sábado, 15 de enero de 2011

Capítulo 14


Muchos acontecimientos habían ocurrido en poco tiempo, pensaba el detective. Analizaba la secuencia de todos ellos con mucho detalle. Aquel era un pueblo tranquilo y en pocos días ocurrieron sucesos que ni en toda una vida podían darse; la desaparición de la chica, el encuentro de la piedra y su pérdida posterior, la tormenta en la que los rayos parecían provenir de un punto exacto del bosque, la llegada de especuladores... Parecía como si una fuerza cósmica se hubiese adueñado de Vallelis.
En su profesión de investigación en fenómenos paranormales no había tenido tantos casos y mucho menos tan próximos en el tiempo. Se había dedicado a investigaciones de un detective común esperando siempre encontrar algun caso de su especialidad. Por fin había llegado y se encontraba perdido, debía simplificar y centrarse en los datos objetivos que tenía. Su amigo Manuel le había comentado que contenía mucha simbología celta el viejo mapa y la piedra tambien. Todos conocían historias sobre esta cultura tan relacionada con la naturaleza pero no conocía a nadie especializado en ello. Si encontrase a alguien que pudiese traducirle todas aquellas señales que estaba recibiendo podría adelantar mucho en la búsqueda de la florista.
Se recostó en una butaca pensando e intentando recordar si alguien conocido pudiera servir. Saltó sobresaltado y fue corriendo hacia la vieja estantería que adornaba el pasillo de la entrada. Empezó a sacar libros uno por uno hasta que encontró uno en concreto. Su aspecto era muy desastroso, las tapas azul marino estaban muy rozadas y las letras doradas de la portada prácticamente borradas. Era una agenda de su antiguo instituto, lo había guardado durante tantos años porque tenía un gran valor sentimental. Recordaba que una vez les visitó un joven profesor irlandés que llegó con el intercambio de estudiantes de ese país. Les contaba historias de sus antepasados y viejas tradiciones que se remontaban a sus ancestros. Pertenecía a una especie de sociedad que dedicaba sus esfuerzos a la conservación de la cultura celta y les había invitado a visitarla cuando viajaran hasta allí. Molina no era amigo de desplazarse hasta casa de unos desconocidos como hacían sus compañeros para practicar el inglés, así que se quedó sin visitarla. Quizá alguno de sus compañeros de entonces guardara los datos sobre este profesor y su sociedad.
Comenzó a leer la ficha sobre el alumnado del setenta y cinco, todos sus compañeros de curso, metió sus nombres en el ordenador para conocer su actual residencia y teléfono. Sólo buscó los que habían realizado el intercambio ya que con ellos tendría más posibilidades de adquirir la información.
Tras realizar varias llamadas llenas de emoción gracias a los buenos recuerdos de entonces, consiguió la dirección de la sociedad y los datos sobre el profesor. Quiso averiguar si eran correctos de inmediato pero algo le frenó, su inglés era más bien escaso y optó por esperar a su amigo que no tenía ningún problema con el idioma. Había dejado un mensaje diciéndole que volvería pronto para ir a cenar al mesón, así que esperaría su regreso, no podía tardar mucho.

Virginia estaba en la reunión anual de catadores celebrada en la capital. Al rechazar Fermín su invitación pidió a dos catadores de la cooperativa que le acompañasen aunque seguía sin estar muy contenta. La feria se celebraba en un parque perfectamente acondicionado para el gran evento. Mesas larguísimas recorrían la avenida central adornadas con manteles de papel color vino y grandes racimos de uvas improvisaban los centros de mesa. A lo largo de ellas se encontraban los caldos más exquisitos traídos de toda la península en donde se intercambiaban opiniones respirando esa magnífica fragancia que desprendían las copas. Un brindis hizo llamar la atención de todos los catadores, quedaron en silencio y dirigieron la mirada hacia un atractivo joven que sujetaba una copa en alto.
-Señores, quisiera hacer un brindis por los responsables de la magnífica cosecha que se ha recogido este año y que sin duda será todo un éxito.
Todos los asistentes alzaron sus copas y corearon
-Por ellos.
Una carpa preparada para la ocasión presidía el parque y poco a poco iba llenándose de los asistentes de aquel certamen. Cada comensal llevaba sus caldos y poco a poco se distribuían por todas las mesas donde los catadores pasarían a calificarlos. Virginia mantenía una entretenida conversación con varios representantes de otras firmas cuando le sonó el teléfono.
-¡Diga!
-¿Señora Milano?
-Si, dígame.
-Le llamo de registro civil, ya hablamos hace unos días ¿recuerda?
-Si, si, recuerdo, dígame.
-Solicitó información acerca del señor Fermín Sanz y hemos encontrado el documento donde se realizó el cambio de identidad.
-¡Ah! estupendo...
-Pero debo comunicarle que es confidencial y sin la autorización del titular no podemos proporcionárselo. De todos modos la nueva identidad es completamente legal y no le dificulta para realizar cualquier trámite a efectos legales.
-Pero... ¿no pude decirme al menos si fue debida a un juicio u otra causa?
-Lo siento, deberá consultarlo con el titular.
Cuanto misterio encerraba este caso de identidad pensaba la abogada. Se despidió cortésmente del funcionario agradeciéndole su interés y disponibilidad. Pensó que esa información la tenía que conseguir fuera como fuera, así que aprovecharía que estaba en la capital y lo haría ella misma.

Manuel y Teresa disfrutaban de su compañía entre risas e historias. La vieja radio de la cocina sonaba sin que ninguno de los dos le prestara atención, olvidó apagarla al terminar de preparar la suculenta merendona. Teresa enmudeció y corrió a la cocina, algo le llamó la atención. Una canción romántica que le encantaba sonaba y subió el volumen al máximo. Regresó junto a Manuel agarrándole las manos y empujándole para que se pusiera en pie. Los dos bailaron pegados al son de esa hermosa melodía. Ella encantada en los brazos de ese hombre dejándose llevar por el momento romántico que estaba viviendo. Al terminar la canción se quedaron parados, cogidos de las manos, mirándose fijamente. La magia del momento hizo que sus cuerpos prácticamente paralizados se fundieran en un beso apasionado. El le retiró el cabello de la cara y acercó la suya para susurrarle al oído.
-Hoy me has hecho sentir el hombre más afortunado.
La encantadora cocinera no podía articular palabra, se sentía como una quinceañera, pero la lágrima que recorría su mejilla sonrosada hablaba por ella.

No había pasado ni media hora desde que los dos amigos abandonaron el ambulatorio confiando en las palabras del doctor. Les aseguró que se encontraba bien e iba a llamar a servicios sociales para que se ocupasen de la desvalida anciana. Pero todo cambió en la sala donde estaba tendida. La señora se incorporó y empezó a hablar con una elocuencia que no había demostrado hasta el momento.
-Me encuentro mucho mejor doctor, fue un simple desvanecimiento. No se preocupe, ya estoy bien, retomaré mi camino.
La anciana salió con rapidez sin dejar al sorprendido doctor que le diera tiempo a explicarle algunos hábitos para que no le volviese a ocurrir.

sábado, 8 de enero de 2011

Capítulo 13


Virginia intentaba convencer a Fermín, quería que le acompañara en su viaje. No era lo que necesitaba en ese momento, solo quería encontrar a Malena y no necesitaba ninguna distracción para eso. Así que por mucho que insistiera no lograría convencerlo.
No se tomó muy bien la negativa de Fermín y se disculpó diciendo lo ocupada que estaba despidiéndose al mismo tiempo.

El detective siguió a los exploradores hasta dentro del ayuntamiento procurando no ser visto. Se sentaron en una sala de espera que estaba en la primera planta. Era un edificio restaurado perteneciente a una vieja casona señorial, su dueño la cedió al pueblo tras su fallecimiento. Se prolongaba hasta tres plantas perfectamente diferenciadas que albergaban distintas salas destinadas a funciones del consistorio. La sala de espera disponía de cómodas butacas y jarrones de cristal que daban a la estancia un aspecto confortable más que funcional. Allí esperaban sentados los exploradores furtivos cuando una funcionaria les invitó a cambiarse el calzado. Las botas cubiertas de barro podrían estropear el enmoquetado de la sala principal. Accedieron disculpándose por su desastrosa presencia y se dirigieron hacia los servicios donde les habían preparado un calzado más adecuado. Tomaron ropa limpia de las mochilas para poder cambiarse tras el aseo.
Molina observó con detalle cada movimiento y aprovechó la salida de los forasteros para lanzarse a registrar las mochilas. Amaba demasiado a este pueblo para verlo convertido en una brutal explotación de sus tierras. Encontró las muestras y las derramó en uno de los jarrones para luego rellenarlas de tierra que había en un macetero grande, junto a la puerta. Fue tan rápido que no hubo tiempo para que lo descubriesen. Salió de aquellas estancias a gran velocidad satisfecho de su trabajo y marchó para casa a comprobar los daños de la tormenta.

