. No temas pequeña. Me llamo Ovidia y traigo la serena calma después del ajetreado verano.
-Había oído hablar de ti, pero nunca te vi. Mi nombre es Chispi y soy la guía y guardiana del bosque.
Mientras conversaban bandadas de aves volaban en retirada hacia la estación pasada. Le relataron la historia de Malena y la piedra filosofal. Ovidia quedó pensativa…
-Lleva tiempo desaparecida aquella piedra. Mandé a la lluvia para buscarla entre las rocas perdidas, bajo el suelo, sobre las plantas y… nada de nada. Desde que la diosa del la tempestad se la arrebató al árbol sagrado, la piedra buscará el alma de su árbol que migró tras quedarse sin ella… e intuyo que Malena posee ese alma.
-SI, ¡eso es!... gritó Chispi con alegría. Los robles la coronaron como su reina y la protegen día y noche.
-Entonces hay que encontrarla lo antes posible para que vuelvan a estar juntas, dijo Sultan.
-Si, pero no es tan fácil. No sabemos donde está, ese es el problema. Tendremos que esperar a que la propia naturaleza nos deje pistas o la misma piedra encuentre su alma guiándose por la energía que las une, contestó Chispi.
-No os preocupéis pequeños, todo llegará a su debido momento. Seguid con los preparativos y tranquilos.
Empezó a llover y Molina metió el cofre con la piedra en su bolsa. Como le gustaban esos días de lluvia. El olor de la tierra mojada le transportaba a aquellos inolvidables momentos paseando por el campo con su padre. Era un niño entonces y recogía caracoles cuando les salían al paso… pero había pasado tanto tiempo.
En la biblioteca lo recibieron con entusiasmo. Valentín estaba impaciente por ver el magnífico hallazgo. Su excelsa imaginación le proporcionaba mil respuestas para la resolución del misterio pero trataba de dar una imagen pragmática para que lo consideraran más en serio.
-Encantado Molina, no había tenido ocasión de conocerle, no para mucho por aquí.
-Había oído hablar de la original biblioteca con muchos elogios pero veo que se han quedado cortos.
-Pase, pase y siéntese. Cuéntenos que ha descubierto.
Molina abrió su bolso y colocó el cofre sobre la mesa maciza. Toda la atención se centró en aquel recipiente de madera forrado con terciopelo azul que el investigador había custodiado desde su descubrimiento. Despegó el cierre adhesivo y mostró su interior a la pareja de amigos.
-¡Uy! Parece una pieza valiosa. Se asemeja al cuarzo blanco con inscripciones plateadas, me atrevería a decir que se han realizado con algún tipo de aleación fuerte para poder adherirse a la piedra.
-Si Tinín, este tipo de roca no es muy común y tiene un alto grado de dureza.
-Compruebo señores que no son profanos en estos temas pero les tengo que decir que lo importante es lo inscrito en su superficie.
-Propongo hacerle una foto uy mandarla por fax al museo, seguro les interesa comentó Tinín.
Acordaron hacer la foto y mandarla para tener noticias lo antes posible. Molina recogió el tesoro y se marchó a su despacho para seguir investigando pero con la piedra a su recaudo.
La pareja de amigos se fueron al bar de Pepa, necesitaban que el tiempo pasase rápido hasta que lo s del museo les llamasen. Se sentaron en la mesa más cercana a la fuente que transmitía calma con el suave sonido del flujo de limpias aguas.
domingo, 3 de octubre de 2010
Capítulo 3
Fermín seguía desesperado. Necesitaba una pista, algo que le diese esperanzas. Así que decidió ir a la floristería para intentar encontrar algo ya que fue el último lugar donde fue vista. Entró con sigilo y cautela, no quería tocar, ni pisar nada que fuese una pista. La tienda transmitía paz, el perfume de Malena seguía allí, todo estaba igual. Algo raro les había pasado a las flores, estaban como la rosa que se encontró la señora Teresa. Parecían estar recién cortadas y que el tiempo se hubiese detenido esperando algo o a alguien. Se sentó en la mecedora donde tantas veces leía el periódico mientras la esperaba antes de ir a comer. Allí se quedó dormido.
