Tres imaginativas mentes femeninas nos hemos propuesto dar rienda suelta a nuestra imaginación. Escribimos las tres continuando cada una con lo que dejó la anterior sin tener una idea preconcebida del resultado. Semanalmente publicaremos un capítulo. No hay pretensiones... solo ganas de imaginar. Tamara...Laura...Marmota
sábado, 13 de noviembre de 2010
Capítulo 9
Amaneció un día soleado en Vallelis. La señora Teresa había madrugado como muchas otras veces para regar sus plantas expuestas en la fachada de forma artística. Desde el fallecimiento de su esposo dedicó mucho tiempo a aquel jardín que le regaló tan buenos momentos. Tenía especial cuidado con las flores de temporada ya que solo poseían ese aspecto fantástico durante unos pocos días al año. Observó que al otro lado de la calle, frente a la floristería, un señor de mediana edad muy bien vestido miraba a un lado y a otro. No lo conocía y eso que lo miró de arriba a abajo unas cuantas veces.
-Este no es del pueblo, pensó.
Sin embargo tenía un aspecto muy agradable y solo observaba sin tocar nada.
Si es verdad que las miradas se clavan y la persona que las recibe lo nota, es exactamente lo que sintió Manuel. Miraba a una señora de mediana edad que le observaba mientras manejaba una regadera. Sus miradas se cruzaron sin disimulo... cosas que tiene pertenecer a la mediana edad. Se acercó a la señora de pelo recogido y guantes de jardinera.
-¡Buenos días! Me llamo Manuel Cifuentes ¿Podría hacerle unas preguntas?
-Buenos días tenga usted. Soy Teresa. Usted no es de por aquí ¿verdad?
-No soy de aquí, no. Soy de la capital. Sin embargo tengo un amigo que vive aquí... Pepe... disculpe, José Molina ¿lo conoce?
-Claro... aunque no para mucho por aquí. Cuando era policía hace años si lo veía a menudo en vida de mi difunto esposo. Pero desde que cambió a lo de investigador ya no se le ve el pelo por aquí.
-Entiendo... ahora investiga la desaparición de una chica del pueblo.
-Si, si, de Malena... ande, pase a mi jardín... ¿ha desayunado?... le preparo unas tortitas que tengo en el horno... pase, pase, siéntese en el banco que ahora salgo y me cuenta.
-Pero... no se moleste.
-Calle, calle... se agradece un poco de conversación. Siéntese que ya salgo.
Manuel se sentó en el banco de piedra observando aquel magnífico jardín tan cuidado hasta el último detalle. Teresa preparaba un desayuno bastante generoso ya que tenía pocas visitas y le gustaba que se fuesen con buen sabor de boca. El olor de las tortitas se extendía por toda la casa, acompañado por el aroma a café y las mermeladas de frutas naturales que con tanto cariño hacía.
Manuel no dudo ni un momento en levantarse al oler esos aromas para echarle una mano a sacar ese magnífico desayuno. Al entrar a la cocina se quedó parado contemplando a esa mujer que tanto disfrutaba preparando una comilona. Su cara reflejaba alegría y su cuerpo se movía al compás de la música que sonaba en la vieja radio de la cocina. Se acercó a recoger la bandeja y sus manos se rozaron suavemente, se miraron fijamente sonriendo unos segundos y salieron al jardín a disfrutar se los manjares.
Pasaron un buen rato charlando de todo para conocerse mejor.
-Bueno, me lo he pasado muy bien. Este desayuno es el mejor que he probado en años. Muchas gracias por todo.
-De nada, gracias a usted. Hacía mucho que no disfrutaba tanto… tendríamos que repetir.
-Por supuesto, podríamos quedar esta noche si no tiene ningún plan…
-Pues si que lo tengo pero no importa, puede acompañarme si lo desea…
-Será un placer, pasaré a buscarla…hasta la noche.
Salió ilusionado de aquella casa, le gustaba mucho esa mujer. Pensó que iría poco a poco, quería estar seguro de lo que hacía.
Teresa quedó impresionada con la galantería y educación de este caballero.
Volvería otra vez a casa de Molina donde antes no le había contestado. Tampoco contestaba al teléfono y sospechaba que se olvidó que hoy mismo quedaron para ir de pesca.