Manuel tomaba rumbo a casa de la señora Teresa, acudía a la invitación que amablemente le propuso. De camino hacia su casa fue recogiendo un sencillo ramito de flores que encontraba a su paso. Sabía que estas flores silvestres no podían compararse con el amplio abanico floral que Teresa tenía en su jardín pero… le gustará el detalle, pensó.
A medida que se acercaba a la puerta de entrada percibía el aroma a tortitas recién hechas que salía por la ventana.
-¡Umm! se relamió pensando en las virtudes que tenía aquella excelente cocinera.
Pulsó el timbre y se abrió inmediatamente, había sido muy puntual y ella tenía el trabajo adelantado.
-¡Cuanta puntualidad! exclamó Teresa.
-Buenas tardes, no me gusta hacer esperar, le contestó él.
-Pero… ¿qué llevas ahí?
-Ya se que no son las flores más bonitas pero al estar la floristería cerrada no pude conseguir otras.
-¡Ay!... no tenías que molestarte… no se ni como las conseguiste tan bonitas después del chaparrón que ha caído… anda, no te quedes ahí y pasa.
Al entrar le invitó a quitarse la chaqueta que colgó en un gran perchero de roble que vestía la entrada.
Insistió en que no la ayudase acompañándole hasta una salita de estar y obligándole a sentarse en una silla. Había dispuesto una mesa con mantel blanco y sobre ella un juego de café de cerámica con ribetes nacarados. Se retiró hacia la cocina y pudo contemplar sus movimientos mientras se marchaba. Era una mujer atractiva y para él una belleza suprema, aun llevando delantal y zapatillas. Miraba con asombro cada rincón de la sala que con tanto gusto y cariño estaba decorada. El sofá y cortinas eran de la misma tela, la mesita del centro era pequeña pero encantadora con ese pañito bordado a mano perfectamente colocado en el centro. El mueble que presidía la sala era grande y lleno de fotos de todos los tamaños, también una pequeña colección de dedales pintados a mano debidamente colocados en una vitrina.
Regresó cargada con una bandeja, Manuel muy caballeroso se levantó inmediatamente para ayudarle.
-No, por favor, siéntate. Lo tengo todo controlado.
-No me gusta ver trabajar a una dama sin colaborar.
-Que bien servidas habrán estado las mujeres que han pasado por tu vida…
-No han sido tantas Teresa, no he sido afortunado en el amor.
-Si, a veces pensamos que es elegir a la persona que queremos y… no, es la fortuna la que nos hace encontrarla. Yo viví feliz con mi marido aunque Dios no nos bendijo con hijos.
El aroma del café junto al de las tortitas de mantequilla recién hechas invitaba a soñar con lo que esta sensación sería si la pudiese mantener toda la vida. Teresa servía los cafés poniendo un puntito de nata en cada uno. Al acercarse a Manuel, una fragancia de azahar aturdió sus sentidos quedando hipnotizado por sus manos que acercaban los cubiertos hacia su posición.
Se excusó dirigiéndose a la cocina para quitarse el delantal y regresó risueña, hermosa, como si una luz imanase de su mirada. Al sentarse frente a él recibió miradas furtivas que se mantuvieron mientras saboreaban las viandas. No se habían buscado, se habían encontrado y los dos eran conscientes de ello. Aprovecharían el momento sin mirar atrás en el tiempo.

Fermín se dirigía a casa tras valorar los daños ocasionados en la cooperativa ya que llevaba un día sin pasar por allí y no sabía si la tormenta se había cebado con sus cosas. Mientras caminaba por las calles del pueblo observaba los destrozos que había dejado a su paso; toldos rasgados, árboles ligeramente inclinados, macetas volcadas en las puertas de las casas, pequeños riachuelos corriendo calle abajo donde los niños hacían carreras con barcos de papel. Quedaban unos metros para llegar a su casa cuando vio a una mujer mayor, de unos setenta años, sentada en el suelo y con toda su ropa hecha harapos. Al acercarse para ayudarle en lo que necesitara se dio cuenta que no era del pueblo, no la había visto nunca.
Su piel estaba arrugada, su pelo grisáceo mal peinado y sucio, sus pequeños ojos apenas se veían por el gran destacar de su nariz. Las ropas que vestía rasgadas y empapadas eran de tonos negros y azules oscuros. En los pies unas finas alpargatas de lonas llenas de agujeros por donde se alcanzaban a ver sus dedos.
-¡Señora! ¿Puedo ayudar en algo?
No hubo repuesta, permanecía inmóvil en estado semiinconsciente
No pasaba nadie por la calle en ese momento y no pudo pedir ayuda. El teléfono no tenía batería así que no podía llamar a emergencias ¿qué podía hacer? Esa anciana necesitaba ayuda inmediatamente.
-¡Señora! ¡señora! ¿se encuentra mal?
La anciana asentía con la cabeza y balbuceaba palabras inteligibles.
-Apóyese en mi brazo ¡vamos! … entremos en mi casa, algo caliente le sentara bien.
No podía abandonar a la maltrecha mujer en la puerta de su casa, decidió darle cobijo y luego ya pensaría que hacer con ella.
Vivía en una parcela cercada por setos frondosos que resguardaban su intimidad. Su querida Male le aconsejó el tipo de arbusto que no rompía con el estilo de la fachada. La casa era de nueva construcción con grandes ventanales que dejaban colarse los rayos del sol por todos sus rincones.
Ayudó a sentarse a su inesperada huésped en un sillón situado cerca de uno de ellos. Telefoneó a emergencias pero comunicaba, había sido un día de muchos comunicados urgentes. Llamó a Tinín contándole lo que le había ocurrido y este se apresuró a ir en su ayuda ya que estaba a muy poca distancia de su casa.
-¿Y dices que no habla?
-Muy poco, mírala aquí recostada. Al menos le ha vuelto el color, estaba muy pálida.
-Parece una indigente… ¿no lleva documentación?
-Creo que no… no me he atrevido a buscarle nada entre su ropa.
-Deberíamos acercarla hasta el hospital… ¿no te parece?
En ese momento la anciana reaccionó levantando la mano con un gesto para que se acercasen, no podía levantar la voz.
-¿Dónde estoy?
-Señora, soy Fermín y está en mi casa. La encontré tirada en la calle y la traje aquí. ¿Recuerda algo?
-No hijo, no me acuerdo de nada.
-Pero ¿dónde vive usted? ¿cómo se llama?
-No los se, no se donde vivo, no me acuerdo de nada, me duele mucho la cabeza.
-Pero… ¡señora! ¿cómo se llama?
La señora mayor se hizo la remolona e inclinó la cabeza hasta reposarla en el sillón cerrando los ojos.
Los dos amigos no entendían nada, se quedaron con la boca abierta sin saber reaccionar. No recordaba nada o eso es lo que ella hacía creer.
-Creo que tenerla en tu casa no es la solución… es mejor llevarla nosotros mismos al hospital.
-Si pero no está en condiciones de viajar mucho.
-Quizá, pero aquí podría empeorar.
Decidieron llevarla al centro ambulatorio que estaba en el mismo pueblo y que no distaba mucho de donde se encontraban.

La vida en el bosque recobraba cierta normalidad aunque se mantenía la tensión de recibir otra visita de la enfadada diosa. Ovidia relataba a Malena la historia de esta enfurecida destructora frente a la curiosa atención de los seres del bosque.
-No siempre fue mala, no. Algo hizo cambiar su carácter hace mucho tiempo.
Ocurrió algo que la cambió para siempre.
Al principio de los tiempos tierra, agua y aire se reunieron para delimitar sus poderes. Madre tierra eligió ser el vientre de la vida albergando en su interior las raíces y semillas de las plantas. Agua quiso formar parte de los seres vivos y al mismo tiempo ser necesaria para su existencia. Aire también quiso ser creador de vida pero solo quedaba ser alimento para que todo se mantuviera formando parte de la respiración de los animales y del soporte de vuelo para las aves. Aire celoso, intentó arrebatarles sus poderes en algunas ocasiones dando lugar a la creación de nuevos poderes y ahí nació tempestad. Adquirió una apariencia humana porque así lo quiso aire y comenzó a visitar todos los lugares de tierra. Observaba el esplendor de la vida; los paisajes, las montañas, los ríos, los mares. Visitó bosques, selvas, aldeas, y quedó maravillada de la variedad en la creación. Pero sobre todo quedó fuertemente impresionada ante la especie humana que tenía su misma apariencia. Una de las veces quedó totalmente anulada ante la presencia de un ser humano, un joven que faenaba en las labores del campo. Regresó una vez más para presentarse ante él pero fue un fracaso. El joven se asustó al verla. Ella insistió, quería conocerlo, verlo de cerca pero a él le atemorizaba su presencia y le lanzó una piedra. Esta piérdale alcanzó de lleno anulando su poder y quedando incrustada en su corazón. El joven al ver que se transformaba en una simple mortal se acercó a socorrerla y junto a ella se quedó.
Sin embargo aire no permitió que el romance durara mucho tiempo. Un día que tempestad estaba sola sopló y sopló muy fuerte hasta arrancarle la piedra que la había transformado. El joven la abandonó y desde entonces camina furiosa con aire buscando la piedra que la convierta en mortal.
-Entonces… quizá debiera darle la piedra, le comentó Malena.
-¿La piedra? La piedra eres tú pequeña. Aire nunca permitirá que tempestad sea mortal.
-Nosotros no le hemos quitado nada ¿por qué tanta furia con el bosque y sus seres?
-Ansia tanto vivir el amor que la ciega y no desea nada más, así que le da igual todo, solo quiere la piedra y por ella hará lo que haga falta.