Amaneció un día soleado y Molina salía del centro meteorológico. Quedó impactado con los datos que obtuvo; tormenta eléctrica en un radio de dos kilómetros, exactamente el territorio que abarcaba Vallelis. El epicentro de la tormenta estaba perfectamente localizado en el cuadrante inferior derecho del mapa apuntando la marca donde se asentaba la floristería. Los técnicos dijeron que era un caso extraño pero no anormal ya que había casos de acumulación energética excesiva en un punto y los rayos convergían en él. Habría que investigar aquella tienda de flores palmo a palmo en búsqueda de fuentes energéticas que explicasen el fenómeno. Marcharía de vuelta rápidamente… podría volver a ocurrir. Para un acontecimiento de este calibre que sucedía, no pudo vivirlo ya que se encontraba con Manuel de escapada campestre. Si volvía a ocurrir no quería perdérselo.
La plaza era una algarabía de sonidos y colores. Los ruiseñores que asomaban tras sus jaulas en los balcones retaban a las cardelinas que volaban libres por los tejados. Las trepadoras erguían sus tallos ante la presencia del sol. Las mesas de la terraza vestían manteles morados e invitaban a los traseuntes a sentarse en aquella soleada mañana. Virginia acababa de llegar, su trabajo de perito la tenía inmersa en los daños producidos en todas las edificaciones. Además era abogada y tenía el despacho allí mismo. Se sentó y pidió a la camarera del mesón una copa de crianza de la tierra con una tabla de ahumados. Conoció a Fermín el mismo día que llegó al pueblo y la química surgió pero luego conoció a Malena y… no tuvo nada que hacer.
Fermín apareció con la misma ropa del día anterior, sin afeitar, pasó la noche en la tienda.
-Gracias por venir Virginia, se lo ocupada que estás estos días.
-No digas tonterías… siéntate y cuéntame como te encuentras.
-Mal…no como…no duermo…quería que me asesoraras acerca de mi situación. ¿Qué hago con la tienda mientras Male no esté?
-Habrá que mantenerla cerrada hasta que esto se esclarezca.
-Pero ¿qué pasará con todas las plantas? Male ha invertido mucho en su negocio.
-Esperaremos a que sufran deterioro. No obstante busca los papeles del seguro, los estudiaré.
Decidió regresar a la tienda para buscar los papeles que Virginia le había pedido. En una pequeña habitación que utilizaba de despacho los encontró. En el mismo cajón había otro papel ennegrecido y arrugado, parecía un mapa. No lo reconocía y decidió guardárselo para mostrárselo a Molina y en su busca fue. Le había telefoneado y quedaron en verse en el bar de Pepa.
-¿Qué noticias tiene Molina?
-Fue impactante se lo aseguro. Necesitaría seguir investigando antes de decirle nada en concreto. Tendré que analizar minuciosamente cada rincón de la tienda. Le llamaré para ir.
- Mire, encontré esto buscando en los cajones donde Male tenía sus documentos. Parece un mapa.
-Traiga,… lo estudiaré.
Molina decidió llamar a su amigo Manuel para enseñarle el mapa misterioso ya que desde pequeño le había interesado el mundo de la cartografía. Se dedicó varios años a estudiar el oficio aunque actualmente se dedicaba a la notaria. En su tiempo libre recorría mercadillos en busca de mapas antiguos.
-Se trata de un pliego antiguo, diría yo que anterior a la revolución industrial. Fíjate en el tipo de escritura e impresión. Pero esta simbología no la reconozco, tendré que analizarla.
-Hazlo Manuel, todas las pistas son valiosas.
-Buscaré en mis viejos libros alguna semejanza y ya te haré saber. ¿Quedamos para este fin de semana? Podríamos repetir la escapada.
-¿Qué dices? No tenía un caso como este hace tiempo. Tengo que dedicarle toda mi atención hasta averiguar algo. La desaparición de Malena Lusón ha conmocionado al pueblo.
Virginia escondía sus ojos verdes tras unas gafas de diseño. Su traje de chaqueta entallado dibujaba una silueta de proporcionadas dimensiones. Siempre vestía elegantemente incluso cuando realizaba los peritajes. Había nacido allí y solo abandonó Vallelis para realizar sus estudios universitarios. Viajaba por motivos profesionales pero siempre regresaba, se sentía segura y protegida. Su familia poseía una finca que abarcaba el cincuenta por ciento de la producción vinícola. Ella se encargaba de las gestiones administrativas.