-Probablemente le habría surgido algo referente al caso, pensó.
Lo telefoneó una vez más.
-¿Si? Hola Manuel, te iba a llamar en este momento.
-Te has olvidado ¿no?
-No, no es eso. Es que he pasado la noche en el bosque rastreándolo. Aquí estoy con la pareja y un amigo de la desaparecida.
-Entonces ¿lo dejamos para otro día?
-No, no. Acércate por aquí y te traes las cañas. Un rato en el lago me hará bien, no tengo sueño.
Los tres exploradores quedaron exhaustos después de toda una noche buscando pistas. Fermín tomó muestras de tierra en el margen del lago para analizar su composición que no acababa de descifrar. Valentín con las primeras horas del día realizó fotografías panorámicas desde diferentes ángulos. Molina rastreó con su detector sin encontrar ninguna energía subterránea. Todos dedicaron su tiempo sin descanso a la investigación. Ahora que había amanecido los dos amigos se fueron a casa dejando al detective esperando a su amigo allí en el bosque.
Manuel llegó en media hora y lo encontró sentado en una roca con su maletín de instrumental detectivesco.
-Ya veo que trajiste botas, te traje unas por si acaso.
Abrió el maletero y allí mismo se cambió la vestimenta antes de abandonar la explanada donde se aparcaban los vehículos. También cogió las cañas y se dirigió a Molina.
-Venga… como en los viejos tiempos, señalándole la bota de vino que se colgó al cuello.
-¿Has traído para almorzar?
-Pues claro… aunque yo ya vengo desayunado. Una vecina tuya muy agradable me ha invitado.
-¡Ah, si! y ¿Quién es esa vecina?
-Teresa se llama y me comentó que era viuda.
-¡Ah! Ya se, la viuda de Alfonso Luján… y ¿cómo es que la has conocido?
-Paseaba por el pueblo buscándote y coincidí con ella mientras regaba su jardín.
-¿No te parece un poco parlanchina?
-Al contrario, me resultó muy agradable su compañía, más te digo, hemos quedado para esta noche… algo referente a un concurso de tortillas donde ella participa.
-¿De tortillas dices?...será por las celebraciones de estos días con la vendimia.
-Seguramente…pienso asistir.
¡Uhm!...tú sabrás.
Así se fueron charlando hacía el lago con sus cañas al hombro.
Fermín llegó a casa apresuradamente, quería dormir. ¿Quién sabe? Quizá se repitiese lo del día anterior. Primero fue una ducha y seguido se deslizó en la cama donde en instantes de segundo el sueño le invadió.
Y si, estaba allí, volvió a pasar, su querida Male estaba frente a él. Se acercó sin perder un instante, la besó, la estrechó entre sus brazos mientras ella acariciaba su pelo hundiendo en él sus interminables dedos. Le susurraba al oído palabras secretas de su idioma personal y al mismo tiempo le aseguraba que pronto se iban a ver. El solo le suplicaba que le dijese donde buscar, por donde empezar. Ella solo repetía que no lo sabía pero que pronto lo encontraría ya que al ser almas gemelas estaban predispuestos a estar juntos.
-Ahora descansa cariño, yo te voy a estar esperando.
Malena alargó su mano y le mostró una piedra azul turquesa, era su talismán que había encontrado.
-Toma… con ella te sentirás más cerca de mi y te ayudará en la búsqueda.
-Pero… espera… no te vallas, te echo mucho de menos.
-Pronto estaremos juntos y no nos volveremos a separar.
El abrazo de despedida fue intenso, los besos apasionados y las miradas se fundieron en una. Se tenían que despedir y no querían separarse.
Despertó sobresaltado y confuso. Por un momento no sabía donde estaba, hasta pasados unos segundos no se centró.
- ¿Qué me ha pasado? Me ha sucedido lo mismo que ayer.
Al incorporarse sonó como algo que se caía, miró hacia el suelo y encontró una piedra de color turquesa brillante. La cogió mirándola fijamente.
-¡No me lo puedo creer! Es la piedra que me ha dado Male en el sueño…ahora si que no creo que sean sueños… ¡es todo real!
Emocionado, animado, fue a dar una vuelta por el pueblo para despejarse. Hacía mucho que no daba un paseo disfrutando del paisaje.