Antes de cursar sus estudios universitarios, Fermín había colaborado en las tareas del campo junto a su padre. Entonces se llamaba Alfredo y era un curioso de la naturaleza. Guardaba tan buenos recuerdos de entonces… exceptuando aquello que ocurrió transformando su vida para siempre. No quería recordarlo, no, ahora Malena era su presente.
Estaban sentados en la sala de espera del ambulatorio esperando que el médico de guardia saliese con alguna noticia sobre la anciana. Fermín se sentía responsable de ella aunque Tinín no hiciera más que recordarle que no era asunto suyo.
-¿Ustedes acompañan a la anciana?
-Si doctor, la encontré en la calle en muy mal estado.
-Entiendo, bien… la señora está estable. Algo desfallecida por falta de alimento. Le he administrado un gotero y ya ha recobrado la consciencia, pregunta por su rescatador. Puede pasar si lo desea…
Fermín entró en la consulta dejando a Tinín hablando con el doctor sobre los detalles del encuentro.
Tendida sobre una camilla y protegida con una sábana permanecía la misteriosa señora, ahora con los ojos abiertos. Miró a su rescatador cuando entró por la puerta mostrándole una sonrisa de agradecimiento.
-¿Cómo se encuentra?
-Agradecida hijo de tu compasión por esta vieja.
-No diga eso… cualquiera en mi lugar hubiese hecho lo mismo.
-No se hijo, solo se que tú lo has hecho.
La anciana se llevó la mano al pecho y empezó a tocarse nerviosa palpándose por todo y cada vez más deprisa.
-Señora, ¿se encuentra bien? ¿le pasa algo?
-¡Lo he perdido! Gritó llevándose las manos a la cabeza.
-¿Qué ha perdido?
-El medallón. ¿no lo habrás visto?
-No señora, pero cuando la encontré usted no llevaba ningún medallón ¿esta segura de que lo ha perdido?
-Segura, para mi es lo más valioso que tengo, necesito encontrarlo.
-¿Cómo es? Le ayudaré a buscarlo, igual se le cayó donde la encontré.
-Es una vieja cadena plateada y envejecida de la que cuelga una gran piedra blanca perfectamente pulida y con unos símbolos grabados.
Fermín quedó un poco extrañado pensando, esa descripción le era muy familiar pero creyó que no podía ser. Como esa vieja mujer, por su aspecto desastroso podía poseer algo así. Algo misterioso y extraño la acompañaba y a la vez despertaba interés por lo extraordinario de la situación. Aquella mirada no le resultaba desconocida pero no identificaba de donde o cuando la había visto.
-Me tengo que marchar… ¿quiere que avise a alguien?¿algún familiar?
-No, no te molestes, estoy sola. Cuando me encontraste iba buscando mi vieja casa en el pueblo pero me pilló la tormenta.
-¿Es usted de Vallelis?
-Viví aquí hace muchos años… la casa ya no está.
Fermín pensó que estaba desvariando un poco y se limitó a seguirle la corriente.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Capítulo 12


Todo volvía a la normalidad tras la tormenta, el pueblo recobraba su actividad diaria; la panaderia ya había horneado los primeros panes y tortas de manteca, la fruteria exponía sus mercancías en la puerta, los primeros sonidos de furgonetas transportando sus artículos se mezclaban con el trino de los ruiseñores que estaban denuevo en los balcones. El sol lucía radiante, parecía como si un gigante hubiera soplado fuerte arrastrando la tormenta para dar paso a un magnífico día.
La señora Teresa ponía al descubierto sus macetas para que se alimentaran de sol. Había una muda competición entre las vecinas de mediana edad por sus macetas, parecían estar en un concurso en el que se valoraba el balcón más bonito adornado por esas macetas tan coloridas. Las cuidaban con esmero y eran colocadas en lugares estrátegicamente calculados para ser vistas con detalle.
Manuel decidió dar una vuelta al pueblo tras cesar la tormenta, quería ver como había quedado todo. Mientras, su amigo y los dos compañeros intentaban solucionar el problema del coche. Tinín se puso manos a la obra otra vez, ya no llovía y querían salir de allí cuanto antes.

El bosque tambien recobraba una cierta normalidad despues de la inexperada visita de la diosa. Malena salió del árbol y contempló los daños ocasionados por la violenta tormenta; ramas rotas, arbustos arrancados. Se había ensañado a conciencia con las flores silvestres, con el cariño que sentía hacía ellas.
Recuerdos de otra vida venían a su mente, recuerdos de batallas, de luchas encarnizadas donde ella era la protagonista. Tambien recordaba la infancia junto a sus padres, desde pequeña adoraba el mundo de las plantas, su padre la llamaba "la pequeña amazona".
Chispi apareció con cara de preocupación, no sabía cuando iba a regresar la malvada destructora.
-Voverá pronto, lo se, debes esconderte.
-Estoy cansada de esconderme, no voy a estar escondida siempre.
-Pero... acabará contigo.
-No si me ayudaís... lo primero necesito armas y coraza de guerrera para luchar.
-Pero, si no estás preparada...
-Lo estaré,... esta piedra me infunde fuerza y valor, encontraré la forma de destruirla o al menos, de mantenerla a raya. Si nos agrupamos seremos fuertes y no podrá acabar con todos.
-¡Cierto, cierto, muy cierto! le contestó Ovidia que hacía aparición apoyada en su bastón junto a Sultán.
-Mira como lo ha dejado todo... hay que pararle los pies, no dejaré que acabe con el mundo de las plantas abusando de sus poderes.
-Dices bien pequeña... esta vieja estará contigo en tu lucha.
-Si, necesitamos estar todos juntos para tener y darme a mi más fuerza. Ahora me toca ayudaros a mi.

El coche estaba preparado para encaminar la marcha. Fermín quería regresar al bosque, tenía curiosidad por ver el lugar en el que el detective vio el fenómeno tan raro en el monte. Asi que como Molina tambien quería, tomaron esa dirección.
Al llegar allí se quedaron sorprendidos, unos cordones de plástico blanco con letras verdes bloqueaba la entrada del sendero. Bajaron del coche y se acercaron a mirar que pasaba. Se trataba de un cordón de la guardia forestal, lo que no entendían era el motivo por el que lo habían puesto, algo pasaba.
La curiosidad pudo con ellos y decidieron saltarlo entrando a hurtadillas para mirar. Anduvieron unos dos metros y se escodieron detrás de unos arbustos. Estaban los forestales con unos hombres vestidos como auténticos exploradores. Manejaban distintas herramientas que no acababan de distinguir con claridad.
-Pero... ¿quien son esos hombres? ¿qué hacen aquí? susurró el detective.
-No lo se pero tenemos que averiguarlo e intentar llegar al hueco del monte, contestó Fermin.
Uno de ellos tenía rasgos asiáticos y llevaba varios recipientes con muestras de tierra en su mochila, el otro les mostraba a los forestales un mapa indicándoles alguna dirección, parecían estar perdidos.
-Se han debido de extraviar, dijo Tinín.
-No lo creo, contestó Fermín frunciendo el ceño.
-Pues lo disimulan muy bien, los forestales les están dando indicaciones, mira...
-Estos vienen buscando algo... mirad la mochila del chino... esas muestras de tierra... son expeculadores.
-No tienen nada que hacer, estos terrenos son propiedad del pueblo, le replicó Tinín.
Allí se mantuvieron a la espera hasta que se despejó el paso. Los exploradores furtivos fueron acompañados por los forestales hasta la salida del bosque explicándoles que necesitaban un permiso del ayuntamiento para hacer excavaciones en aquel terreno.
Los tres compañeros intrigados por lo que habían visto continuaron su marcha, miraban con asombro el estado en el que quedó el bosque; árboles derrumbados por la fuerza del aire, flores silvestres arrasadas, el suelo era un barrizal por el que era difícil caminar.
-Pero ¿qué ha pasado aquí? se preguntaba Fermín. Parece que la tormenta lo hubiera pagado con el bosque.
-Ahora entiendo que no dejaran pasar, hace daño hasta la vista, protestó Tinín dolido al contemplar el paisaje.
-¡Vamos! apresuraros antes de que nos vean y nos obligen a marcharnos, contestó el detective.
Despues de un largo paseo llegaron a los pies del monte, era altísimo, engañaba a la vista desde lejos. Estaban exhaustos de la caminata y descansaron sentándose un rato mientras decidían que hacer. Molina les señalaba el punto donde había apreciado el fenómeno, sin embargo no conseguían ver ningun hueco o cueva que les indicara el lugar exacto.
-¿Seguro que era aquí? le preguntaron.
-Diría que si aunque con el viento y el agua no he podido verlo con claridad.
Patearon a conciencia todo el monte, miraron tras los arbustos, buscaron entre las rocas pero nada encontraron. La maleza había cubierto las rocas y enmarañado todos lo accesos, ni con una excavadora podía descifrar que se escondía tras ellas.
Asi que desistieron en su búsqueda y regresaron al pueblo, Fermín tenía que valorar los daños en los cultivos de la cooperativa.
Molina se dirigía hacia su casa cuando vió a esos dos exploradores entrando en el ayuntamiento.
-¿Qué pasará? Algo no pinta nada bien, pensaba.
Quiso investigar, tenía curiosidad y algo le decía que esos dos hombres se tramaban algo, los iba a seguir por si descubría algo.

