sábado, 15 de enero de 2011

Capítulo 14


Muchos acontecimientos habían ocurrido en poco tiempo, pensaba el detective. Analizaba la secuencia de todos ellos con mucho detalle. Aquel era un pueblo tranquilo y en pocos días ocurrieron sucesos que ni en toda una vida podían darse; la desaparición de la chica, el encuentro de la piedra y su pérdida posterior, la tormenta en la que los rayos parecían provenir de un punto exacto del bosque, la llegada de especuladores... Parecía como si una fuerza cósmica se hubiese adueñado de Vallelis.
En su profesión de investigación en fenómenos paranormales no había tenido tantos casos y mucho menos tan próximos en el tiempo. Se había dedicado a investigaciones de un detective común esperando siempre encontrar algun caso de su especialidad. Por fin había llegado y se encontraba perdido, debía simplificar y centrarse en los datos objetivos que tenía. Su amigo Manuel le había comentado que contenía mucha simbología celta el viejo mapa y la piedra tambien. Todos conocían historias sobre esta cultura tan relacionada con la naturaleza pero no conocía a nadie especializado en ello. Si encontrase a alguien que pudiese traducirle todas aquellas señales que estaba recibiendo podría adelantar mucho en la búsqueda de la florista.
Se recostó en una butaca pensando e intentando recordar si alguien conocido pudiera servir. Saltó sobresaltado y fue corriendo hacia la vieja estantería que adornaba el pasillo de la entrada. Empezó a sacar libros uno por uno hasta que encontró uno en concreto. Su aspecto era muy desastroso, las tapas azul marino estaban muy rozadas y las letras doradas de la portada prácticamente borradas. Era una agenda de su antiguo instituto, lo había guardado durante tantos años porque tenía un gran valor sentimental. Recordaba que una vez les visitó un joven profesor irlandés que llegó con el intercambio de estudiantes de ese país. Les contaba historias de sus antepasados y viejas tradiciones que se remontaban a sus ancestros. Pertenecía a una especie de sociedad que dedicaba sus esfuerzos a la conservación de la cultura celta y les había invitado a visitarla cuando viajaran hasta allí. Molina no era amigo de desplazarse hasta casa de unos desconocidos como hacían sus compañeros para practicar el inglés, así que se quedó sin visitarla. Quizá alguno de sus compañeros de entonces guardara los datos sobre este profesor y su sociedad.
Comenzó a leer la ficha sobre el alumnado del setenta y cinco, todos sus compañeros de curso, metió sus nombres en el ordenador para conocer su actual residencia y teléfono. Sólo buscó los que habían realizado el intercambio ya que con ellos tendría más posibilidades de adquirir la información.
Tras realizar varias llamadas llenas de emoción gracias a los buenos recuerdos de entonces, consiguió la dirección de la sociedad y los datos sobre el profesor. Quiso averiguar si eran correctos de inmediato pero algo le frenó, su inglés era más bien escaso y optó por esperar a su amigo que no tenía ningún problema con el idioma. Había dejado un mensaje diciéndole que volvería pronto para ir a cenar al mesón, así que esperaría su regreso, no podía tardar mucho.

Virginia estaba en la reunión anual de catadores celebrada en la capital. Al rechazar Fermín su invitación pidió a dos catadores de la cooperativa que le acompañasen aunque seguía sin estar muy contenta. La feria se celebraba en un parque perfectamente acondicionado para el gran evento. Mesas larguísimas recorrían la avenida central adornadas con manteles de papel color vino y grandes racimos de uvas improvisaban los centros de mesa. A lo largo de ellas se encontraban los caldos más exquisitos traídos de toda la península en donde se intercambiaban opiniones respirando esa magnífica fragancia que desprendían las copas. Un brindis hizo llamar la atención de todos los catadores, quedaron en silencio y dirigieron la mirada hacia un atractivo joven que sujetaba una copa en alto.
-Señores, quisiera hacer un brindis por los responsables de la magnífica cosecha que se ha recogido este año y que sin duda será todo un éxito.
Todos los asistentes alzaron sus copas y corearon
-Por ellos.
Una carpa preparada para la ocasión presidía el parque y poco a poco iba llenándose de los asistentes de aquel certamen. Cada comensal llevaba sus caldos y poco a poco se distribuían por todas las mesas donde los catadores pasarían a calificarlos. Virginia mantenía una entretenida conversación con varios representantes de otras firmas cuando le sonó el teléfono.
-¡Diga!
-¿Señora Milano?
-Si, dígame.
-Le llamo de registro civil, ya hablamos hace unos días ¿recuerda?
-Si, si, recuerdo, dígame.
-Solicitó información acerca del señor Fermín Sanz y hemos encontrado el documento donde se realizó el cambio de identidad.
-¡Ah! estupendo...
-Pero debo comunicarle que es confidencial y sin la autorización del titular no podemos proporcionárselo. De todos modos la nueva identidad es completamente legal y no le dificulta para realizar cualquier trámite a efectos legales.
-Pero... ¿no pude decirme al menos si fue debida a un juicio u otra causa?
-Lo siento, deberá consultarlo con el titular.
Cuanto misterio encerraba este caso de identidad pensaba la abogada. Se despidió cortésmente del funcionario agradeciéndole su interés y disponibilidad. Pensó que esa información la tenía que conseguir fuera como fuera, así que aprovecharía que estaba en la capital y lo haría ella misma.

Manuel y Teresa disfrutaban de su compañía entre risas e historias. La vieja radio de la cocina sonaba sin que ninguno de los dos le prestara atención, olvidó apagarla al terminar de preparar la suculenta merendona. Teresa enmudeció y corrió a la cocina, algo le llamó la atención. Una canción romántica que le encantaba sonaba y subió el volumen al máximo. Regresó junto a Manuel agarrándole las manos y empujándole para que se pusiera en pie. Los dos bailaron pegados al son de esa hermosa melodía. Ella encantada en los brazos de ese hombre dejándose llevar por el momento romántico que estaba viviendo. Al terminar la canción se quedaron parados, cogidos de las manos, mirándose fijamente. La magia del momento hizo que sus cuerpos prácticamente paralizados se fundieran en un beso apasionado. El le retiró el cabello de la cara y acercó la suya para susurrarle al oído.
-Hoy me has hecho sentir el hombre más afortunado.
La encantadora cocinera no podía articular palabra, se sentía como una quinceañera, pero la lágrima que recorría su mejilla sonrosada hablaba por ella.

No había pasado ni media hora desde que los dos amigos abandonaron el ambulatorio confiando en las palabras del doctor. Les aseguró que se encontraba bien e iba a llamar a servicios sociales para que se ocupasen de la desvalida anciana. Pero todo cambió en la sala donde estaba tendida. La señora se incorporó y empezó a hablar con una elocuencia que no había demostrado hasta el momento.
-Me encuentro mucho mejor doctor, fue un simple desvanecimiento. No se preocupe, ya estoy bien, retomaré mi camino.
La anciana salió con rapidez sin dejar al sorprendido doctor que le diera tiempo a explicarle algunos hábitos para que no le volviese a ocurrir.

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