Estaba valorando los daños ocasionados en las viviendas cuando le tocó la casa de la señora Teresa. Uno de los rayos había alcanzado su jardín y destrozado su coqueto merendero que tanto dinero le costó.
-Entra Virginia, en la parte de atrás lo verás mejor. ¿Crees que me lo pagará el seguro?
-Su seguro es muy modesto Teresa, no creo que entren los daños por agentes atmosféricos.
-No me digas eso… ¡Ay! Si mi pobre Alfonso levantara la cabeza…lo construyó con sus propias manos.
-Trataré de enfocarlo de otro modo para que resulte un fallo en los materiales de construcción… quizá por ahí…
-Gracias hija, por cierto ¿sabes algo nuevo sobre Malena?
-Mire Teresa, todos se han empeñado en que ha desaparecido misteriosamente y nadie ha dado por hecho que simplemente se ha marchado.
-¿Por qué dices eso? Estaba muy a gusto con su tienda.
-Eso pensamos pero ¿quién sabe? podría tener sus razones.
-No, no, yo la vi desaparecer en una nube de humo.
Manuel estudió el mapa durante horas, le fascinaba. Pasó la noche en vela buscando entre sus libros. Encontró uno que tenía planos antiguos de Vallelis y uno de ellos se asemejaba bastante al pliego. Se trataba del bosque que se encontraba al otro lado del pueblo. La escritura que llevaba impresa seguía sin reconocerla, tenía que seguir investigando. Llamó a su amigo para contarle su descubrimiento.
Molina se sentó en una mesa bajo la sombra de un árbol y esperó a que apareciera Fermín, le había telefoneado. Y, apareció, tenía un aspecto desolador.
-Señor Sanz, tiene que cuidarse. Si no descansa no me servirá de ayuda.
-Fácil es decirlo pero poder cumplirlo…
-Tengo noticias sobre el pliego antiguo. Mi buen amigo Manuel, conocedor de esta materia me ha comentado que se trata de un mapa del bosque. Este bosque parece ser el encontrado en las afueras de Vallelis..
-¿Para que querría Malena el mapa del bosque?
- No se decirle pero me gustaría visitar la tienda ahora. Tengo aquí mismo el coche y podemos acercarnos.
Se dirigieron a la floristería con las ventanillas bajadas acompañados por la música de violines y guirnaldas doradas. Sonaba la pequeña serenata nocturna de Mozart y el pueblo se había reunido en aquel aforo para brindar por las cepas madre, tradición antigua que conservaban desde los ancestros.
Al entrar en la tienda no percibieron olores extraños, todo seguía igual; las orquídeas espectacularmente bellas, los helechos vigorosamente erguidos, las margaritas dulcemente predispuestas. Molina portaba un maletín que abrió en el suelo sacando un desplegable compuesto por una vara y un aparato anexo en su extremo.
-Se trata de un sonar electromagnético. Mide las posibles acumulaciones de energía.
-¿Qué espera encontrar?
-Todavía no lo se… una fuente de calor o algún tipo de magnetismo.
Comenzó a rastrear por el centro de la estancia. Un piloto se encendió tímidamente.
-¡Atención! Aquí hay algo.
Incidió en los rincones y bordeó la habitación. En el rincón de la ventana era donde el rojo del piloto era más intenso.
-¡Aquí hay algo! Necesito permiso judicial para levantar las baldosas.
-Espere… llamaré a Virginia. Quizá ella pueda conseguírmelo aunque… el precinto judicial solo rodea el jardín. No creo que haga falta.
-Llame, llame… no demos pasos en falso.
Virginia contestó al teléfono.
-Dígame.
-Soy Fermín, me encuentro con Molina en la floristería y necesitamos hacer una obra en búsqueda de pistas. ¿Puedo hacerla sin autorización judicial?
-Veamos, ¿qué tipo de obra?
-Levantar unas baldosas del suelo.
-¿Baldosas?¿qué esperáis encontrar?
-Algo que nos oriente, estamos muy perdidos.
-Me dirijo en este momento hacia allí. No toquéis nada hasta que llegue.
Pasó por su despacho para recoger un formulario donde Fermín pudiese firmar como responsable de obra. Sentía curiosidad y se apresuró en llegar.
-Aquí traigo esta documentación. Fírmala como responsable en la ausencia de Malena.