Fermín estaba desolado, los daños ocasionados por la tormenta eran muchos...
Virginia tambien tenía mucho trabajo ejercitando su profesión de périto en las fincas. Estaba valorando los destrozos cuando se encontró con su amigo de identidad difusa. Le notó una expresión diferente en el rostro que no sabía muy bien interpretar. Hablaron de los últimos acontecimientos sobre todo él que le contó al detalle lo ocurrido en el bosque pero se guardó muy bien de contarle sus sueños. No confiaba en ella despues de sus ultimas preguntas indagando acerca de su identidad.
Le preguntó como había pasado la noche ya que cuando se despidieron estaba un poco desmejorado.
-¡Uhm! algo de jaqueca, pero bien.
-Te marchaste con tanta precipitación que me dejaste preocupada.
-Ya, me pasé bebiendo. Tinín hizo bien llevándome a casa, estaba que me caía.
Sentía un resquemor hacia el bibliotecario por haberle separado de Fermín la noche anterior pero ademas nunca habían congeniado ya que era un incondicional de Malena.
-Dentro de unos días tengo una convención de enólogos con cata de los diferntes caldos de distintas comunidades. He pensado que como buen catador que eres te gustaría acompañarme... así me recompesas por lo de ayer.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Capítulo 11


Entre las nubes o más bien, formando parte de ellas, apareció una silueta femenina. Era una joven de larga melena gris y ojos del mismo tono que elevaba los brazos al cielo invocando con sonidos apenas comprensibles. Los remolinos de lluvia la rodeaban como si fueran parte esencial de su presencia. Dirigía su mirada a todos los rincones y justo después el sitio ojeado recibía una ráfaga de viento y agua. Su sayo plateado la envolvía hasta los pies pareciendo una estatua de platino cuando quedaba inmóvil. Los seres del bosque esquivaban su mirada para no convertirse en frías estatuas de hielo.
Una enredadera de hiedra cubrió el hueco del gran abedul aislándolo de la gélida mirada de la diosa de la tempestad. Seguía elevando los brazos e invocando sus conjuros mientras visionaba toda la verde superficie del bosque, incluso la de la maleza. Tenía una visión perfecta sobre todas las plantas y seres que estaban en la superficie más no podía penetrar bajo la tierra o colarse dentro de los árboles.
Malena permanecía en silencio acompañada por Pandora y un grupo de ninfas que la alumbraban. Sentía algo que no le era desconocido, tenía la sensación de que esta situación ya la había vivido. ¿Es un déjá vu? pensó, parecía como si recuerdos de otra vida volvieran a su mente en estos momentos cruciales. Empezaba a creer que esa reina a la que le adjudicaban su identidad era ella de verdad. No sentía temor, sentía que ya había luchado contra esta diosa en otro tiempo. Se sorprendía de sus propios pensamientos pero a la vez se sentía capaz de coger una espada y luchar como una guerrera.

Amaneció en Vallelis con el cielo gris y enfadado, el sol asomaba tímidamente tras las nubes densas y negras. La niebla cubría los tejados de las casas ocultando todo a su paso. Los más madrugadores se apresuraban a acondicionar sus huertos casas para la tormenta que anunciaba el cielo.
Teresa ya había desplegado su tejadillo de uralita para resguardecer sus cuidadas macetas a las que tanto tiempo dedicaba. En casa de Molina no había jardín pero el sonido de los truenos lo despertó. Estaba cubierto por una manta que sin duda su amigo le colocó al quedar dormido en el sillón. Miró por la ventana y comprobó que los truenos eran reales y el ambiente se había oscurecido. Vió como su amigo dormía placidamente en la habitación y no quiso despertarle porque no sabía a que hora regresó. Le gustaban los días de lluvia pero aquella tormenta apuntaba mal. Aún así iba a salir a al calle, eso si, bien equipado con sus botas y un buen chubasquero.
Algunas guirnaldas del decorado verbenero habían caído al suelo víctimas del azote del viento. Los puestos habían quedado cerrados ya por la noche y las terrazas también. Estaban acostumbrados a las tormentas en esta estación del año.
Parecía una tormenta eléctrica, pensó Molina, mientras contemplaba los rayos que iluminaban el cielo en diferentes compases. Se asemejaba al solo de tambores en una gran orquesta. Paseaba por la calle principal en la que algunos vecinos recogían los tiestos de los balcones y de las puertas de entrada a sus casas. Era una mañana desapacible, ideal para quedarse en casa disfrutando de un suculento desayuno pero el detective prefería pasear y mojarse bajo la lluvia, si es que llegaba a llover. Nunca había visto caer los rayos de esta manera, parecían provenir del bosque hacia las calles y no del cielo hacia el suelo. Como no arrancaba a llover decidió alargar su caminata en dirección al bosque para poder ver mejor el espectáculo meteorológico.
Al llegar al apeadero de vehículos sintió que el tiempo cambiaba a vientos furiosos y huracanados. Esto le hizo recelar de continuar con su expedición pero algo le llamó la atención. Había una oquedad en las rocas de la cima del monte por donde estaban saliendo las descargas eléctricas de los rayos de la tormenta.
-Será algún núcleo energético, pensó.
El no lo sabía pero estaba viendo en ese momento la puerta de entrada al otro bosque, al de las ninfas y hadas, al de las sacerdotisas y magos, al del actual bosque en el que Malena habitaba.
Se apresuró en volver, ya que no había ningún refugio donde resguardecerse si la tormenta comenzaba, ya volvería cuando todo esto se calmara para investigar en aquel monte.
De camino al pueblo se cruzó con los dos amigos que tras tanta insistencia de Fermín se dirigían al bosque guiados por un presentimiento.
-¡Detective! ¿De dónde viene?
-De dar un paseo pero ya me volvía, aunque he visto algo rarísimo.
-¿De qué se trata? preguntó Valentín.
-En lo alto del monte, en un hueco que hay, salían como rayos. Me interesaría investigar pero ahora es peligroso.
-Nosotros vamos hacia allí, dijo Fermín.
-¿Estáis locos? La tormenta cada vez se hace más fuerte, lo mejor es volver a casa y esperar a que pase.
-Si Fermín, hazle caso a Molina. Nos volvemos y cuando pase ya regresaremos. Suba Molina, que le llevamos.
Los tres se dirigieron al pueblo, los rayos eran cada vez más ensordecedores, los relámpagos iluminaban intensamente el cielo y el viento soplaba con más fuerza.
Durante el trayecto comenzó a llover poco a poco, Tinín conducía lentamente ya que el camino estaba en mal estado y la lluvia no ayudaba mucho. Faltaba un kilómetro para llegar cuando un perro apareció de la nada cruzando el camino. Tinín solo pudo dar un volantazo para esquivarlo. El coche zarandeó de un lado a otro hasta que consiguió frenarlo. Salieron todos rápidamente del vehículo mirándose entre ellos y ver si estaban bien, después miraron si le había pasado algo al coche, la lluvia empezaba a caer cada vez más fuerte.
-¡Tinín, corre, ven! Esta rueda se ha pinchado ¿tienes de repuesto, no? dijo Fermín.
-Si, no os preocupéis, la cambio en un momento y nos vamos.
Se puso manos a la obra pero cada vez llovía con más fuerza, los relámpagos caían por todos lados y los truenos eran ensordecedores.
Así que se metieron dentro del vehículo hasta ver si paraba de llover al menos, ya que no atinaba a soltar los tornillos de la rueda.
-¡Brrr! Me he calado hasta los huesos… esperaré un poco para ver si escampa.
-Seguramente acabará pronto, son tormentas pasajeras, le confirmó Fermín.
Los tres miraban por las ventanillas la fuerza del torrencial de agua que estaba cayendo en poco tiempo. Las tormentas por esta región acostumbraban a ser fuertes y caudalosas, no les causaba extrañeza el fenómeno.