-¡Ay! Como echo de menos a mi Fermín, pensaba Malena después del encuentro en sueños. Tenía que seguir adelante así que emprendió la marcha dando un paseo. Pandora revoloteaba por allí.
-¡Hola! ¿Cómo te encuentras?
-Bien Pandora, voy asimilando poco a poco lo que soy ahora.
-Me alegro, estamos todos muy contentos de que estés aquí ¿Vienes a la despedida de Ovidia?
-¿La despedida? ¿Es que ella no vive aquí?
-No. Es la sacerdotisa del otoño. Viene para anunciar la llegada y fin de estación.
-¡Ah! entiendo… te sigo entonces.
Marcharon a la despedida que se celebraba en el mismo lago mágico. Al llegar se reencontraron con Chispi, Sultán y muchos más seres del bosque que se estaban despidiendo de la anfitriona de la estación.
Ovidia reparó de inmediato en su llegada.
-¿Cómo te encuentras querida después de tantas emociones?
-Supongo que bien, dentro de lo que cabe…
-Me voy por unos días pero pronto nos veremos, quiero estar a tu lado en estos primeros momentos.
-Gracias señora, la necesitaré, tengo tantas dudas… vuelva pronto.
La sabia anciana se despidió de todos pero no por mucho tiempo. Pronto volvería para acompañar a Malena ya que se pueden producir cambios importantes y no se los quiere perder.
Los amigos pescadores pensaron que era hora de volver al pueblo. Manuel tenía su cita con la señora Teresa, quería asearse y ponerse elegante. Molina necesitaba descansar ya que llevaba toda la noche sin dormir y tenía bastante cansancio acumulado. Durante el trayecto hacia el coche Molina bromeaba con su amigo sobre su cita con Teresa., le parecía extraño que su amigo sintiera algo hacia ella. Sin embargo a Manuel no le parecía bien como se lo había tomado, parecía que Pepe no lo considerara nada serio.
-¿No te apetece lo de las tortillas?
-Otra vez será, quiero leer un poco sobre la literatura celta.
-Como quieras… voy contigo y me enseñas tus nuevas adquisiciones literarias.
Y allí, en casa del detective, pasaron las horas de la sobremesa.
Molina se quedó dormido mientras leía “las batallas de los icenos” y Manuel ordenó su ropa en unos colgadores. Tenía que estar sin arrugas para la noche, era importante la buena presencia.
En la calle principal comenzaba el alboroto y trajín de las gentes. La noche prometía ser alegre por la verbena organizada en la plaza y los diferentes concursos culinarios. Se iban a evaluar las dotes preparando platos de los vecinos que cada año se apuntaban. Había distintas modalidades; tortillas, canapés, cocidos caseros,…y todos ellos una vez calificados eran donados a una organización solidaria.
Fermín caminaba por ella mirando sus aceras adornadas con grandes tiestos de cerámica. Regresaba de la cooperativa donde había analizado las muestras recogidas por la noche. Quedó impresionado con el resultado porque contenían muchos elementos de la tabla periódica que normalmente están muy diluidos en la naturaleza y no en estas altas concentraciones. Su composición se asemejaba a lo que se conoce como “tierras raras”, muy buscadas por los especuladores ya que su escasez les da alta riqueza al ser explotadas. Era curioso al menos que nadie hubiese reparado en ellas.
Se encontró con unos vecinos que acababan de ser padres. Paseaban a su bebé en un carrito y se detuvieron al verlo.
-¿Qué tal Fermín? Ya nos hemos enterado.
-Pues… lo voy llevando… esperando noticias.
La novel mamá acunaba el carrito enérgicamente para calmar el llanto del pequeño. Fermín intentó rescatar a la mamá del agobio en este momento sacando un llavero del bolsillo y chasqueándolo frente al niño. Pero al sacarlo, sacó también la piedra turquesa cayendo a los pies del infante. Surgió la calma, el llanto cesó, más aun, comenzó a balbucear con una gran sonrisa. Al darse cuenta de su torpeza rápidamente recogió la piedra y al mismo tiempo volvió el llanto. Los padres no se percataron de este fenómeno pero tampoco les dio tiempo para preguntar y siguió su camino alegando que había quedado.
Y no era del todo falso ya que había visto a Virginia en la destilería y le comentó que estaría por aquí.
