domingo, 21 de noviembre de 2010

Capítulo 10


La verbena continuaba con una recena de bocadillos de fiambre. Teresa y Manuel parecían una pareja de jóvenes enamorados. Ella encantadora con su vestido finamente estampado, él elegante con su traje gris marengo y camisa blanca. Paseaban contemplando los puestos de artesanía que los vecinos de otros pueblos habían montado para participar en la fiesta. El de los puestos de mimbre era el favorito de la rejuvenecida Teresa que los miraba con mucho detalle buscando los de las hebras más resistentes. Su apuesto acompañante no dudaba en acercarle los que se encontraban más altos para verlos con detalle. Formaban una bonita estampa, él cediéndole el paso, ella contenta de tener su compañía después de haber quedado segunda en el concurso de tortillas.
-No entiendo como no le han dado el primer premio.
-La tortilla rellena del primer premio estaba muy trabajada.
-Si pero… la presencia de la suya con ese adorno floral de zanahorias y puerros…
-Otra vez será… lo importante es la causa para la que están destinados, el asilo de los indigentes.
-Ojala hubiese más gente con su espíritu solidario.
-No es para tanto…una tortilla no es tanta ayuda…por cierto, puede tutearme si lo desea… mis conocidos me llaman Tere.
-Como quieras Tere, a mi me llaman Manuel. Nunca he consentido que me llamaran Manolo. Por favor, tutéame tu a mi también.
Hablaron de sus historias, de sus vidas. Recordaron momentos del pasado, cuando tenían quince años,… nada que ver con la juventud de hoy, eran otros tiempos.

Valentín acostó a su amigo en una cama de su casa. Decidió llevarlo allí porque estaba muy cerca de la plaza y no estaba para muchos traslados.
-He visto a Male, le repetía a su amigo con voz entrecortada.
-Venga… acuéstate… no estás para hablar.
-Estaba tan guapa…
No le prestó atención y le apagó la luz.
-Está desvariando, pensó.
El bibliotecario decidió quedarse en casa por si Fermín lo necesitara. Se acercó la vieja butaca de leer cerca de la cama y se recostó a leer un libro.
Fermín entró en un profundo sueño después de unas cuantas vueltas en la cama. Y allí estaba su amada tan guapa como siempre, se acercaba a ella lentamente con los brazos estirados intentando alcanzarla y susurrándole palabras de amor. Abrazados los dos se movían al compás.
Valentín le desvistió parcialmente para que estuviese más cómodo. No se atrevió a más porque no dejaba de ser un hombre atractivo además de su amigo y temía que sus impulsos lo empujaran a otras cosas. Le gustaba mucho un tatuaje que llevaba en la espalda y quiso observarlo una vez más. Se trataba de un símbolo tribal que significa “fuerza” situado entre los omoplatos.
Tuvo tentaciones de tocarlo pero se frenó, sabía que era un deseo prohibido. Hacía mucho que se encontraba solo, no tenía a nadie a su lado con quien compartir su vida. Siempre había tenido alguna pareja esporádica, nunca nada serio.
Manuel y Teresa acabaron la velada dando una vuelta al pueblo mientras ella le explicaba sus lugares preferidos y le contaba historias vividas en ellos. Después de la caminata él la acompañó a su casa.
-Me lo he pasado muy bien contigo, hacía días que no me reía tanto con un hombre.
-Me alegro, yo también he disfrutado mucho contigo. El día de hoy ha sido fantástico.
-¿Te apetece venir mañana a casa a tomar el té por la tarde?
-Por supuesto… allí estaré.
Al despedirse se miraron fijamente. Al irse a besar en las mejillas , el nerviosismo y zarandeo de las cabezas hizo que sus labios chocaran fundiéndose en un dulce beso.
Ninguno dijo nada, solo se volvieron a mirar y ella entró en su casa. Manuel marchó hacia la casa de su amigo Pepe. Se quedaría allí esta noche ya que era muy tarde para regresar a su casa, su amigo le había dejado una llave.