Virginia salió hacia el trabajo cuando apenas caía un a ligera cortina de lluvia, tenía que acabar con todo lo referente a la hacienda de su familia ya que estos días lo había descuidado. Se puso su gabardina roja y sacó del garaje el utilitario con el que se desplazaba por el pueblo, tenía que acercarse hasta la cooperativa a recoger unos papeles. Al llegar allí se dirigía a las oficinas cuando una de las secretarias la llamó.
-¡Señora Milano! ¿Tiene un momento?
-Si, claro ¿qué ocurre?
-Ha llegado este correo para usted, tiene la dirección de su domicilio pero con lo de la tormenta el cartero estaba muy saturado, le comenté que se iba a pasar por aquí…
-Gracias Carmen.
Comenzó a leer los remitentes y se dio cuenta que era la respuesta a las peticiones de información que había realizado por el extraño caso de la identidad de Fermín. Una a una abrió todas las cartas y las leyó con detenimiento hambrienta de información. Ninguno de los casos de ese año tenían los condicionantes de un juicio con testigos protegidos, ninguno guardaba semejanzas con lo que le contó Fermín. Le parecía todo muy extraño… ¿cómo alguien puede cambiar de identidad y dejar todo un pasado enterrado? Quizá estuviese casado e incluso tuviese hijos…pero no, eso no le cuadraba, no era de los que dejan abandonado a nadie. Decidió darse un tiempo para hablar con él y poco a poco averiguar que ocurría en realidad.

La fuerza de la lluvia terminó despertando a Manuel que tan placidamente dormía soñando con la señora Teresa. Andó medio dormido hacia la ventana para ver lo que ocurría y al comprobarlo se despejó rápidamente. Fue en busca de su amigo y al ver que no estaba en el sillón donde lo encontró a su llegada , se asomó a su habitación pero la cama estaba intacta.
-¿Dónde estará? Con la que está cayendo, pensó.
Se preocupó y decidió telefonearlo.
-¡Pepe! ¿Dónde estás?
-Aquí, con Fermín y su amigo, veníamos del bosque y el coche ha pinchado. No hemos podido cambiar la rueda todavía, ha caído un aguacero.
-¿Voy a buscaros?
-No, no te preocupes, esperaremos a que se pase, por cierto…¿qué tal ayer?¿tu cita?
-Bien, ya te contaré, llámame si tengo que ir.
-Vale, después te veo.

La tormenta se fue apaciguando ya que la diosa de la tempestad había finalizado su ataque furioso. No había conseguido su objetivo, nadie en el bosque le prestó su colaboración para encontrar su deseado tesoro, pero invocó a todos los seres del bosque.
-“A vosotros os digo, habitantes de este bosque. Hoy no me habéis mostrado la piedra mágica, he seguido sus pasos hasta aquí. Espero que lo penséis con calma porque la próxima vez que venga os arrasaré por completo. La piedra o la vida, pensarlo bien, mi paciencia se termina.”
Los habitantes del bosque permanecieron en silencio en sus escondites, temían a la gran diosa y sabían que hablaba en serio. Malena escuchó el discurso protegida en el corazón del abedul.
-Busca mi piedra, pensó mientras la sacaba del fajín del vestido donde la llevaba guardada.
Cuanta importancia tenía, ahora era consciente del valioso trozo de roca que poseía y que según todos era parte de ella.
-Si busca la piedra… ¿también me busca a mi?
-Lo vas entendiendo, le respondió Pandora.
Una nube densa se fue elevando poco a poco y la silueta de la enfadada diosa se desvaneció con ella. Había anunciado volver pronto a recoger su trofeo o aniquilar a todo ser que allí viviera.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Capítulo 10


La verbena continuaba con una recena de bocadillos de fiambre. Teresa y Manuel parecían una pareja de jóvenes enamorados. Ella encantadora con su vestido finamente estampado, él elegante con su traje gris marengo y camisa blanca. Paseaban contemplando los puestos de artesanía que los vecinos de otros pueblos habían montado para participar en la fiesta. El de los puestos de mimbre era el favorito de la rejuvenecida Teresa que los miraba con mucho detalle buscando los de las hebras más resistentes. Su apuesto acompañante no dudaba en acercarle los que se encontraban más altos para verlos con detalle. Formaban una bonita estampa, él cediéndole el paso, ella contenta de tener su compañía después de haber quedado segunda en el concurso de tortillas.
-No entiendo como no le han dado el primer premio.
-La tortilla rellena del primer premio estaba muy trabajada.
-Si pero… la presencia de la suya con ese adorno floral de zanahorias y puerros…
-Otra vez será… lo importante es la causa para la que están destinados, el asilo de los indigentes.
-Ojala hubiese más gente con su espíritu solidario.
-No es para tanto…una tortilla no es tanta ayuda…por cierto, puede tutearme si lo desea… mis conocidos me llaman Tere.
-Como quieras Tere, a mi me llaman Manuel. Nunca he consentido que me llamaran Manolo. Por favor, tutéame tu a mi también.
Hablaron de sus historias, de sus vidas. Recordaron momentos del pasado, cuando tenían quince años,… nada que ver con la juventud de hoy, eran otros tiempos.

Valentín acostó a su amigo en una cama de su casa. Decidió llevarlo allí porque estaba muy cerca de la plaza y no estaba para muchos traslados.
-He visto a Male, le repetía a su amigo con voz entrecortada.
-Venga… acuéstate… no estás para hablar.
-Estaba tan guapa…
No le prestó atención y le apagó la luz.
-Está desvariando, pensó.
El bibliotecario decidió quedarse en casa por si Fermín lo necesitara. Se acercó la vieja butaca de leer cerca de la cama y se recostó a leer un libro.
Fermín entró en un profundo sueño después de unas cuantas vueltas en la cama. Y allí estaba su amada tan guapa como siempre, se acercaba a ella lentamente con los brazos estirados intentando alcanzarla y susurrándole palabras de amor. Abrazados los dos se movían al compás.
Valentín le desvistió parcialmente para que estuviese más cómodo. No se atrevió a más porque no dejaba de ser un hombre atractivo además de su amigo y temía que sus impulsos lo empujaran a otras cosas. Le gustaba mucho un tatuaje que llevaba en la espalda y quiso observarlo una vez más. Se trataba de un símbolo tribal que significa “fuerza” situado entre los omoplatos.
Tuvo tentaciones de tocarlo pero se frenó, sabía que era un deseo prohibido. Hacía mucho que se encontraba solo, no tenía a nadie a su lado con quien compartir su vida. Siempre había tenido alguna pareja esporádica, nunca nada serio.
Manuel y Teresa acabaron la velada dando una vuelta al pueblo mientras ella le explicaba sus lugares preferidos y le contaba historias vividas en ellos. Después de la caminata él la acompañó a su casa.
-Me lo he pasado muy bien contigo, hacía días que no me reía tanto con un hombre.
-Me alegro, yo también he disfrutado mucho contigo. El día de hoy ha sido fantástico.
-¿Te apetece venir mañana a casa a tomar el té por la tarde?
-Por supuesto… allí estaré.
Al despedirse se miraron fijamente. Al irse a besar en las mejillas , el nerviosismo y zarandeo de las cabezas hizo que sus labios chocaran fundiéndose en un dulce beso.
Ninguno dijo nada, solo se volvieron a mirar y ella entró en su casa. Manuel marchó hacia la casa de su amigo Pepe. Se quedaría allí esta noche ya que era muy tarde para regresar a su casa, su amigo le había dejado una llave.

Fermín disfrutaba del plácido sueño junto a su amor recorriendo el bosque y disfrutando de la paz que allí reinaba. No era consciente de lo que pasaba a su alrededor ni de la enorme tormenta que se avecinaba. El cielo se puso gris, los pájaros se resguardecieron, el silencio se adueñó de los árboles, las sombras se apoderaron de la tierra. Parecía estar urdiéndose un conjuro maligno sobre sus cabezas.
Asustada se refugió entre los brazos de su amado buscando la serenidad perdida pero… las ramas de dos robles la arrancaron de sus brazos.
Fermín despertó sobresaltado, algo malo estaba ocurriendo y así era… un cúmulo de nubes negras se apoderaron del bosque colándose entre las trepadoras y las azaleas.
Cundió el pánico, nada bueno se estaba acercando y planeando sobre las copas de los árboles. Los viejos robles sabían de lo que se trataba, eran muchos siglos padeciendo los ataques de la diosa de la tempestad. También sabían porque aparecía en este momento y con tanta furia, buscaba la piedra filosofal que en definitiva era el alma de Malena. Consiguieron cobijarla en el hueco del tronco más antiguo perteneciente a un robusto abedul gigante. Malena estaba muy asustada, no sabía que estaba pasando, le habían arrebatado de los brazos de su amado y escondido en un árbol.
-¿Qué pasa? ¿Qué pasa? Que alguien me lo explique, gritaba desesperada.
-¡Chisss! No grites, contestó Pandora que la estaba buscando.
-Pero, ¿qué pasa?
-Vas a tener que estar aquí escondida por un tiempo, no te puede ver.
-Pero ¿Quién?
-La diosa de la tempestad. Ella lleva mucho tiempo buscando la piedra que tú posees y que es tu alma a la vez. Ella sabe que estás aquí y está muy furiosa.
-¿Te puedes quedar aquí conmigo? Estoy muy asustada.
-Si me quedaré aunque no tienes de que preocuparte, el bosque entero está contigo y nadie dejará que te pase nada malo.