Esta noche estaba especialmente bella. Tras dejar en orden la documentación en la destilería se había acercado a su casa para arreglarse; vestido de seda y raso en tonos magenta, echarpe en tonos más oscuros y tacón fino para sus zapatos de salón. Se había soltado la brillante melena cubriendo parte de su espalda desnuda, maquillaje suave para enmarcar los rasgados ojos verdes y labios perfilados en un sinuoso rojo cristal.
El todavía conmocionado con el suceso de la piedra turquesa quedó todavía más al verla llegar a su encuentro. La suave brisa movía la negra melena de esta belleza mediterránea.
-Al fin te has decidido… bien, hay que continuar con una pequeña normalidad.
-¡Uf!... estás…¡impresionante!
Virginia agradeció con una sonrisa el cumplido.
-Venga… tampoco es para tanto. Me han pedido que de un discurso para los veteranos.
-Pues se van a poner cardiacos…
-Acompáñame… será cosa de unos minutos y así verás a los ancianos que hicieron grande nuestra tierra.
Accedió a su invitación y no lo lamentó. Acudieron familias de hasta la quinta generación de amantes vinateros. Toda la historia de Vallelis , de sus gentes, estaba en aquel salón acondicionado con imágenes y cuadros del pasado. Se emocionó con el discurso, no conocía esta faceta de la abogada.
Al terminar el acto, Virginia lo agarró por el brazo.
-Y ahora, vamos a cenar.
-Uf… pero… no tengo hambre.
-Hay que comer… sino te quedarás sin fuerzas para seguir buscando.
Sin mucho insistir consiguió llevarlo hasta la plaza donde mesas dispersas contenían ricos platos acompañados por la sangre de la tierra que servían los jóvenes en anchas copas. Se perdieron entre el gentío degustando las viandas y calmando su sed con los caldos de la tierra.
Por allí estaba la señora Teresa acompañada de un distinguido señor. También compañeros del trabajo disfrutaban de la verbena. Parecía estar todo el pueblo allí reunido, unos comiendo, otros bailando. La música despertó a las tristes miradas y alejó a los malos sentimientos, todos querían pasar una noche agradable.
Como experimentado catador, saboreaba cada sorbo abandonándose a sus matices pero…hoy se iba a pasar. Si embriagaba su cabeza conseguiría que el sueño llegase con más rapidez y con él su amada. En poco tiempo había consumido el vino que en una semana se tomaba. Su seductora acompañante le susurró al oido.
-¿Te encuentras bien?
Volvió la cara para contestarle y los labios se rozaron por la proximidad de sus cuerpos. En esa milésima de segundo sintieron el calor del uno y del otro provocando en ella un escalofrío que recorría su estilizado cuerpo, impulsándola a seguir en contacto con esos labios que tanto deseaba. El quedó paralizado, tras tanta ingesta de vino se quedó sin poder reaccionar en el momento. Al separarse el silencio se hizo intenso. Ella sentía algo más que amistad y hacía que lo que había ocurrido le llenara de fuerzas para seguir tras él.
Valentín también estaba disfrutando de la fiesta y fue testigo de lo ocurrido entre ellos. Como buen amigo de Male se dispuso a ir hacia ellos para alejar a su amigo de esa mujer por la que se dejaba enredar.
Prefirió no comentar nada de lo presenciado, mejor cuando estuvieran a solas.
-¡Hola1¿qué hacéis aquí?
--¡Hola Valentín! Me alegro de verte. Pues que nos encontramos y aprovechamos para dar una vuelta y cenar.
-¡Hooooola Tiniiiiín! Amigooo...
-No te veo muy bien amigo. Será mejor que te lleve a casa y te acuestas.
-No te preocupes, ya lo llevo yo. Tú sigue disfrutando de la fiesta, dijo Virginia.
-No, insisto, lo llevo yo dando una vuelta para que le de el aire que lo necesita.
-Vale, de acuerdo….Fermín, ya hablaremos…
Valentín cogió a su amigo por el hombro ayudándole a tenerse en pie y fueron caminando para despejar un poco los efectos etílicos.
Virginia se quedó pasmada viendo como se lo llevaba sin poder hacer nada y llena de rabia porque le había estropeado su oportunidad. Pero no se daba por vencida tan rápidamente… surgirían nuevas ocasiones.
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