Molina sacó un cortafrío y un mazo del maletero de su coche y comenzó a levantar el suelo. La señal era más potente ahora. Siguió picando en el cemento hasta tocar tierra. Excavó, excavó, el piloto parecía que iba a estallar. Entonces apareció.
-¡Dios mío! , era su piedra.
Aquella que tuvo entre sus manos años atrás y que desapareció bajo sus pies.
Estaba muy emocionado y apenas articuló palabra.
-¿Qué ocurre Molina?, ¿Ha encontrado algo importante?, preguntó Fermín.
-No se lo van a creer, le contestó.
Les relató su aventura con la misteriosa piedra y como durante años no había conseguido dar respuesta para aquel acontecimiento.
Malena estaba rodeada de todo tipo de atenciones para su protección. Los robles custodiaban la entrada y una espesa capa de seto cubría su recogido aislamiento. Los jilgueros se colaban y le piaban al oído contándole los secretos en la música de las aves. Chispi entretanto se dirigía a la llamada de los magos mayores. Allí se reunían todos los guías… el del mar, el del río, el del aire,…Fue en esta reunión donde le informaron del motivo de escoger a Malena.
Sin embargo y ante cualquier pronóstico, la bella durmiente despertó de su letargo. Los mentoles no habían producido el resultado esperado. Despertó lentamente apreciando la decoración del que era su lecho. Se incorporó y siete mariposas revolotearon a su alrededor para extender el aroma del heno. Chispi llegó y quedó sorprendida del espectáculo.
-¡Despertaste¡… pero ¿cómo te sientes?
-¿Qué?, ¿quien eres?, ¿dónde estoy?
-¿No me recuerdas Malena? Soy Chispi, tu guía.
Creo que me pasé un poco con la dosis de dulces sueños pensó.
-Voy recordando ¿me diste algo que me dio mucho sueño?
-Si Malena, estabas muy nerviosa ¿te encuentras mejor?
-Me encuentro bien,… creo.
-Puedo darte ya alguna respuesta. Los magos mayores creen que tienes una maldición. Mientras la tengas atraerás a las tormentas eléctricas. Nosotros solo tratamos de protegerte.
-Pero ¿qué me cuentas?, ¿cómo me ha llegado precisamente a mi?
-Eso tratan de averiguar, creen que has sido elegida por algún motivo especial.
-No puedo creer lo que me está pasando.
-Los magos me comunicaron que el antídoto existe. Se trata de la piedra filosofal.
-Y ¿dónde está la piedra esa?, ¿habrá que buscarla?
-Tranquila, no corras tanto. Tendrás que quedarte por tu seguridad aquí un tiempo.
-Pero tú no lo entiendes, estoy desando volver a Vallelis con la gente y mi pobre Fermín que estará muy preocupado.
-No te preocupes, las señales van llegando y nos marcarán el camino.
Malena se quedó en la cueva pensativa, con deseos de salir y que todo se solucionase lo antes posible. Aunque no se quedó muy tranquila con lo que le contó Chispi. Había algo que le decía que esa no era toda la verdad, que le ocultaba algo más pero ¿el qué? Mientras le daba vueltas a la cabeza no podía apartar su vista de aquellas maravillosas guirnaldas de flores que adornaban aquel lugar. El perfume que desprendían era el mejor ambientador natural. El suelo estaba cubierto de heno fresco que transmitía tranquilidad y bienestar. Los animalillos entraban y salían a su antojo, todos revolucionados por su presencia. Querían verla porque en el bosque no se hablaba de otra cosa.
Chispi se dispuso a ir al lago encantado, tenía muchas cosas que hacer. El día de la fiesta se acercaba y tenía que estar todo preparado. En este lago era donde celebraban los acontecimientos más importantes. Parecía el de un cuento de princesas. Estaba rodeado de largas praderas verdes, cerezos en flor y una cascada salida de unas rocas que rompía el agua cristalina de color celeste. El cielo siempre lucía claro con su sol radiante reflejándose en el agua. Los cisnes blancos como perlas se paseaban con elegancia entre las aguas. El fondo musical lo marcaban los ruiseñores. Allí encontró a Sultan, su fiel amigo desde hace muchas primaveras. Era un duende de las estaciones y al igual que ella tenía orejas puntiagudas hacia arriba. Estuvo contándole la necesidad de encontrar la piedra filosofal que tanto tiempo llevaba desaparecida.
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