Fermín al despertarse bruscamente no paraba de gritar
-¡Male! ¡Male!...
En ese momento despertó a Valentín que había estado durmiendo en la butaca.
-¿Qué pasa? Tranquilo, tranquilo, has tenido una pesadilla, le dijo intentando calmarlo.
-No… una pesadilla no…pasa algo malo…mi Male está en peligro.
-No entiendo… tranquilo. Ayer te pasaste de beber y te sentó mal, puede que tuvieses una mala jugada al quedarte dormido.
-No, he visto a Male. La veo, la siento, la toco, la beso, la huelo cada vez que me duermo.
-Claro que si. Los sueños a veces parecen reales, yo también la he visto en sueños.
-No Tinín, no es un sueño, es real, ella se encuentra en un bosque. Está bien y dice que pronto estaremos juntos. Pero hoy… ha pasado algo. Te lo quería contar pero sabía que ibas a pensar que estoy loco.
-No se que decirte.
-Tinín… tenemos que ir a buscarla al bosque.
-Descansa que aun estamos de madrugada. Cuando amanezca iremos donde quieras.
Valentín intentó convencerle de que no podía ir a ningún sitio a esas horas pero él se vistió dirigiéndose hacia la calle. Al salir vieron como una gran tormenta se acercaba. El cielo estaba negro, soplaba un aire lleno de rabia, los relámpagos eran intensos, brillantes y el silencio de la calle atemorizaba. La tormenta se concentró en el bosque pero se extendía rápidamente.
-¡Entra, vamos!, así no se puede ir a ningún lado, esperaremos tomando algo caliente.
Fermín no paraba quieto, estaba nervioso de no poder hacer nada. Agarraba fuertemente la piedra turquesa en su mano derecha esperando a que eso le ayudara a calmarse y pensar claramente. Valentín preparaba una tila mientras lo vigilaba por lo que pudiera hacer.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Capítulo 9


Amaneció un día soleado en Vallelis. La señora Teresa había madrugado como muchas otras veces para regar sus plantas expuestas en la fachada de forma artística. Desde el fallecimiento de su esposo dedicó mucho tiempo a aquel jardín que le regaló tan buenos momentos. Tenía especial cuidado con las flores de temporada ya que solo poseían ese aspecto fantástico durante unos pocos días al año. Observó que al otro lado de la calle, frente a la floristería, un señor de mediana edad muy bien vestido miraba a un lado y a otro. No lo conocía y eso que lo miró de arriba a abajo unas cuantas veces.
-Este no es del pueblo, pensó.
Sin embargo tenía un aspecto muy agradable y solo observaba sin tocar nada.
Si es verdad que las miradas se clavan y la persona que las recibe lo nota, es exactamente lo que sintió Manuel. Miraba a una señora de mediana edad que le observaba mientras manejaba una regadera. Sus miradas se cruzaron sin disimulo... cosas que tiene pertenecer a la mediana edad. Se acercó a la señora de pelo recogido y guantes de jardinera.
-¡Buenos días! Me llamo Manuel Cifuentes ¿Podría hacerle unas preguntas?
-Buenos días tenga usted. Soy Teresa. Usted no es de por aquí ¿verdad?
-No soy de aquí, no. Soy de la capital. Sin embargo tengo un amigo que vive aquí... Pepe... disculpe, José Molina ¿lo conoce?
-Claro... aunque no para mucho por aquí. Cuando era policía hace años si lo veía a menudo en vida de mi difunto esposo. Pero desde que cambió a lo de investigador ya no se le ve el pelo por aquí.
-Entiendo... ahora investiga la desaparición de una chica del pueblo.
-Si, si, de Malena... ande, pase a mi jardín... ¿ha desayunado?... le preparo unas tortitas que tengo en el horno... pase, pase, siéntese en el banco que ahora salgo y me cuenta.
-Pero... no se moleste.
-Calle, calle... se agradece un poco de conversación. Siéntese que ya salgo.
Manuel se sentó en el banco de piedra observando aquel magnífico jardín tan cuidado hasta el último detalle. Teresa preparaba un desayuno bastante generoso ya que tenía pocas visitas y le gustaba que se fuesen con buen sabor de boca. El olor de las tortitas se extendía por toda la casa, acompañado por el aroma a café y las mermeladas de frutas naturales que con tanto cariño hacía.
Manuel no dudo ni un momento en levantarse al oler esos aromas para echarle una mano a sacar ese magnífico desayuno. Al entrar a la cocina se quedó parado contemplando a esa mujer que tanto disfrutaba preparando una comilona. Su cara reflejaba alegría y su cuerpo se movía al compás de la música que sonaba en la vieja radio de la cocina. Se acercó a recoger la bandeja y sus manos se rozaron suavemente, se miraron fijamente sonriendo unos segundos y salieron al jardín a disfrutar se los manjares.
Pasaron un buen rato charlando de todo para conocerse mejor.
-Bueno, me lo he pasado muy bien. Este desayuno es el mejor que he probado en años. Muchas gracias por todo.
-De nada, gracias a usted. Hacía mucho que no disfrutaba tanto… tendríamos que repetir.
-Por supuesto, podríamos quedar esta noche si no tiene ningún plan…
-Pues si que lo tengo pero no importa, puede acompañarme si lo desea…
-Será un placer, pasaré a buscarla…hasta la noche.
Salió ilusionado de aquella casa, le gustaba mucho esa mujer. Pensó que iría poco a poco, quería estar seguro de lo que hacía.
Teresa quedó impresionada con la galantería y educación de este caballero.

Volvería otra vez a casa de Molina donde antes no le había contestado. Tampoco contestaba al teléfono y sospechaba que se olvidó que hoy mismo quedaron para ir de pesca.
-Probablemente le habría surgido algo referente al caso, pensó.
Lo telefoneó una vez más.
-¿Si? Hola Manuel, te iba a llamar en este momento.
-Te has olvidado ¿no?
-No, no es eso. Es que he pasado la noche en el bosque rastreándolo. Aquí estoy con la pareja y un amigo de la desaparecida.
-Entonces ¿lo dejamos para otro día?
-No, no. Acércate por aquí y te traes las cañas. Un rato en el lago me hará bien, no tengo sueño.
Los tres exploradores quedaron exhaustos después de toda una noche buscando pistas. Fermín tomó muestras de tierra en el margen del lago para analizar su composición que no acababa de descifrar. Valentín con las primeras horas del día realizó fotografías panorámicas desde diferentes ángulos. Molina rastreó con su detector sin encontrar ninguna energía subterránea. Todos dedicaron su tiempo sin descanso a la investigación. Ahora que había amanecido los dos amigos se fueron a casa dejando al detective esperando a su amigo allí en el bosque.
Manuel llegó en media hora y lo encontró sentado en una roca con su maletín de instrumental detectivesco.
-Ya veo que trajiste botas, te traje unas por si acaso.
Abrió el maletero y allí mismo se cambió la vestimenta antes de abandonar la explanada donde se aparcaban los vehículos. También cogió las cañas y se dirigió a Molina.
-Venga… como en los viejos tiempos, señalándole la bota de vino que se colgó al cuello.
-¿Has traído para almorzar?
-Pues claro… aunque yo ya vengo desayunado. Una vecina tuya muy agradable me ha invitado.
-¡Ah, si! y ¿Quién es esa vecina?
-Teresa se llama y me comentó que era viuda.
-¡Ah! Ya se, la viuda de Alfonso Luján… y ¿cómo es que la has conocido?
-Paseaba por el pueblo buscándote y coincidí con ella mientras regaba su jardín.
-¿No te parece un poco parlanchina?
-Al contrario, me resultó muy agradable su compañía, más te digo, hemos quedado para esta noche… algo referente a un concurso de tortillas donde ella participa.
-¿De tortillas dices?...será por las celebraciones de estos días con la vendimia.
-Seguramente…pienso asistir.
¡Uhm!...tú sabrás.
Así se fueron charlando hacía el lago con sus cañas al hombro.