Fermín disfrutaba del plácido sueño junto a su amor recorriendo el bosque y disfrutando de la paz que allí reinaba. No era consciente de lo que pasaba a su alrededor ni de la enorme tormenta que se avecinaba. El cielo se puso gris, los pájaros se resguardecieron, el silencio se adueñó de los árboles, las sombras se apoderaron de la tierra. Parecía estar urdiéndose un conjuro maligno sobre sus cabezas.
Asustada se refugió entre los brazos de su amado buscando la serenidad perdida pero… las ramas de dos robles la arrancaron de sus brazos.
Fermín despertó sobresaltado, algo malo estaba ocurriendo y así era… un cúmulo de nubes negras se apoderaron del bosque colándose entre las trepadoras y las azaleas.
Cundió el pánico, nada bueno se estaba acercando y planeando sobre las copas de los árboles. Los viejos robles sabían de lo que se trataba, eran muchos siglos padeciendo los ataques de la diosa de la tempestad. También sabían porque aparecía en este momento y con tanta furia, buscaba la piedra filosofal que en definitiva era el alma de Malena. Consiguieron cobijarla en el hueco del tronco más antiguo perteneciente a un robusto abedul gigante. Malena estaba muy asustada, no sabía que estaba pasando, le habían arrebatado de los brazos de su amado y escondido en un árbol.
-¿Qué pasa? ¿Qué pasa? Que alguien me lo explique, gritaba desesperada.
-¡Chisss! No grites, contestó Pandora que la estaba buscando.
-Pero, ¿qué pasa?
-Vas a tener que estar aquí escondida por un tiempo, no te puede ver.
-Pero ¿Quién?
-La diosa de la tempestad. Ella lleva mucho tiempo buscando la piedra que tú posees y que es tu alma a la vez. Ella sabe que estás aquí y está muy furiosa.
-¿Te puedes quedar aquí conmigo? Estoy muy asustada.
-Si me quedaré aunque no tienes de que preocuparte, el bosque entero está contigo y nadie dejará que te pase nada malo.

Fermín al despertarse bruscamente no paraba de gritar
-¡Male! ¡Male!...
En ese momento despertó a Valentín que había estado durmiendo en la butaca.
-¿Qué pasa? Tranquilo, tranquilo, has tenido una pesadilla, le dijo intentando calmarlo.
-No… una pesadilla no…pasa algo malo…mi Male está en peligro.
-No entiendo… tranquilo. Ayer te pasaste de beber y te sentó mal, puede que tuvieses una mala jugada al quedarte dormido.
-No, he visto a Male. La veo, la siento, la toco, la beso, la huelo cada vez que me duermo.
-Claro que si. Los sueños a veces parecen reales, yo también la he visto en sueños.
-No Tinín, no es un sueño, es real, ella se encuentra en un bosque. Está bien y dice que pronto estaremos juntos. Pero hoy… ha pasado algo. Te lo quería contar pero sabía que ibas a pensar que estoy loco.
-No se que decirte.
-Tinín… tenemos que ir a buscarla al bosque.
-Descansa que aun estamos de madrugada. Cuando amanezca iremos donde quieras.
Valentín intentó convencerle de que no podía ir a ningún sitio a esas horas pero él se vistió dirigiéndose hacia la calle. Al salir vieron como una gran tormenta se acercaba. El cielo estaba negro, soplaba un aire lleno de rabia, los relámpagos eran intensos, brillantes y el silencio de la calle atemorizaba. La tormenta se concentró en el bosque pero se extendía rápidamente.
-¡Entra, vamos!, así no se puede ir a ningún lado, esperaremos tomando algo caliente.
Fermín no paraba quieto, estaba nervioso de no poder hacer nada. Agarraba fuertemente la piedra turquesa en su mano derecha esperando a que eso le ayudara a calmarse y pensar claramente. Valentín preparaba una tila mientras lo vigilaba por lo que pudiera hacer.

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