Fermín llegó a casa apresuradamente, quería dormir. ¿Quién sabe? Quizá se repitiese lo del día anterior. Primero fue una ducha y seguido se deslizó en la cama donde en instantes de segundo el sueño le invadió.
Y si, estaba allí, volvió a pasar, su querida Male estaba frente a él. Se acercó sin perder un instante, la besó, la estrechó entre sus brazos mientras ella acariciaba su pelo hundiendo en él sus interminables dedos. Le susurraba al oído palabras secretas de su idioma personal y al mismo tiempo le aseguraba que pronto se iban a ver. El solo le suplicaba que le dijese donde buscar, por donde empezar. Ella solo repetía que no lo sabía pero que pronto lo encontraría ya que al ser almas gemelas estaban predispuestos a estar juntos.
-Ahora descansa cariño, yo te voy a estar esperando.
Malena alargó su mano y le mostró una piedra azul turquesa, era su talismán que había encontrado.
-Toma… con ella te sentirás más cerca de mi y te ayudará en la búsqueda.
-Pero… espera… no te vallas, te echo mucho de menos.
-Pronto estaremos juntos y no nos volveremos a separar.
El abrazo de despedida fue intenso, los besos apasionados y las miradas se fundieron en una. Se tenían que despedir y no querían separarse.
Despertó sobresaltado y confuso. Por un momento no sabía donde estaba, hasta pasados unos segundos no se centró.
- ¿Qué me ha pasado? Me ha sucedido lo mismo que ayer.
Al incorporarse sonó como algo que se caía, miró hacia el suelo y encontró una piedra de color turquesa brillante. La cogió mirándola fijamente.
-¡No me lo puedo creer! Es la piedra que me ha dado Male en el sueño…ahora si que no creo que sean sueños… ¡es todo real!
Emocionado, animado, fue a dar una vuelta por el pueblo para despejarse. Hacía mucho que no daba un paseo disfrutando del paisaje.

-¡Ay! Como echo de menos a mi Fermín, pensaba Malena después del encuentro en sueños. Tenía que seguir adelante así que emprendió la marcha dando un paseo. Pandora revoloteaba por allí.
-¡Hola! ¿Cómo te encuentras?
-Bien Pandora, voy asimilando poco a poco lo que soy ahora.
-Me alegro, estamos todos muy contentos de que estés aquí ¿Vienes a la despedida de Ovidia?
-¿La despedida? ¿Es que ella no vive aquí?
-No. Es la sacerdotisa del otoño. Viene para anunciar la llegada y fin de estación.
-¡Ah! entiendo… te sigo entonces.
Marcharon a la despedida que se celebraba en el mismo lago mágico. Al llegar se reencontraron con Chispi, Sultán y muchos más seres del bosque que se estaban despidiendo de la anfitriona de la estación.
Ovidia reparó de inmediato en su llegada.
-¿Cómo te encuentras querida después de tantas emociones?
-Supongo que bien, dentro de lo que cabe…
-Me voy por unos días pero pronto nos veremos, quiero estar a tu lado en estos primeros momentos.
-Gracias señora, la necesitaré, tengo tantas dudas… vuelva pronto.
La sabia anciana se despidió de todos pero no por mucho tiempo. Pronto volvería para acompañar a Malena ya que se pueden producir cambios importantes y no se los quiere perder.

Los amigos pescadores pensaron que era hora de volver al pueblo. Manuel tenía su cita con la señora Teresa, quería asearse y ponerse elegante. Molina necesitaba descansar ya que llevaba toda la noche sin dormir y tenía bastante cansancio acumulado. Durante el trayecto hacia el coche Molina bromeaba con su amigo sobre su cita con Teresa., le parecía extraño que su amigo sintiera algo hacia ella. Sin embargo a Manuel no le parecía bien como se lo había tomado, parecía que Pepe no lo considerara nada serio.
-¿No te apetece lo de las tortillas?
-Otra vez será, quiero leer un poco sobre la literatura celta.
-Como quieras… voy contigo y me enseñas tus nuevas adquisiciones literarias.
Y allí, en casa del detective, pasaron las horas de la sobremesa.
Molina se quedó dormido mientras leía “las batallas de los icenos” y Manuel ordenó su ropa en unos colgadores. Tenía que estar sin arrugas para la noche, era importante la buena presencia.

En la calle principal comenzaba el alboroto y trajín de las gentes. La noche prometía ser alegre por la verbena organizada en la plaza y los diferentes concursos culinarios. Se iban a evaluar las dotes preparando platos de los vecinos que cada año se apuntaban. Había distintas modalidades; tortillas, canapés, cocidos caseros,…y todos ellos una vez calificados eran donados a una organización solidaria.
Fermín caminaba por ella mirando sus aceras adornadas con grandes tiestos de cerámica. Regresaba de la cooperativa donde había analizado las muestras recogidas por la noche. Quedó impresionado con el resultado porque contenían muchos elementos de la tabla periódica que normalmente están muy diluidos en la naturaleza y no en estas altas concentraciones. Su composición se asemejaba a lo que se conoce como “tierras raras”, muy buscadas por los especuladores ya que su escasez les da alta riqueza al ser explotadas. Era curioso al menos que nadie hubiese reparado en ellas.
Se encontró con unos vecinos que acababan de ser padres. Paseaban a su bebé en un carrito y se detuvieron al verlo.
-¿Qué tal Fermín? Ya nos hemos enterado.
-Pues… lo voy llevando… esperando noticias.
La novel mamá acunaba el carrito enérgicamente para calmar el llanto del pequeño. Fermín intentó rescatar a la mamá del agobio en este momento sacando un llavero del bolsillo y chasqueándolo frente al niño. Pero al sacarlo, sacó también la piedra turquesa cayendo a los pies del infante. Surgió la calma, el llanto cesó, más aun, comenzó a balbucear con una gran sonrisa. Al darse cuenta de su torpeza rápidamente recogió la piedra y al mismo tiempo volvió el llanto. Los padres no se percataron de este fenómeno pero tampoco les dio tiempo para preguntar y siguió su camino alegando que había quedado.
Y no era del todo falso ya que había visto a Virginia en la destilería y le comentó que estaría por aquí.
Esta noche estaba especialmente bella. Tras dejar en orden la documentación en la destilería se había acercado a su casa para arreglarse; vestido de seda y raso en tonos magenta, echarpe en tonos más oscuros y tacón fino para sus zapatos de salón. Se había soltado la brillante melena cubriendo parte de su espalda desnuda, maquillaje suave para enmarcar los rasgados ojos verdes y labios perfilados en un sinuoso rojo cristal.
El todavía conmocionado con el suceso de la piedra turquesa quedó todavía más al verla llegar a su encuentro. La suave brisa movía la negra melena de esta belleza mediterránea.
-Al fin te has decidido… bien, hay que continuar con una pequeña normalidad.
-¡Uf!... estás…¡impresionante!
Virginia agradeció con una sonrisa el cumplido.
-Venga… tampoco es para tanto. Me han pedido que de un discurso para los veteranos.
-Pues se van a poner cardiacos…
-Acompáñame… será cosa de unos minutos y así verás a los ancianos que hicieron grande nuestra tierra.
Accedió a su invitación y no lo lamentó. Acudieron familias de hasta la quinta generación de amantes vinateros. Toda la historia de Vallelis , de sus gentes, estaba en aquel salón acondicionado con imágenes y cuadros del pasado. Se emocionó con el discurso, no conocía esta faceta de la abogada.
Al terminar el acto, Virginia lo agarró por el brazo.
-Y ahora, vamos a cenar.
-Uf… pero… no tengo hambre.
-Hay que comer… sino te quedarás sin fuerzas para seguir buscando.
Sin mucho insistir consiguió llevarlo hasta la plaza donde mesas dispersas contenían ricos platos acompañados por la sangre de la tierra que servían los jóvenes en anchas copas. Se perdieron entre el gentío degustando las viandas y calmando su sed con los caldos de la tierra.
Por allí estaba la señora Teresa acompañada de un distinguido señor. También compañeros del trabajo disfrutaban de la verbena. Parecía estar todo el pueblo allí reunido, unos comiendo, otros bailando. La música despertó a las tristes miradas y alejó a los malos sentimientos, todos querían pasar una noche agradable.
Como experimentado catador, saboreaba cada sorbo abandonándose a sus matices pero…hoy se iba a pasar. Si embriagaba su cabeza conseguiría que el sueño llegase con más rapidez y con él su amada. En poco tiempo había consumido el vino que en una semana se tomaba. Su seductora acompañante le susurró al oido.
-¿Te encuentras bien?
Volvió la cara para contestarle y los labios se rozaron por la proximidad de sus cuerpos. En esa milésima de segundo sintieron el calor del uno y del otro provocando en ella un escalofrío que recorría su estilizado cuerpo, impulsándola a seguir en contacto con esos labios que tanto deseaba. El quedó paralizado, tras tanta ingesta de vino se quedó sin poder reaccionar en el momento. Al separarse el silencio se hizo intenso. Ella sentía algo más que amistad y hacía que lo que había ocurrido le llenara de fuerzas para seguir tras él.
Valentín también estaba disfrutando de la fiesta y fue testigo de lo ocurrido entre ellos. Como buen amigo de Male se dispuso a ir hacia ellos para alejar a su amigo de esa mujer por la que se dejaba enredar.
Prefirió no comentar nada de lo presenciado, mejor cuando estuvieran a solas.
-¡Hola1¿qué hacéis aquí?
--¡Hola Valentín! Me alegro de verte. Pues que nos encontramos y aprovechamos para dar una vuelta y cenar.
-¡Hooooola Tiniiiiín! Amigooo...
-No te veo muy bien amigo. Será mejor que te lleve a casa y te acuestas.
-No te preocupes, ya lo llevo yo. Tú sigue disfrutando de la fiesta, dijo Virginia.
-No, insisto, lo llevo yo dando una vuelta para que le de el aire que lo necesita.
-Vale, de acuerdo….Fermín, ya hablaremos…
Valentín cogió a su amigo por el hombro ayudándole a tenerse en pie y fueron caminando para despejar un poco los efectos etílicos.
Virginia se quedó pasmada viendo como se lo llevaba sin poder hacer nada y llena de rabia porque le había estropeado su oportunidad. Pero no se daba por vencida tan rápidamente… surgirían nuevas ocasiones.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Capítulo 8

Las instalaciones de la cooperativa vinícola lindaban con el extenso bosque situado al norte del pueblo. Tras la desaparición de su amada, Fermín solicitó unos días de permiso que le concedieron sin ningún problema. Había intentado ir a casa a descansar pero eran demasiados recuerdos. Optó por volver al trabajo y darse una vuelta por los viñedos.
La vendimia había terminado y los sarmientos reposaban en sus lechos después de haber dado sus frutos. Visitó el laboratorio saludando a los técnicos que hacían los controles de acidez y el nivel de taninos de las primeras uvas. Todos le mostraron su pesar por la desaparición y le animaron a tener esperanza en que todo se resolvería satisfactoriamente. Se refugió en una sala habilitada para el descanso sentándose en un sillón próximo a la ventana. Conectó el teléfono al cargador, levantó los pies sobre una butaca y la relajación se adueñó de su ser conduciéndole ese repentino sopor aun profundo sueño donde los recuerdos y la realidad se mezclaban… Allí estaba su querida Male, rodeada por sus flores, preparando los pedidos de la semana. Lo miraba con sus grandes ojos avellana y le pedía con una sonrisa que se acercara. Estaba más guapa que de costumbre y eso era difícil ya que llevaba un vestido blanco que no conocía pareciendo un ángel.
Al aproximarse, la sintió muy cerca. Su aroma, su pelo rojo, su piel aterciopelada, sus dedos interminables, su cintura seductora.
¡Cómo la echaba de menos!
Lo que no podía imaginar es que todo era verdad ya que Malena había establecido comunicación con él tal y como le explicó Ovidia. Al dormirse generaba un sentimiento tan grande hacia ella que conseguía llegar hasta su corazón que a su vez sentía un impulso sabiendo que era el momento. La tomaba de la mano y su cuerpo se estremecía de tanta alegría. Juntos caminaban entre hierba fresca y aromáticas flores dirigiéndose miradas sin articular una palabra, era un lenguaje que muchas veces utilizaban.
Sonó una alarma y se despertó sobresaltado y confuso por todo lo soñado. ¿Tan solo fue un sueño? se preguntó. Creía haber interpretado su mirada y él también le había contestado preguntándole donde estaba. Ella le confirmó que algo había pasado, algo que había cambiado su vida. Iba a volver, le aseguró y también que estuviera atento a las señales. Qué rabia sintió cuando le despertó el teléfono. Fue tan real el sueño que estuvo aturdido los primeros momentos hasta que acertó a pulsar el botón para contestar.
-¿Si…diga?
-¿Estás ahí? no te escucho bien.
-Me acabo de despertar… ¿Me oyes ahora?
-Escucha… estoy aquí con Molina. Hemos hablado acerca del mapa y yo también tengo información. ¿Por qué no te pasas por aquí?
-¿Dónde estáis?
-En la biblioteca. Aquí te esperamos. Hemos pensado que podíamos hacer una visita al bosque… ya te contaré.
-Voy para allá.
Atento a las señales, atento a las señales se decía. Se guardaría el sueño e iba a estar atento a todo lo que le rodeaba. Estaba seguro que aquello había sido algo más que una ensoñación.
Se apresuró en llegar, las ganas de saber que averiguaciones habían conseguido le motivaba. Encontró a Molina y Tinín sentados frente a la mesa de roble, pensó que mejor no contarles lo que acababa de ocurrir en sus sueños.
-¡Hola! Ya estoy aquí.
-¿Qué careto traes? En fin… veamos. Hemos estado hablando y consideramos de importancia acercarnos al bosque e inspeccionar por allí.
-De acuerdo pero… ¿qué novedades hay?
Los tres hablaron un buen rato ya que tenían que ponerle al corriente de los descubrimientos de cada uno de ellos. Después se aprovisionaron de útiles y herramientas, montaron en el coche de Tinin, un todoterreno que les facilitaría el acceso al camino. Estaba en mal estado y era complicado con otro tipo de vehículo. Durante el trayecto se notaba el nerviosismo por lo que allí pudiesen encontrar. Aparcaron a la sombra de los primeros árboles y sacaron las herramientas del maletero. El detective había llevado su detector de energías y su brújula, los dos amigos cargaron con una pala, un pico, una linterna y un machete. Entraron por un camino de piedras cerca de donde estaba la cadena que prohibía entrar vehículos.
Se habían aprovisionado de botas y vestuario de campo, siempre era agradable un buen paseo en contacto directo con la naturaleza. El detective traía consigo el mapa encontrado en la tienda, plastificado para que no sufriera desperfectos. Estaba emocionado con esta aventura exploradora que le motivaba en su denostada profesión paranormal. Si conseguía resolver este caso sería la culminación de su carrera profesional sin ninguna duda.
Todos tenían un motivo especial para estar allí; Fermín buscaba señales y Valentín estaba preocupado por su queridísima amiga que tanta ayuda le prestó en los momentos difíciles. Formaban un excelente equipo en búsqueda de misterios impenetrables.
-Según el mapa datado hace unos cientos de años hay una superficie marcada con tintes verdes y abarca toda esta zona, dijo Molina señalando el mapa.
-Si pero el lago se ha desplazado hacia el este, comentó Valentín.
Fermín les explicó que debido a los desplazamientos de las capas tectónicas, la superficie através de los siglos experimentaba cambios.
-Entonces… ¿esta zona puede encontrarse bajo el lago?
-Puede e incluso ha podido quedar cubierta por capas de tierra debido a los cambios meteorológicos y el movimiento subterráneo de las aguas.
Molina les interrumpió
-Veamos señores, deberíamos ir en busca de alguna pista que nos indique la antigua posición del mapa. Aquí parados hablando no vamos a solucionar nada.
-Tiene razón, pongámonos en marcha, dijo Fermín.
-Creo que deberíamos empezar por el lago. Si allí no encontramos nada ya decidiremos que hacer, corroboró Tinín.
Los tres exploradores encaminaron su marcha hacia el lago atravesando senderos bordeados de grandes árboles que parecían rozar las nubes con sus largas ramas. Observaban a su paso, no querían perderse ni un mínimo detalle. Fermín lo hacía de un modo especial, estaba seguro que podía encontrar alguna señal.

Virginia seguía con su investigación acerca de lo ocurrido hacía cinco años, le picaba la curiosidad al no conocer los detalles del suceso que le hizo cambiar de identidad. Pensó que podría indagar por medio de sus contactos en la policía y quizá por ahí…
Le costaba mantener los pies en la tierra debido a los acontecimientos vividos en los últimos días. Por un lado la misteriosa desaparición, seguidamente la de la piedra valiosa y por último la identidad de Fermín. Ella que siempre había mantenido el control de la situación se veía desbordada por los acontecimientos. Así que iba a centrarse en lo que ella dominaba que era el papeleo y por ahí encontrar alguna respuesta. Comenzó a escribir cartas a diferentes destinatarios solicitando información acerca de los juicios efectuados en territorio español hace cinco años y sobre todo, aquellos con testigos protegidos. También envió correos electrónicos a los principales juzgados para conocer los juicios por lo penal efectuados en le mismo tiempo.

Malena era la reina guerrera pero seguía siendo también la chica de la floristería. Estaba contenta porque había conseguido meterse en los sueños de su amado y había comprobado cuanto la echaba de menos. Poder hablar con él por este medio le daba muchas esperanzas en que todo acabaría pronto, que no estaba loca, que no era un sueño… pensando, pensando, se quedó dormida en el hueco de un roble que la abrigaba y la recogía.